Hay que tener mucha sangre fría para transformar el discurso de Pedro Sánchez de ayer en el Congreso en un "giro al centro" como venden hoy en portada El País —sin cortarse— y El Mundo —con un poco más de gracia. Sánchez repitió casi todos los tópicos anticatalanes agrios y oxidados. Pueden resumirse en dos expresiones. Una, acusación al independentismo de revuelta de ricos insolidaria "con los pobres de España" (el catalán tacaño, vaya). La otra, que sus planes para Catalunya son los mismos que para Extremadura (Catalunya es una región más). Cualquier catalán, indepe o no, advierte que Sánchez da así la razón a aquel otro tópico de Josep Pla que equipara a los españoles de derechas con los de izquierdas. Peor aun, cualquier español se daría cuenta de que un gobernante está en la luna de Valencia al oírlo decir que tiene "los mismos planes" para Asturias que para Murcia, para La Rioja que para las Canarias. Más todavía respecto a Catalunya.
Pedro Sánchez perdió ayer los papeles. Es normal. Molesta desperdiciar cinco meses en humo y espejos, fracasar a la hora de formar gobierno. A la vista de todo el mundo. La Vanguardia lo retrata de pies a cabeza en su titular: "Sánchez abre la campaña con reproches a sus posibles aliados". No le sobra ni una palabra. El Periódico y Ara tocan la misma música, aunque la letra es más plana en el diario de los Moll. Ara recuerda en un subtítulo que Sánchez blande una reforma constitucional que afiance el bipartidismo —a espaldas de los partidos indepes, nacionalistas, regionalistas. La constitución no se toca... hasta que se toca. Mira por dónde, aquí coincide con una manía muy amada en Ciudadanos. El Punt Avui va más cara a portería y calienta a su parroquia con las alusiones de Sánchez al 155.
Extravagante y cómica
Dos notas más, un poco extravagante y otra entre inquietante y cómica. La extravagante es que, por voluntad o coincidencia, El Punt Avui lleva sobre el titular principal esta otra información: "La repetición de las elecciones en Israel no desencalla el bloqueo". Si no es un guiño, es una casualidad muy apropiada.
La segunda nota es La Razón, que abre la portada diciendo que el Rey organizará su propia agenda para alejarse de la mala imagen de los partidos. La explicación es cómica: no quiere comprometer el prestigio de la corona con el papelón de los partidos. De hecho, dice el diario, Felipe VI ya suspendió viajes y desapareció de escena mientras duró el bloqueo en 2016. Ahora hará lo contrario. Desde luego, necesitará esforzarse. En la encuesta del CIS, la valoración de la monarquía se ha hundido de los 7,46 puntos sobre diez de 1994 a los 4,34 de abril de 2015. Después ya no disponemos de más datos, pues el CIS dejó de preguntar la cosa, no fuera a ser que.
La parte inquietante de este asunto es que, desde hace unos días, los diarios de la derecha mediática festejan al Rey como si fuera uno de los poderes del Estado y no el jefe de una institución representativa que tiene muy tasadas sus funciones —con "agenda" o sin—, entre las cuales no figura ninguna definida entre los tres poderes de una democracia. Los partidos tendrán el prestigio que tengan, pero sí son parte esencial de aquélla. Da un cierto escalofrío la sospecha de que esos diarios promocionan una cosa parecida a un nuevo caudillo. Decir esto suena exagerado y a despropósito, sí. Pero si el procés fue "una rebelión violenta", Vox es "un partido constitucionalista" y el viraje españolista de Pedro Sánchez es "un giro al centro"… todo podría ser.