Alguna cosa inquieta a las portadas impresas de Madrid. Este viernes se les nota un estado de excitación grande, como el del gentío que hace cola en los grandes almacenes el primer día de rebajas, inquieta y vigilante al mismo tiempo. El Mundo y La Razón ponen a Vox bajo la oscuridad de la sospecha o le hacen hacer una mala figura. El tabloide ultra dice que Santiago Abascal "militariza" el partido del brazo de Jorge Buxadé —vicepresidente de acción política y eurodiputado—, que "se entrega al catolicismo tradicional", "purga a los críticos y a los liberales [sic]" y todo de cosas que hacen ruido de cosa autocrática y fatal. Es el árbitro enseñando una tarjeta amarilla a un jugador que se ha envalentonado demasiado después de tolerarle media docena de marranadas sin decirle nada.

La Razón hace sonar otra campana, clásica, y dice que Vox asusta al capital: las empresas del Íbex, los fondos de inversión. En la portada no cita ninguna empresa ni fondos en concreto. ABC dice que Isabel Díaz Ayuso estrena un gobierno "de tecnócratas y gestores" —como queriendo decir que se pone a ello y no se enreda en más ideas ni valores que la eficacia— y que "exhibe buena sintonía con Vox". El País —con afanes diferentes a los otros tres diarios— se hace eco del desasosiego entre los mandamases del PP "por el descontrol de los pactos con Vox" y tiene la mala sombra de destacar esta declaración: "El Vox de Valencia [quiere decir el País Valencià] es lo mismo que el de Extremadura". Aquí pasa alguna cosa.

¿Qué es? De entrada, que Vox, como los jueves, está en medio de todo. Nunca un partido que, como mucho reunirá un 15% del voto, se había visto en una situación tan buena, tan decisiva. Kingmaker, dicen en inglés: hacedor de reyes, los que sacan y ponen gobiernos. Todo el mundo habla del partido ultra, al que no le hace falta gastar mucho dinero en ninguna campaña, dado que se ha apropiado del debate en sus propios términos y los medios los reproducen sin necesidad de hacer ningún anuncio ni pagar la propaganda. Incluso ha recogido buenos espacios y tiempo de publicidad para reprobar sibilinamente a Maria Guardiola, la líder del PP en Extremadura, que resiste los avances de la ultraderecha arriesgando sus posibilidades de ser presidenta regional.

¿Qué más? Pues incluso a tu portadólogo de confianza le cuesta ver cuál es exactamente el hilo conductor de todo. Quizás los diarios de Madrid ya han descontado la victoria del PP en las generales y ahora se dedican a enviar mensajes a Vox para que se porte bien, que no arruine la derogación del sanchismo ni enerve a la gente, especialmente si representan algún interés protegido. También podría ser que tengan miedo de que las exigencias excesivas de Vox —parlamentos, consejerías, ministerios, empresas públicas, organismos del Estado...— y su tono arrogante y castrense alejen a los votantes de la causa o ensucien la victoria de la derecha que ya vislumbran allá lejos. Otros piensan que todos estos aspavientos con Vox, incluido el desplante de Extremadura, son apenas una comedia para presentar al PP como un partido moderado y centrista que contiene el extremismo de sus inevitables compañeros de viaje. Continuará.

El País
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