El veredicto de las portadas de los diarios —de los que hoy no hacen huelga— es unánime: el presidente Torra se ha quedado solo. Lástima que Ara y El Punt Avui no salgan al quiosco, porque la muestra queda coja sin las sensibilidades soberanistas que representan. Significativamente, los disturbios en protesta por la sentencia del 1-O —las barricadas, los garrotazos, las trifulcas— quedan fuera de la mayoría de portadas. Los diarios han olido la sangre del Govern herido y no están para cuentos. Es cuestión de horas que empiecen a pedir elecciones.
El Periódico, de raíz popular y más beligerante con el presidente y el Govern, utiliza un lenguaje más directo y abrasivo ("Gobierno fracturado", "[presidente] aislado", etcétera). Su fotografía de portada es magnífica: ella sola justifica el contenido y tono de la letra de la portada. Lástima que la hayan editado con tan poco aire. Torra busca el contacto de los consellers de su banco y no lo encuentra: Aragonès vuelve la cara, Budó tiene la mirada perdida y Buch consulta el móvil. Un retrato casi perfecto del momento. La Vanguardia, más cortés y más pegada a los hechos concretos, hila más fino pero no le falta contundencia para decir lo mismo.
Entre los diarios de Madrid es oportuno comparar cómo escriben la portada El País y ABC. Dicen lo mismo (Torra se queda solo), pero el diario progre lo hace jugando la pelota y el tabloide monárquico con una entrada al tobillo con las dos piernas. No hacía falta. Si tienes un asunto tan potente como el atardecer de un presidente y de un Govern quizás no hay que presentarlo con tantas salsas, no sea que el sabor del contorno, como llaman los italianos al acompañamiento, disguste la materia principal del plato. Lástima. A ABC siempre le pueden sus manías.
Brexit y Catalunya
Otro gran asunto de las portadas es el acuerdo a que han llegado el gobierno británico y la Comisión de la Unión Europea sobre el brexit. En síntesis: Irlanda del Norte quedará unificada (aduanas y fiscalidad) con la República de Irlanda (oficialmente, la UE) si la Cámara de los Comunes aprueba este sábado el nuevo acuerdo de separación. Mantener ese status a partir de 2022 dependerá sólo del parlamento de Irlanda del Norte por mayoría simple. Eso resuelve el principal obstáculo del acuerdo: evitar una frontera dura dentro de la isla, tal como se pactó en los acuerdos del Viernes Santo de 1998 que sellaron el fin del conflicto.
El Mundo advierte las implicaciones de ese acuerdo para el conflicto con Catalunya y abre su primera página, alarmado de que ni a la UE ni a Gran Bretaña les chirríe que Irlanda del Norte quede, de hecho, bajo soberanía de la UE, es decir, un cambio de fronteras encubierto, ni que sea provisional y sometido a reválida posterior. Si funciona y el parlamento norirlandés no lo revoca, la reunificación política de la isla es cuestión de tiempo, poco o mucho. Todo dependerá de la composición de la cámara norirlandesa en 2022, que bien puede ser republicana y no unionista. Actualmente, once de los 18 diputados son unionistas y siete, republicanos. Europa puede ser muy pragmática cuando quiere.