"Puta Europa", tuiteó ayer Alfonso Ussía, un columnista de referencia de la ultraderecha caviar. "Espero que las cosas que se han hecho bien en España no las venga a enmendar un tribunal que tiene una jurisdicción y unas competencias que no coinciden con las del Supremo", declaró ayer Alberto Núñez Feijóo, presidente de la Xunta de Galicia y gurú moderado del PP. "No se puede argumentar que la sentencia del Tribunal de Justicia de la UE (TJUE) demuestre que España es un estado poco democrático, autoritario o directamente fascista donde la justicia no funciona", tuiteó ayer Astrid Barrio, lideresa de la Liga Democrática, partido que quiere "reunir al catalanismo que respeta la Constitución". "La sentencia sobre Junqueras es herencia del Gobierno de Rajoy", declaró ayer a la COPE Carmen Calvo, vicepresidenta española en funciones.

La lista de burradas, tonterías y excusas como las mencionadas sería larguísima. Esa elección aleatoria de reacciones manifiesta el estado de negación casi infantil —los ojos bien cerrados para no ver la maldita sopa— en que ayer entró buena parte de la intelligentsia y el kommentariat españoles una vez hecha pública la decisión del TJUE sobre la inmunidad parlamentaria de Oriol Junqueras. Es fácil imaginar a muchos de estos prohombres y promujeres encerrados en sus despachos, mascullando entre dientes "puta Europa" mientras patean los muebles y golpean sus puños cerrados sobre la mesa.

Mala figura

Los diarios de hoy hacen más o menos la misma mala figura, sea en las portadas, sea en los editoriales —o en unas y otros—. Los más rabiosos y menos sofisticados, como El Mundo, hablan de la sentencia como de la agresión de una potencia extranjera, en línea con las bobadas patrioteras de Vox, herederas de la conspiranoia franquista del "contubernio judeomasónico".

ABC y La Razón, más señoritos, cogen el rábano por las hojas e intentan disfrazar la enmienda al Supremo de enredo en las negociaciones ERC-PSOE para la investidura de Pedro Sánchez.

Sobre los derechos vulnerados de Junqueras o la doctrina jurídica establecida —los requisitos estatales no obligan—, silencio. También silencian que los tribunales europeos son parte del sistema judicial español —en concreto su última instancia— y dejan flotar la idea de que apoya a los "golpistas", que España ha sufrido un ataque a su soberanía y a la Constitución. El enemigo exterior.

Qué esconde 'El País'

El más sofisticado es El País. Explica fríamente los hechos en portada, eso sí, pero en el editorial se esfuerza por preservar el relato de la imparcialidad y pulcritud del Supremo en el juicio y la sentencia del 1-O. "El argumento de una justicia española parcial amonestada por una justicia europea respetuosa con el derecho [...] no se sostiene desde el momento en que el mismo Tribunal Supremo es quien se dirigió al de Luxemburgo" para aclarar dudas sobre la inmunidad, como queriendo decir que la sentencia del TJUE enmienda un simple error procesal, como cuando avisas al tendero de que el cambio está mal o que la bolsa no hace falta.

El País, sin embargo, explica la parte que le conviene y esconde los trapicheos del Supremo para evitar la acreditación de Junqueras en el Parlamento Europeo, que es lo que reprueba el TJUE. Le denegaron el permiso que el diputado encarcelado había solicitado para cumplir los requisitos legales —jurar la Constitución ante la Junta Electoral— y después alegaron que Junqueras no los había cumplido para dejar vacante su escaño y negarle la inmunidad. La sentencia del TJUE explica que, con este truco, el Supremo desprotegió los derechos de Junqueras y la competencia del mismo Parlamento, al que debía pedir el suplicatorio si quería seguir con el juicio porque, según el TJUE, prevalece el interés de la soberanía popular —el Parlamento— sobre el procedimiento judicial, prisión preventiva incluida. El diario también oculta que el Supremo no esperó la respuesta del TJUE y prosiguió con el juicio, apremiado por condenar a Junqueras, aunque la respuesta podía ser negativa, como así ha sido.

Al menos, en una nota positiva, El Periódico, hoy, se redime de esta portada del 1 de noviembre de 2017 (la de hoy la tienes al final de todo):

EPC deje lo estar

Salvar a Marchena

Tampoco se ve en ningún diario la más mínima crítica a la sala segunda del Supremo ni a su presidente, Manuel Marchena, que ahora no sólo deberá aplicar la sentencia europea, sino que corre el riesgo de que le anulen la sentencia del 1-O, porque no podía actuar en aquel momento contra el acusado sin el suplicatorio. La defensa de Junqueras ya ha anunciado que pedirá la nulidad en el Supremo. Si no se la otorga, recurrirá otra vez al mismo TJUE, que sin duda tendrá en cuenta que Marchena y los restantes ocho magistrados tuvieron más prisa en sentenciar que diligencia en respetar los derechos de Junqueras y de la eurocámara.

La narrativa del juicio del 1-O que hasta ahora han hecho los diarios —incluidos los dos de Barcelona más vendidos— hablaba hasta ahora "del escrupuloso desarrollo del proceso" en "un tribunal democrático, que ha concluido un juicio justo, imparcial y con garantías" con una sentencia que "no admite más que el acatamiento" porque "resulta de la estricta aplicación de las leyes penales en un Estado de derecho y no de un juicio parcial ni de una venganza" a manos de una justicia politizada. Uno de los libros dedicados a este juicio se titula, precisamente, Ni vencedores ni vencidos. A la vista de la sentencia europea, ese relato de flores y mariposas empieza a flaquear. El Financial Times, un diario de confianza, dice en el titular de su crónica que la sentencia europea "hace dudar" de la decisión del Supremo. El resto de la prensa seria europea trata el caso de manera parecida.

A los diarios constitucionalistas que han fabricado el cuento de hadas judicial les costará mucho encajar el nuevo capítulo escrito en Luxemburgo. Que se preparen. No será el último.

ME

ABC

LR

EP

LV

EPC

AHORA

EPA