Un clásico de los domingos. La mitad de lo que publican los diarios de hoy es material que cocinado durante la semana que se termina. Es habitual que esas páginas se cierren el viernes —un día infernal en las redacciones de los diarios del mundo que salen siete días por semana, porque una parte de lo que se publica el lunes también se cierra el mismo viernes. En los diarios de Brasil, al viernes le llaman pescoção, que viene a ser una cosa así como "la colleja". El riesgo es que el sábado sea un día plano y no te deje nada para abrir la portada. Ayer fue uno de esos sábados. Así pues, las portadas de hoy son un show de materia fría.

Pero como una portada es una serie de decisiones que se imprimen, incluso esas portadas medio descongeladas sirven para leer la actitud de los jefes de redacción que las editan. Así, hoy se podría  interpretar que La Razón y ABC son diarios de cabeza viejuna y sin imaginación. Uno entrevista a un exministro de trayectoria tristísima —parece que hayan pasado veinte años— con afán de barrer bajo la alfombra la basura que dejó su mandato. No es extraño, dado que el director del diario —y comisario honorífico—, fue su compañero de gobierno. El otro porque aun va removiendo el turbio episodio entre el ministro Àbalos y Delcy Rodríguez, la vicepresidenta de Venezuela, aprovechando el enésimo viaje del expresidente español Rodríguez Zapatero a Caracas. Son trastos del pasado que no valen ni el precio del papel en que se imprimen. No suman ni un cuarto de escándalo.

El resto, igualmente faltos de noticias, al menos hacen el esfuerzo de proponer algunos asuntos de presente y futuro —alguno de una creatividad desbordante. La Vanguardia publica una encuesta que no le debe hacer mucha gracia; El País anuncia que la ley de la eutanasia se aprueba este año; El Mundo explica los deseos del PP de reabsorber a Ciudadanos; Ara avisa de la industria que crece en torno a la maternidad artificial... El Periódico se despierta tarde y, con poca maña, repite el cuento de los campesinos empobrecidos por los especuladores despiadados de la cadena de distribución y comercialización de alimentos, etcétera. Y no sabes lo peor: los domingos de muermo informativo pronostican un lunes aun más triste —pese a Hollywood y los Oscar.