Pedro Sánchez se ha comprometido en el encuentro anual del Cercle d'Economia a cumplir el Estatut de Catalunya y los acuerdos con la Generalitat respecto a inversiones, traspasos y financiación autonómica, que se ha obligado a poner al día porque el actual sistema caducó en 2014. Ha añadido que respetará la historia, la lengua y la cultura catalanas. Con una condición: “todos los caminos pasan por Salvador Illa”. Guardar la ley y honrar los compromisos le ha ganado abrir la portada de La Vanguardia y la foto principal en la de Ara. Le ha salido barato, porque este ritual de prometer y no cumplir, esta trampa, se ha celebrado tantas veces en Catalunya —la “lluvia de millones” de Rajoy, el “apoyaré” de Zapatero…— que los diarios quizás deberían tomárselo con una pizca más de sal y de distancia. Cuando menos porque si alguien te engaña una o dos veces, pues mira, mala suerte; pero si ese alguien te engaña tres, diez o veinte veces, es culpa tuya. Perdón por el tópico. Ciertamente, a los políticos no se les puede pedir que no animen a la ciudadanía prometiendo por encima de sus posibilidades o de su voluntad. A los diarios, sin embargo, sí se les puede pedir un poco más de suspicacia, de prevención, de escepticismo. Sobre todo a la vista de los precedentes.
La Vanguardia titula que “Sánchez promete una financiación mejor ante los empresarios catalanes”, como si poniendo a estos testigos por garantía hiciera valer la promesa, aunque quizás añade esa apostilla para no repetir el título de siempre. El Ahora titula sin apostilla: “Sánchez promete mejorar la financiación”. Ni se da cuenta de la poca credibilidad de esta promesa así dicha. O sí, porque al título le acompaña una foto del presidente del gobierno español chocando manos con Salvador Illa junto a la presidenta de la Diputación de Barcelona, Lluïsa Moret, y el alcalde de la capital, Jaume Collboni. Quizás es un mensaje en código. En fin. Es posible que los diarios se hayan dejado llevar por el ansia, la esperanza y el entusiasmo de que Catalunya reciba un trato normal, legal, el que le toca. Les gustaría tanto que la promesa se cumpliera, que no pueden evitar publicarla siempre que alguien la hace —ahora Sánchez, mañana quien sea— como un hechizo que, por el mero hecho de pronunciarse, hace que pasen cosas. A eso se le llama magia, que se hace a base de trucos. Pero los diarios son, o tienen que ser, los que explican los trucos y señalan las trampas.