El País es el único diario que abre la portada con la declaración Fiducia supplicans de la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF), que permite a los sacerdotes, en contextos no públicos ni institucionales, pronunciar una “oración breve y espontánea” para pedir “paz, salud, espíritu de paciencia, diálogo o ayuda mutua” sobre parejas homosexuales o divorciados vueltos a casar. La declaración incluye este acto entre las bendiciones porque amplía el sentido y las aplicaciones de esta práctica tan popular y, en previsión de confusiones, dedica el 90% de las casi 5.900 palabras que contiene a reiterar la que no convalida el estatus de estas personas ni “se altera de ninguna manera” la doctrina católica sobre el matrimonio. Además, la declaración no desautoriza, sino que desarrolla, una respuesta anterior de la misma CDF sobre las bendiciones de las uniones de personas del mismo sexo.

El País, sin embargo, tira por la calle de en medio y titula que “El Papa aprueba que la Iglesia bendiga a parejas homosexuales”. La frase hace entender justo lo contrario de lo que dice la docena de páginas y 31 notas de la declaración. El subtítulo aún alarga la confusión porque lo interpreta como “un paso trascendente para la aceptación de las uniones de gais y de lesbianas” para decir enseguida que “en ningún caso se equiparan al matrimonio”. Entonces, ¿de qué “paso trascendente” habla El País si todo queda como estaba? Por eso el resto de diarios no lo destaca en portada. Porque se dan cuenta de que el gesto del papa Francisco puede ser muy destacable desde el punto de vista pastoral y humano, pero no cambia el fondo ni la doctrina —ni lo pretende. El País habla de lo que le gustaría, pero no de lo que dice la declaración de la CDF. The New York Times, nada sospechoso de simpatías vaticanas, afina más y titula bien: “El papa Francisco permite que los sacerdotes bendigan parejas del mismo sexo”. “Los sacerdotes” y no "la Iglesia". Justamente eso es lo que la declaración se esfuerza en aclarar, como explica la información de esta santa casa, o los títulos de la columna que La Vanguardia publica en portada. Solo hacía falta leer la declaración y querer entenderla para no dar gato por liebre.

Las portadas de este martes son una buena muestra de la personalidad de cada diario, porque, como el lunes no ha proporcionado una noticia dominante, la elección de cada cual permite conocer cuáles son los asuntos que les motivan. Eso se aplica a El País —siempre tan aficionado a la materia clerical— y a los diarios de Barcelona. La Vanguardia, que siempre es buena si la bolsa suena, se inquieta por el futuro del comercio internacional a raíz de los ataques de los rebeldes yemeníes a los barcos que van o vienen del canal de Suez. El Periódico presta atención a la cosa social, aunque... ¿Por qué es noticia que dónde toca el gordo de Navidad aumente “temporalmente” el consumo y “crezca la actividad económica bajo el efecto de un optimismo contagioso”? Por mucho que lo diga el Banco de España, ¿qué esperaban? ¿Que aumentara la cifra de suicidios, bajara el precio del alquiler o se redujera el consumo de cava? Más en serio, El Punt Avui alerta de que los sin techo son cada vez más jóvenes y Ara habla de los cambios en el servicio pediátrico de atención primaria. El Trío de la Bencina, por contraste, sigue dando vueltas a la noria contra Pedro Sánchez con una creatividad y fantasía desbordantes, como cada día, cada día, cada día.

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