Hace semanas que la derecha impresa da dos pasos adelante y uno atrás en la lucha de poder entre Pablo Casado, presidente del PP, e Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la comunidad de Madrid. Hoy hasta El País se apunta a la fiesta, en contrapunto a las portadas de La Razón y El Mundo, abiertas con entrevistas a dos de los llamados "barones regionales" del PP, que claman por la "unidad", palabra en código para señalar a Casado que no se enroque. Inquieta a Casado que ella también aspire a presidir el PP de Madrid, cosa que la pondría en el escaparate como alternativa a él, que por eso mismo no quiere darle espacio dentro del partido, donde Ayuso es popular tras su victoria clara sobre los socialistas en las elecciones regionales. Los barones del PP la ven como modelo a seguir: rebaja impuestos, torea al gobierno central en plena pandemia y chulea a Pedro Sánchez cuando quiere. Ella parece el Correcaminos y él Wile E., el coyote que fracasa una vez y otro en el intento de cazarlo.

Casado se arriesga a hacer un papelón parecido al de Sánchez. Sólo el miedo que tiene a Ayuso explica que no la deje competir por el partido en Madrid. Ella tiene su punto: no quiere ser menos que los presidentes gallego y andaluz, Núñez Feijóo y Moreno Bonilla, en sus regiones. Encima, el calendario le perjudica. El año que viene debería celebrarse el congreso del PP de Madrid y al siguiente las elecciones autonómicas en Madrid. Si Ayuso llega presidenta del partido regional y en condiciones parecidas a las actuales, puede obtener la mayoría absoluta y ofrecerse para derrotar al PSOE y a sus aliados en las generales del 2024 al frente del PP, previa renuncia o apuñalamiento de Casado. Niente di personale, sono solo affari.

Casi todos los medios impresos y audiovisuales de Madrid la llevan en sillita de reina. Por ejemplo, nunca dicen que Madrid es la región europea con más muertes por covid-19 —son muertos que no cuentan o son patriotas por la causa—, ni de las sombras tras de su obra emblemática, el hospital Zendal, y hace semanas que tocan el timbal de que el gobierno central quiere destruir la capitalidad de Madrid, asfixiando a la región y a la ciudad, trasladando sedes de organismos públicos y tal pascual. Los últimos meses, además, se han abierto secciones de Madrid y Gran Madrid (El Mundo, La Razón, El Confidencial...), regadas con campañas publicitarias del gobierno regional, del Ayuntamiento de la capital española y de otros municipios de la autonomía en manos del PP, que son muchos y grandes. En plena crisis terminal de los diarios impresos, se hace extraña esta apuesta para manchar papel que la gente no compra. Si no es para vender más diarios, ¿por qué será? Tú mismo/a.

El temor de esos diarios y de su kommentariat es que la faida entre Casado y Ayuso perjudique el buen momento del PP, especialmente en Madrid, lo haga dependiente de Vox —cómo ya ocurre— y que en este río revuelto pesquen el PSOE y sus aliados. Los diarios no sólo perderían políticamente, ya me entiendes. Por eso hace días que retransmiten la crisis en voz baja, apenas en portada, procurando no inquietar a ninguna de las facciones enfrentadas y haciendo hablar a líderes populares de que envían mensajes en clave a favor de la unidad y los buenos alimentos, etcétera. El País, en cambio, moja pan, y lo presenta hoy como una conjura dirigida por un personaje oscuro y maquiavélico —Miguel Ángel Rodríguez, antigua jefe de gabinete de José María Aznar y ahora de Ayuso—, una cruda y triste pelea de clanes dentro del partido. Niente di personale, sono solo affari.

Bola extra. Parece que El Periódico le ha levantado a Ernesto EkaizerAra. Hoy se estrena en el diario de los Moll con una crónica sobre el duelo entre el magistrado Manuel Marchena y la presidenta del Congreso, Meritxell Batet. Hasta ahora, Ekaizer se dedicaba sobre todo a levantar las alfombras de todo cuanto asunto judicial implicaba a los líderes del Procés en la Audiencia Nacional y en el Supremo. Podríamos apostar si en su nuevo diario se dedicará al asunto con tanta intensidad —o si se dedicará al asunto a secas—. Veremos.

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