¿La Constitución es un perímetro que aísla o es un motor que impulsa? ¿Es una muralla que contiene al país y a su gente o es una percha para que instituciones y ciudadanos salten con libertad los obstáculos que presenta la historia? ¿Te encara hacia el futuro o te sujeta al pasado? Por lo que se ve en las portadas de los diarios de hoy, Felipe VI no sabe/no contesta. En siete folios de discurso habla de humo y espejos, está encantado de haberse conocido y nos envía a todos un abrazo muy, muy fuerte. Los diarios no quieren ser menos: silban y miran al techo mientras hacen acrobacias con los titulares para distraer al personal.
Las portadas se hacen eco de un discurso que sirve tanto para 1988 como para 2008, para España o para cualquier otro estado parecido. De hecho, esos titulares almibarados que explican el discurso del Rey valen también para cualquier constitución pasada o futura, propia o ajena: "pacto de convivencia", "valores constitucionales", "mandato de concordia", "alma viva de la democracia"…
Son canciones tan genéricas –ilusionan tanto como una final del Mundial entre Malta y Belice– que algunos diarios optan por buscar material de más valor para encabezar la portada y animarla. Es el caso de El Periódico ("Sánchez calcula que resistirá hasta otoño"), o de La Razón, que –emociones por emociones– se deja de cuentos y va al grano: "Larga vida a la monarquía".
Los artistas del violín son hoy... el resto. El País, que habla "de un mandato permanente de concordia", y La Vanguardia, para quien el Rey pide "renovar el pacto de convivencia del 78". Dos portadas de Juegos Florales, como la de ABC o la de El Mundo, que tienen menos pompa. Puedes intercambiar las palabras y acabas en el mismo charco: "mandato permanente de convivencia" y "pacto de concordia", tanto monta, monta tanto.
Si se trata de renovar, sin embargo, ¿por qué el pacto de 1978 y no uno de 2018 o para el 2058? Da la impresión que Las portadas de hoy se han escrito mirando por el retrovisor el camino que se ha dejado atrás mientras el país circula con las luces apagadas, arriesgandose a no ver la carretera por donde va. Es la forma más segura de estamparse en alguna curva.