Impresiona ver cómo las fotografías del Congreso del PP de Madrid, que abren las portadas de los diarios de la capital española, envían un mensaje que no se dice en público, no se acaba de escribir en titulares y sólo murmuran a media voz algunos nombres del kommentariat madrileño. Lo saben todos y es profecía: Alberto Núñez Feijóo, el actual presidente del PP, es un líder provisional y débil. Su papel es hacer de auriga del carro donde da la vuelta en el circo Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la comunidad de Madrid y ahora también presidenta del PP regional. Ayuso aparece en todas las imágenes como vencedora y la deseada y los títulos no hacen más que confirmar cuál es la corriente de fondo: la presidenta madrileña es la esperanza del mundo conservador para derrotar a Pedro Sánchez y su coalición con los comunistas (la izquierda hija del 15-M), los separatistas (los soberanistas de todos colores y algunos partidos regionales) y los terroristas (los vascos de Bildu). El gobierno ilegítimo de la anti-España, vaya.

Ayuso no tiene manías: es la derecha dura que busca brega, pacta con Vox y manipula y tuerce la verdad y los hechos cuando le conviene. Feijóo no es nada de todo eso, más bien todo lo contrario. Ambos han ganado muy bien en las respectivas regiones, Madrid y Galicia, y así se presentan como modelos a seguir por el partido a nivel estatal. La cosa es que Ayuso ha capturado —o ha sido capturada, es de mal decir— por los intereses económicos que en el Gran Madrid se hacen y deshacen, y ha cooptado a casi todos los medios de comunicación y a columnistas y tertulianos. Feijóo queda como mayordomo mientras el PP normaliza poco a poco el nuevo estatus político del que es protagonista: las coaliciones de octanaje diverso con Vox en Castilla-León, Madrid y la inminente en Andalucía.

Las portadas de los diarios de Madrid son, pues, una especie de esquela mortuoria de Feijóo. Todas las maniobras, volteretas y contorsiones que ha intentado para dar al PP un aire de partido conservador más o menos homologable en Europa han sido ignoradas, reprobadas o menospreciadas por los grandees del PP, sus medios (casi todos) y sus corifeos. La última es muy significativa. Feijóo ofreció en Barcelona, ante el Círculo de Economía, un "catalanismo moderado y de senyera" que en Catalunya es el hazmerreír pero que para el actual PP es aguardiente de 60 grados. Días después, su coordinador general, Elías Bendodo, lo concretó más al decir que España era "un estado plurinacional". Pobres. Los guardianes de la derecha extrema, que ya habían levantado una ceja con la propuesta de Feijóo, al oir la de Bendodo desataron las siete plagas de Egipto: les cayó encima toda la brunete mediática, los llamados barones regionales, la FAES de Aznar y los tontos útiles de guardia del PSOE nacionalista, que nunca fallan cuando se trata de blandir la rojigualda y vivir a espaldas de otros. Feijóo ha aprendido la lección: no salirse de las líneas que le han trazado, el estrecho pasillo de la custodia transitoria. De ahí las imágenes donde celebra a Ayuso, le abre el paso, levanta su brazo como los vencedores del boxeo o se inclina ante ella como si fuera su jefe.

¿Qué puede salir mal? Pues el tema que reaparece hoy abriendo la portada de El País, después de tres días de ausencia: la corrupción y los abusos de poder del Partido Popular mientras ocupó el gobierno de España liderado por Mariano Rajoy. El diario no se corta en pronosticar, en el mismo texto de portada, que "las grabaciones secretas de Villarejo dejan al PP desnudo y ante un futuro incierto en los tribunales, [cosa] que ha sembrado la preocupación entre dirigentes de la formación". Debajo se ve la foto de Feijóo inclinándose ante Ayuso, como queriendo decir. No se puede decir más en menos. Atención pues a toda esta movida en las semanas y meses que vienen. La partida es larga.

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