La victoria de Emmanuel Macron ocupa la cabecera de todas las portadas —salvo la de El Punt Avui, dedicada al CatalanGate— después de que, desde hace meses, una serie de primeras páginas te habían asustado con la posibilidad que Marine Le Pen, la candidata de la extrema derecha, llegara a sentarse en el palacio del Elíseo. Los títulos son de lo más vulgar. Van del tópico "Europa respira aliviada" (El Mundo, ABC, La Razón i Ara) hasta el tópico de la "fractura" de Francia (El País). Este último es el más perezoso de todos por dos motivos: Macron ha vencido por 16,6 puntos de ventaja, resultado que le otorga un mandato claro, y porque las elecciones ofrecían dos candidaturas y el resultado sólo podía ser una "fractura" entre uno y otra si te lo tomas por el lado melodramático. La Vanguardia lo hace con más maña, avisando de que la extrema derecha crece. El Periódico evita los tópicos, y hace una interpretación más natural de los resultados: Macron frena a la extrema derecha y no con una victoria pequeña. También se exagera la abstención del 27,7%. Es la más alta de los últimos 50 años, de acuerdo, pero sólo es 2,3 puntos mayor que en las elecciones de 2017 y más de un punto que la primera vuelta de hace dos semanas. No hay para tanto. La inercia de los diarios de papel —mirar por el retrovisor— no les deja ver que la partida más difícil del presidente de Francia empieza ahora. Macron se lo jugará todo en las elecciones legislativas de junio que viene. Atención, porque las dos últimas encuestas sobre esos comicios, publicadas este domingo por la noche, indican que la mayoría de los franceses no quiere que Macron gane las legislativas. Si pierde se verá abocado| a lo que en Francia llaman cohabitation: el Presidente debe compartir gobierno con un primer ministro y un consejo de ministros de otro partido. Macron ha superado un primer obstáculo. Queda el segundo. Los diarios se han quedado tan aliviados y respirando tan fuerte que parece que no se hayan dado cuenta de que el camino todavía va cuesta arriba. Escriben títulos más académicos que prospectivos, opción menos arriesgada pero también poco atractiva. Acogerse a la historia quizás les habría ayudado. Ninguno de los tres segundos mandatos presidenciales de la V República acabó bien. Ni el de Charles De Gaulle de 1965, ni el de François Mitterrand de 1988 ni el de Jacques Chirac de 2002. ¿Romperá Macron con esta, digamos, tradición?

Las elecciones francesas esconden el otro asunto del día: el fiasco de la visita del ministro de la Presidencia español, Félix Bolaños, a su homóloga catalana, Laura Vilagrà. El País hace lo que puede para maquillarlo. Titula que Bolaños ha ofrecido hasta tres vías para aclarar el escándalo del espionaje ilegal a más de 65 personalidades del independentismo catalán (que se sepa). Cuántas soluciones y qué generosidad ¿no? Veámoslo. Una es que lo investigue del Defensor del Pueblo. ¿Si el gobierno español no logró que el Defensor se hiciera cargo de la investigación de los abusos de eclesiásticos, cómo quieren convencer a alguien de que podrá encargarse del CatalanGate? De risa. Otra opción es una investigación interna del Centro Nacional de Inteligencia (CNI). ¿Los mismos espías tienen que averiguar este caso de espionaje ilegal? Parece raro. La tercera oferta es convocar la Comisión de Secretos Oficiales del Congreso. A ver... hace casi tres años que no se reúne y el PP se niega a activarla porque hay representación de EH-Bildu, los abertzales vascos. Además, en esta comisión no se entregan documentos, sus miembros "difícilmente pueden discernir la 'credibilidad' de la información" que se les ofrece y conocer lo que se esconde, e informar de las reuniones está penado, como ha explicado el exdiputado republicano Joan Tardà, que sabe una o dos cosas sobre la comisión. Quizás un título mejor sería que Bolaños propone tres callejones sin salida o, directamente, que no quiere que se sepa quién hay detrás del CatalanGate. El único beneficio de esta visita es que ABC se ha decidido a poner en portada la existencia del escándalo, ni que sea para acusar a Pedro Sánchez de vender al CNI, pobrecitos, que protege España del separatismo y el comunismo. Ni El Mundo se lo toma tan a pecho —y mira que ganas no le faltan.

Hablando de El Mundo, llama la atención un título en el fondo de la portada donde explica que la vicepresidenta económica, Nadia Calviño, "salva" de las sanciones de la UE a la cadena de supermercados Dia, alegando que no es propiedad rusa sino luxemburguesa. El 70% de Día es propiedad de LetterOne, la empresa del ruso Mikhail Fridman, uno de los oligarcas de Vladímir Putin, y está residenciada en Luxemburgo, país de fiscalidad privilegiada. Fridman y su socio Pyotr Aven son los fundadores de Alpha Bank, el principal banco privado ruso. Ambos han sido sancionados por la Unión Europea, el Reino Unido y los Estados Unidos a raíz de la invasión de Ucrania. Expansión, el diario económico español líder —propiedad del mismo grupo que edita El Mundo— ha dedicado espacio generoso a Fridman para que proclame que las sanciones a empresarios rusos fuera de Rusia no tienen sentido. Tanto cuidado con uno de los oligarcas de Putin debe ser pura casualidad.

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