Las portadas son hoy unánimes al culpar a ERC porque Miquel Iceta aun no ha conseguido los votos para que el Parlament le designe senador y sea presidente de la cámara alta española. El relato que fabrican en portadas, editoriales y columnas, una vez más, es el del indepe fanático, tan cegado que no sabe sacrificarse para aceptar un favor, un gesto piadoso, una señal de amor, una misericordia amable. El independentismo se ha vuelto a disparar un tiro en el pie. Si es que no aprenderán nunca.
Los diarios podían haberlo explicado diciendo que los socialistas han sido incapaces de ganarse los votos al negarse a un gesto hacia ERC —o al "secesionismo", por decirlo como El País. También podían haberlo atribuido a la dificultad del "secesionismo" para conceder nada a el "unionismo" en medio de un doble (o triple) campaña electoral o, en fin, a la dificultad del "secesionismo" para premiar al "unionismo" mientras el Tribunal Supremo mantiene encarcelados y juzgados a sus líderes y la Junta Electoral les priva de sus derechos porque primero es cumplir los horarios de la prisión donde permanecen encerrados o mantener la ficción de que son unos fugitivos. Porque, como todo el mundo sabe, cuando dos no se ponen de acuerdo, la culpa es sólo de uno de ambos. Si de esos dos, además, uno es "secesionista"… ya estamos al cabo de la calle.
La Vanguardia sigue conmocionada por las elecciones en la Cambra de Comerç de Barcelona. Hoy explica con un deje de indignación que el Govern quiere reducir la representación de los "escaños de pago" (sic) en el ente cameral. Es decir, el Govern establecerá que todos los escaños se voten y que los votos de las empresas grandes tengan el mismo valor que los votos de pymes y autónomos. Qué horror. Es el derrumbe de toda una civilización y de un sistema de valores.
Es complicado entender por qué el diario de referencia de la capital catalana se enerva porque el Govern limpia uno de los últimos reductos del caciquismo y del pucherazo legalizado. Es como si La Vanguardia se pone a defender el sufragio censitario, que limitaba el derecho de voto o de ser electo a quien acreditaba cierta renta o número de propiedades. Un historiador demagogo conectaría ahora la actitud del diario de los Godó con el caciquismo de finales del siglo XIX en l'Anoia, la Lliga Regionalista y etcétera.
No vale la pena, sin embargo, porque Miquel Valls, el presidente saliente de la Cambra, lo explica con mucho nervio en una entrevista en El Punt Avui. "La Cambra la pagan grandes empresas para servir a las pymes", dice. A ver. La Cambra tiene un presupuesto anual de 18 millones de euros, de los que sólo un millón y pico proviene del pago por escaños de catorce "grandes empresas". Ingresa otros nueve millones y algo por cursos de formación o el alquiler de espacios como la Llotja de Mar. El resto corresponde a subvenciones públicas. Ejem. ¿No sería más ajustado a la realidad decir que "La Cambra la paga el dinero público para servir las pymes"? Al fin y al cabo, las "grandes empresas" no cubren ni el 6% del presupuesto. Por otra parte, son justamente las pymes y los autónomos los protagonistas de la revuelta electoral que ha echado de los órganos rectores a gente como Valls y las "grandes empresas". ¿Podría ser que las pymes no se sintieran bien servidas?
El tercer gran qué de las portadas de hoy lo resume la mítica, épica y patriótica portada de ABC, indignado porque Margarita Robles, ministra de Defensa de España, ha ordenado a la fragata Méndez Núñez que se retire del grupo de combate del portaaviones norteamericano Abraham Lincoln, que opera en el Golfo Pérsico. Parece que llegan vientos de guerra, de perfidias y traiciones entre los EE.UU. e Irán y la ministra no quiere vestirse de luto para recibir ataúdes de marineros españoles muertos en un conflicto que no es el suyo y del que tuvieron la culpa los americanos. Quizás los directores de ABC, La Razón y El Mundo, tan valientes con las vidas de otros, se animarían a hacerlo.