Duele comentar las portadas de hoy. Sería fácil decir que pueden ordenarse según el cuerpo de letra con que publican el verbo "rectificar" o hacer la broma sobadísima de "rectificar no es una palabra árabe", etcétera (sí: el original es "Dimitir no es un nombre ruso"). El Gobierno parece Esty Shapiro, la protagonista de la formidable serie Unorthodox, que quiere marcharse pero no sabe dónde quiere ir. La diferencia es que de Esty no dependen 47 millones de personas en medio de una pandemia.
Dirás que rectificar es de sabios. En realidad, los sabios procuran no repetir el mismo error, que es donde quería ir a parar Alexander Pope, el poeta inglés autor de la frase. Las portadas de los diarios hablan justamente de eso: a la hora de cometer errores, la única autoridad competente parece que no tiene freno. Llegados a este punto, sería posible hablar de incompetencia, de caos, de obstinación. A los diarios de aquí, sin embargo, les cuesta reconocerlo.
La primera decisión que tomó el gobierno español fue recentralizar en el ministerio de Sanidad las decisiones que hace décadas se transfirieron a las comunidades autónomas. De hecho, en el ministerio y sus organismos adscritos trabajan unas 1.200 personas. En el Departament de Salut de la Generalitat son 65.000 funcionarios. El ministerio es decorativo. Si no existiera, todo seguiría igual. La recentralización no podía salir bien de ninguna manera, como demuestran los hechos. A los diarios de aquí, sin embargo, les cuesta reconocerlo.
Ayer, Le Monde, que es como decir Francia en formato de diario, concluía en su editorial que Alemania había gestionado mejor la pandemia, porque mientras las instituciones alemanas —federales, descentralizadas— gobiernan buscando el consenso, la práctica de gobierno francesa —presidencialista, centralizadora— favorece la confrontación. Donde lees Francia pon España y ya. A los diarios de aquí, sin embargo, les cuesta reconocerlo.
Le Monde ha sabido tragarse el orgullo y la grandeur y reconocer dónde le aprieta el zapato. Aquí, sin embargo, los diarios todavía venden el fiasco de la única autoridad competente como un error de personas, no de concepto. Con otros políticos al frente, dice ese relato, la recentralización sería mano de santo. A ver, si no va bien ni en Francia, que es la inventora del centralismo y le conocen todas las costuras... ya me explicarás. A los diarios de aquí, sin embargo, les cuesta reconocerlo.
Orgullosamente, El País fabrica hoy otra narrativa para salvar la cara al Gobierno. No sólo minimiza la rectificación, sino que abre la portada emparejando a España y Alemania como promotores mano a mano de un pacto anticrisis que salve a la UE de sus desgracias, superando por elevación las disputas entre Norte y Sur, etcétera.
El problema de esa narrativa, sin embargo, es la realidad, siempre tozuda, que rectifica todas las fantasías, por muy hidalgas que sean: el primer ministro Italiano, Giuseppe Conte, ha revelado que a España, en realidad, le cae mejor un rescate vía el Mecanismo Europeo de Estabilidad, del que Alemania, ahora sí, se compromete a retirar la condicionalidad dura de la troika y los hombres de negro. Sería gracioso si no hiciera llorar.