Hay como un sonido alegre en las portadas de los diarios —¿cómo llamarlos? ¿normales?—, que pueden caracterizarse como los que no están en alerta permanente porque la patria está a punto de morir o porque los enemigos de la nación organizan una nueva conjura para hacerla desaparecer. Las portadas normales abren con una claridad esperanzada, con la información de que el gobierno español tiene arreglado el plan de vacunación contra la Covid-19. La previsión es que las autonomías no hagan gran cosa y que volvamos a la matraca de "lo vencemos unidos", etcétera. Bueno. Es importante saber que alguien ya piensa en cómo nos vacunarán, quién va primero y quién viene después y toda la pesca.
El Govern también se ha añadido a la cosa y ha puesto en marcha muchas iniciativas: cribados masivos, movilización de las farmacias como centros de test, más rastreadores de contagios y sus contactos... Las cifras que sirven para medir el avance o retroceso de a pandemia son favorables y hay un plan de desescalada muy medido —lo llaman de otro modo pero es de desescalada, ya nos entendemos. Da seguridad. Cuando menos, un poco de calma.
Hasta aquí, las portadas, digamos, normales. En las anormales —son los de siempre— lo de las vacunas no conviene porque, en su obtusa mentalidad partidista, supone un éxito para el gobierno "socialcomunista" y las autonomías que no quieren reconocer ni atribuirles. Pobre gente, todo el día sufriendo. Qué drama. Hoy, pues, anuncian ya los asuntos con que quieren inquietar al Gobierno y a sus lectores, gente sufrida, la próxima semana.
Los dramas de España
Los dramas que amenazan la supervivencia de España, son, de momento, los migrantes que llegan del África subsahariana a las Canarias, y la nueva ley educativa, que no declara lengua vehicular a ninguna de las lenguas habladas en España.
Respecto a la migración, los diarios de la derecha madrileña hacen el tipo de información lepenista que fomenta la xenofobia y precede al racismo. El País, en cambio, con un par, ha enviado (o tiene) a alguien en el principal centro emisor de esos migrantes, en Senegal. Así puedes saber por qué hay jóvenes que ponen su vida en juego para atravesar el Atlántico en una barcaza miserable. Incluso puedes empatizar con ellos. No hay que esconder que al Gobierno esta ola migratoria la ha pillado en la luna de Valencia —estaban avisados desde febrero y no han hecho gran cosa. Pero de todo este tema se hará un arma para perjudicar al ejecutivo de Pedro Sánchez.
Algo parecido ocurrirá con la ley Celáa, la octava ley educativa de la democracia que se aprueba contra la oposición (ahora le ha tocado sufrir al PP) y contra la mitad del mundo educativo (para variar, le ha vuelto a tocar a la escuela concertada). La derecha, sin embargo, ha hecho de ella un arma porque el español (ni ninguna otra lengua) no queda establecido como lengua vehicular de la enseñanza. Eso se vende como que el PSOE ha cedido al chantaje separatista, etarra y comunista, que el español entra en riesgo de desaparición, etcétera. Es una manera de decir sin decir que la culpa es de los catalanes. Ya se sabe que fabricar un enemigo externo con gente que te cae mal es un remedio fácil a la falta de ideas y de temple político. Suerte que estamos en 2020 y no en 1920.
Ten presente a Ernest Lluch. Hoy hace 20 años exactos que lo asesinó ETA. Fue e hizo muchas cosas, pero vale la pena recordarlo como uno de los que hicieron posible el magnífico sistema sanitario público que de tantas nos salva en estos tiempos de pandemia.