"Una colonia es el territorio de un país desde la perspectiva del derecho internacional, pero es un territorio extranjero desde la perspectiva del derecho del país". Citar al jurista alemán Carl Schmitt tiene riesgos, porque es uno de los teóricos del III Reich. Es cierto que a Schmitt lo pusieron fuera de la circulación las mismas SS, en 1936, porque no lo consideraban lo bastante nazi. Al acabar la guerra, sin embargo, pasó por el tribunal de Nüremberg. Nunca se arrepintió de nada. Lo dejaron ir cerrándole perpetuamente el regreso a la universidad. Se retiró a pensar y a escribir a su pueblo y allí murió en 1985. A pesar de todo, su trabajo ha sido una influencia notable en un espectro multicolor de intelectuales contemporáneos, ninguno de ellos sospechoso de nazi: Benjamin, Strauss, Agamben, Hayek, Derrida, Mouffe, Negri, Arendt, Habermas, Žižek... La mencionada definición de colonia es parte de su contribución al Derecho Internacional. Schmitt dice mucha cosa sobre este particular y ahora sería un lío dar aquí cuenta de ello. Se puede resumir. Una colonia, explica nuestro hombre, es un lugar del planeta donde no rige la ley, un espacio periférico donde la violencia puede ejercerse sin impedimentos ni aplicación del derecho. No es difícil aplicar el concepto a Catalunya al ver las portadas de los diarios editados en Barcelona. Todos explican que el Estado español invirtió en Catalunya el 35,8% de lo que había comprometido en los presupuestos de 2021, acordados con ERC y el PDeCAT. Catalunya recibió 739,8 millones de euros de los 2.068,1 previstos. En cambio, Madrid triplica el gasto por habitante de Catalunya. El Estado ha gastado allí un 84% más de lo que había presupuestado.

Es complicado dejar de pensar en Catalunya como una colonia en sentido schmittiano, un territorio extranjero del que el Estado se siente propietario y sobre el que, en consecuencia, aplica la ley y hace política de forma arbitraria, discrecional y caprichosa. No es sólo que el Estado español no invierta en Catalunya el dinero comprometido, que en muy buena parte proviene de Catalunya. En el editorial de hoy, el director de esta santa casa hace recuento de otros asuntos tratados con un afán... colonial. Los jueces imponen inicuamente medidas lingüísticas que ignoran al Govern y a la pedagogía para perjudicar el catalán. Lo mismo hacen el gobierno y el Congreso españoles en cualquier ley relacionada con la lengua. El último caso, de la semana pasada, es el de la Ley del Audiovisual. El Estado espía a los dirigentes independentistas, incluidos cuatro presidentes de la Generalitat, y a sus familias y abogados —como si fueran terroristas o narcos—, después de las condenas desmesuradas y un juicio fabricado a los líderes del 1-O, desde la asignación del tribunal a las investigaciones policiales y hasta la sentencia final y el indulto parcial con que se les mantiene atados. No hay caso, por fantástico que sea, que la justicia española no aproveche. Los últimos: acusar a cuatro altos cargos de Salut de retrasar las vacunas a los policías y guardias civiles españoles; sobreseer los casos de espionaje al expresidente del Parlament Roger Torrent y al exconseller Ernest Maragall, o pedir ocho años de prisión a un manifestante independentista por golpear la muñeca de un policía con el palo de una bandera.

¿Qué preocupa a los diarios de Madrid, sin embargo? Que la Generalitat, ejerciendo sus competencias, ha aprobado un decreto por el que indica la "inaplicación de parámetros numéricos, proporciones o porcentajes" en el uso de la lengua en la escuela. Eso es presentado como una "desobediencia" al Tribunal Superior de Justicia de Catalunya, que se sacó de la manga el 25% mínimo de castellano. Un escribiente español de alguno de estos diarios hablaba del procés independentista como de un "golpe de Estado posmoderno". Quizás ahora también se animaría a hablar de "colonialismo posmoderno". Sólo tendría que seguir su mismo razonamiento. Así se alimenta la espiral que acaba enfrentando a quien le parece que se queman pocos contenedores con quien cree que a los catalanes se les pega y espía demasiado poco.

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