Es penoso ver portadas como la de ABC o El Mundo, ensañándose contra la declaración en que Arnaldo Otegi pide perdón a las víctimas del terrorismo de ETA, afirma que a EH Bildu, el partido de la izquierda abertzale, le duele su dolor, que nunca tendría que haberse producido, y se ofrece a mitigarlo. Es difícil entender los juicios de intenciones que le hacen a Otegi, o que lo consideren una maniobra del PSOE para "blanquear" los cinco votos de Bildu en el inminente debate de Presupuestos Generales del Estado, o que pidan imposibles, como compensar todos los daños humanos, sociales y políticos causados por el terrorismo etarra. Es comprensible que las víctimas se revuelvan. Son muchos años que el entorno político representado por Otegi ha añadido la sal del desprecio a la herida abierta de los muertos. La rabia de esos diarios, sin embargo, ¿de dónde procede? Una explicación es que reconocimientos como el de ayer, por insuficientes que sean —nunca serán suficientes; ¿cómo van a serlo?—, desmontan la narrativa que sostiene su versión de España, la del todo es ETA, la dialéctica de vencedores y vencidos que no resuelve nada. Diez años después del fin de la banda, ¿no será que el rechazo a pasar página es también un rechazo a construir un porvenir de concordia?

Dirás que la izquierda abertzale es gente deficiente, moralmente inválida, unos hipócritas. Que llegan tarde. Que ellos mismos colaboraron en las matanzas, aunque sea indirectamente. Es muy larga la lista de líderes defectuosos que han sido cruciales a la hora de conseguir la paz en situaciones parecidas, desde Nelson Mandela en Sudáfrica a Gerry Adams en Irlanda del Norte. Es legítimo atravesarse —a la vez que una gran miopía política si se quiere un futuro diferente—. Russell Bretherton, el funcionario que representaba a Gran Bretaña en la conferencia de Mesina de 1955 —que acabaría en Roma en 1957 con la creación del Mercado Común, antecesor de la Unión Europea— dijo a los reunidos antes de marcharse a la brava: "No hay ninguna posibilidad de que ustedes lleguen a un acuerdo sobre el tratado que discuten; si llegaran a un acuerdo, no sería ratificado; y si se ratificara, no se cumpliría. Y si se cumpliera, sería totalmente inaceptable para Gran Bretaña. Hablan ustedes de una agricultura que no nos gusta, de una competencia sobre aranceles en la que no queremos participar y de unas instituciones que nos asustan. Monsieur le président, messieurs, au revoir et bonne chance". Gran Bretaña sudó su entrada en la UE en 1973 y ahora suda su retirada del proyecto común europeo. Compartir el mismo propósito con gente diferente —la UE, la reconciliación social y política...— pide estar a la altura.

A la larga, la necesidad de paz entre los hombres prevalece sobre las ideologías que los dividen. Es complicado, quiere tiempo, puede fracasar. Pero es clave festejar todos los pasos que contribuyan a la reconciliación. Ciertamente, es difícil de describir y, sobre todo, de entender, especialmente para quien no ha vivido allí, el ambiente de miedo y de silencio que caía sobre las víctimas, la soledad y las vejaciones sufridas, además de la pérdida de alguien amado o de sufrir extorsión. Pero negarse a aceptar la declaración de Otegi —por imperfecto que parezca el mensajero y falto su mensaje— es una actitud que cae más cerca del entorno que justificaba la violencia que del que busca la paz y la reconciliación.

En todo este proceso, los diarios pueden sumar o pueden restar. Hoy los hay que suman y hay otros que restan, incluidos los que no dicen nada en portada. Ahora bien, nadie puede secuestrar la posibilidad de ganar la reconciliación porque considera insatisfechas sus reclamaciones particulares o poco castigados a sus verdugos. Menos aun porque no saca beneficio partidista. Dar apoyo a cualquier intento serio de ganar la paz exige renuncias, de acuerdo, pero todos ganan. Quizás los diarios harían bien en preparar a los ciudadanos para perdonar. El perdón no devuelve la vida a los muertos, pero intensifica la dignidad de los vivos. Porque quien perdona otorga al ofensor un poco de la humanidad que ha perdido.

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