Un silbato para perros es el uso de un lenguaje para captar el apoyo de un grupo concreto —que entiende el verdadero sentido de aquel lenguaje— en algún asunto sensible sin provocar la oposición ni reacciones negativas de otros grupos ni, eventualmente, infringir la ley. Se llama así porque el rango del sonido del silbato para perro real es audible por el animal pero no por las personas. Dicho de otra manera, esta táctica retórica implica que no hay que decirlo todo para que el receptor capte el mensaje. Las expresiones que se utilicen tendrán un significado normal para la mayoría de gente, pero uno específico para el grupo al cual se dirigen. Es una especie de eufemismo sofisticado.
En el mundo de los servicios de inteligencia, por ejemplo, hablan "de interrogatorio reforzado" para no decir "tortura", y si hace falta "una actitud muy abierta" en tal misión quiere decir que quizás haya que asesinar a alguien. Cuando Trump, en sus mítines, habla de "bandidos" o "malhechores", el público lo traduce por "negros" o "latinos", que es lo que el presidente quiere decir, pero que le retrataría como un racista. "Los españoles primero", de entrada, no tiene significación negativa, pero todo el mundo sabe qué significa en realidad. Si un político habla de "valores progresistas", según el contexto, alude a ampliar el aborto o la eutanasia, a subir los impuestos... sin decirlo directamente para no herir otras sensibilidades que también votan. Hablar de "valores familiares", en cambio, suele ser el silbato para perros para captar a quienes se oponen al aborto o a la eutanasia sin molestar a quienes los respaldan. Etcétera.
Picar el anzuelo
Todo esto es para decir que la política española está cargada de silbatos para perros y que los diarios caemos en ellos cada dos por tres. La Vanguardia dice hoy en portada que Casado se compara con la oposición cubana y venezolana. El presidente del PP hace pensar así a su público que el actual gobierno español es ilegítimo, que no fue instalado democráticamente, y que las fuerzas que lo componen y sus aliados no tienen derecho a gobernar. Es una dictadura. Mentira como una catedral, pero el diario, al no decir "Casado compara falsamente España con Cuba" (o algo así) hace pasar ese mensaje como una descripción legítima de la realidad. No lo es. ¡Ya les gustaría a los opositores venezolanos y cubanos estar como Pablo Casado!
Cuando El Mundo dice que, en Catalunya, en Bachillerato, no se explica toda la historia de España pero que los alumnos catalanes que pasan la selectividad pueden estudiar en cualquier universidad española, no sólo miente, sino que llama a discriminar a los catalanes que quieren ir a universidades españolas. Cuando ABC trompetea que la directora de la Real Academia de la Historia se pasma al saber que "se quieran ignorar los crímenes de ETA" y añade que quiere eliminarse la enseñanza del español, el diario no sólo contradice de hecho a la directora, sino que empareja a ETA con la ley Celaá que, por cierto, no "elimina la enseñanza del español", como dice la directora, que demuestra tener una relación conflictiva con la verdad. Podría titularse "Carmen Iglesias dice falsamente que se elimina la enseñanza del castellano" pero entonces los perros se quedarían sin silbato.
El milagro de Madrid
Mención especial merece que El País, Ara, La Razón, El Mundo y La Vanguardia den portada a la operación de propaganda organizada ayer por la presidenta de Madrid, Isabel Ayuso, que invitó al alcalde de Madrid, Manuel Almeida, y al primer diputado del PP por Madrid, Pablo Casado, a inaugurar el llamado "hospital de pandemias" de Madrid, operativo en un 27%, y cuyo coste (100 millones) es el doble del previsto, según informa la Cadena SER. Este "hospital abierto a España" está atendido por 116 sanitarios "voluntarios" de los 669 profesionales previstos. Casado preguntó a Ayuso si había quirófanos, ella no supo responder y el ingeniero Miranda la salvó del mal paso diciendo que sí, que dispone de "salas de procedimientos, como Ifema [el hospital de campaña]". El séquito entró y salió por la puerta de atrás para esquivar a los periodistas, que querían hacer periodismo y preguntar. La presidenta, en su discurso, había hablado del milagro de Madrid. Amén.