Las portadas de este miércoles estaban cantadas desde que se sabía que el Gobierno presentaría este martes el proyecto de presupuestos generales del Estado (PGE) para el 2023. Es una pena. ¿Qué leerá la gente que compra diarios, la mayoría de la cual, naturalmente, no tiene herramientas ni la cabeza para entender las cuentas públicas? Van a buscar cómo se ajustarán las pensiones, qué ayudas pueden recoger, las bonificaciones disponibles o si les tocarán la cartera con más impuestos. Habrá una ligera irritación por el aumento del 25% en el gasto de Defensa que se les irá pronto de la cabeza, porque la ministra Margarita Robles ya hace días que asusta a la ciudadanía —La Vanguardia del domingo tuvo la bondad de titularle la entrevista diciendo que "Putin no admitirá ningún tipo de derrota, es preocupante", una afirmación sin sentido porque las derrotas en una guerra no se aceptan, te las imponen— y la de Hacienda, María Jesús Montero, dice que el gasto en armas y militares generará más de 20.000 puestos de trabajo. Es una combinación de demagogias perfecta. ¿Quién favorecerá a un tirano que promueve una guerra criminal (dos, con la de Siria) o se opondrá a que se cree más empleo? Para que no haya problema, las cabeceras que aquí se analizan reciben una morterada en publicidad de la megacampaña, doblemente demagógica, de los fondos de resiliencia europeos.

Coge el ABC, por ejemplo. En portada quiere criticar que los PGE sean expansivos en un año de crisis —¿qué extraño, verdad, que se gaste más dinero cuando la gente más lo necesita?— y los quiere exponer con unos ejemplos de electoralismo de los que nadie se quejará, porque a todo el mundo le gusta que le regalen dinero o que lo parezca. Al final, los presupuestos son el dinero de todo el mundo más el que se ha pedido en préstamo y que también habrá que pagar entre todos. Nadie regala nada, en realidad. La Razón también se queja del exceso de gasto "social" —no del militar, como tampoco el ABC— y El Mundo hace una portada tanto o más electoralista que los propios presupuestos, porque todo tiene que estar mal en las cuentas de este gobierno de socialistas con comunistas, terroristas y separatistas. Dice el tabloide ultra que suben todas las pensiones y "estrujan a la clase media". Al lado está el presidente de la principal patronal española, que aúlla porque el gasto le parece excesivo. Tiene gracia porque, como dice el editorial de La Razón, "Más gasto en año electoral, un clásico". ¿Si ya lo sabían, de qué se extrañan o por qué lloran? Quizás valdría más gastar la energía empleada en aspavientos en explicar y razonar qué no funciona en este proyecto de PGE.

Si miras El Periódico o El País, en cambio, te parecerá parece que hablan de otro proyecto de PGE o de otro año o de otro país —o lo hacen los otros diarios—. La música de fondo del título del diario barcelonés es el argumento de Margarita Robles: la guerra obliga a gastar más en Defensa y a aumentar los impuestos. Como queriendo decir qué mala suerte, no hay más remedio que comprar más armas y que pagues más. Como si no hubiera otras alternativas políticas a estos PGE. No confunde tanto que lo justifiquen —allí cada uno con su portada— sino que parezca la única política posible. El País, que también quiere hacer quedar bien al Gobierno, se lo ahorra con una retórica más amable y caracteriza los PGE como un "refuerzo del escudo social" —qué gran concepto, el escudo social, tan fluido— porque hay crisis. Es un excelente claim publicitario para el Gobierno, pero al menos no te da la impresión que es la única política posible, sino una buena. La Vanguardia lo explica con este estilo suyo administrativo de cuando no se moja, plano como una tabla de planchar, pero deja claro que es la opción de este gobierno.

El Ara se centra en una cuenta presupuestaria concreta: Rodalies, que seguirá siendo gratis el año que viene. Al menos es una opción propia. En un subtítulo pincha un poco el globo de la gratuidad: en un mes, el servicio sólo ha funcionado con normalidad una semana. Es decir, que la gratuidad no es nada de nada, porque el servicio no se presta o se presta mal. El Punt Avui, que conoce a su público, abre portada con el circo de cinco pistas de Junts, que ha puesto en manos de la militancia seguir o no seguir en el Govern. Mira, tiene su cosa que un diario apueste por desmentir el tópico que considera a los partidos artefactos herméticos y sin debate, aunque llegue con una oportunidad más que dudosa. No es culpa del diario.

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