Alberto Garzón es economista. Es del Partido Comunista. También es un sinsuerte, un desafortunado y pelín bocazas. Es muy mala combinación para ser ministro de Consumo de España, que es su trabajo, menos aun en el actual ambiente político y mediático de Madrid. Ayer tuiteó un clip de vídeo (hasthag #MenosCarneMásVida), donde advertía muy solemne que hay que consumir menos carne. Es cosa conocida. En agosto de 2019, el Grupo de Expertos sobre Cambio Climático de la ONU —el rien ne va plus de la cosa— publicó un informe que Nature, revista científica de referencia, titulaba así: "Come menos carne: el informe de la ONU sobre el cambio climático pide un cambio en la dieta humana". Sin embargo, claro, si tienes poca gracia, el clima político está que ríete tú del calentamiento global, y te vigila la manada mediática de la derecha —que vendría a ser el 80% de los medios—, la última cosa que haces es entrar voluntariamente en esa hoguera. A Garzón, ayer, lo asaron como a uno de esos chuletones "imbatibles" que le gustan a Pedro Sánchez. Sindicatos de agricultores, patronales de la industria cárnica, el PP... Las portadas del Trío de la Bencina abren con este asunto, que no es más que una verdad incómoda torpemente explicada y que les ahorra encarar la realidad del país, donde entre unos y otros, desde los gobiernos a la industria del ocio, han tendido la alfombra roja a la quinta ola de la pandemia, que pone en riesgo otra temporada turística. La segunda.

De esta última cuestión se ocupan las portadas de los diarios impresos en Barcelona, que ignoran o arrinconan la llamada guerra del chuletón, seguramente porque les parece más grave perder dos temporadas turísticas seguidas que el brindis al sol ecológico de un ministro de mal agüero a quien hasta ahora no se le conoce más mérito que ser cuota partidaria de Unidas Podemos. Quizás también tienen en cuenta que, en Catalunya, el consumo medio de carne en 2020 fue de 52 kilos por persona y año, 13,75 kilos menos que la media de la UE y 13,12 menos que la media española. Quizás a los diarios de Madrid (no todos: El País no hace ni caso a la guerra del chuletón) les pilla lejos el rebrote de la pandemia y las consecuencias económicas que comporte.

'La Vanguardia' se inquieta

La Vanguardia está muy inquieta al detectar las primeras grietas en la mayoría parlamentaria del Govern en la votación de una oscura moción del PSC sobre sectores económicos donde se mezcló la candidatura a los Juegos Olímpicos de invierno de 2030, y otra moción aun más arcana sobre la ampliación del Prat. ERC se abstuvo. Junts votó a favor. Qué escándalo, eh. En fin. Las dos mociones son intrascendentes. Desconcierta tanta angustia por dos minucias parlamentarias —sea dicho sin afán de ofender a la cámara. En este tipo de trasiegos legislativos, los diarios suelen aplicar una defensa en zona ligera, pero se conoce que La Vanguardia ha decidido hacer presión en toda la pista desde el inicio del partido, como avisando al Govern que no están para canciones y que saben su nombre y dónde viven, como De Niro en Los padres de ella. Está muy bien, claro. Ahora, si por tan poco hacen tantos aspavientos, quizás no tendrán bastante portada para explicarse cuando lleguen las desavenencias reales en asuntos de verdad. Que llegarán.

 

Foto principal: Robert de Niro en una escena de Los padres de ella