Muy honestas tenían que ser las portadas de este miércoles para no hacer como la balanza, que se decanta hacia el lado que más le dan. La sentencia del Tribunal de Justicia de la Unión Europea ofrece razones para escoger lo que más guste a tu público. En concreto, una razón para hacer la portada que querían publicar todos los diarios de Madrid diciendo que la extradición de Carles Puigdemont es inminente y que el magistrado Pablo Llarena tiene razón. Prietas las filas, recias, marciales, nuestras portadas van. Cierto, la sentencia dice que un estado de la Unión Europea no puede negarse, "en principio", a ejecutar una euroorden. Por aquí lloran las portadas madrileñas, algunas con la boca pequeña, como las de El País y El Mundo, que confinan el asunto a una columna —quizás porque la sentencia no les ha entusiasmado mucho. (El Mundo, por cierto, estrena diseño este miércoles)

Esta, sin embargo, es la parte menor de la sentencia en extensión y en sustancia. Porque el corazón de la resolución de la Gran Sala es la lista de excepciones al principio general. El mapa de los argumentos, alegaciones y pruebas que sirven, precisamente, para negarse a tramitar una euroorden y que son, precisamente, el territorio más documentado por la defensa de los exiliados. Por una parte, el TJUE abre la puerta de par en par a impugnar la competencia del Tribunal Supremo en el caso, motivo que ya fundamentó el rechazo de la justicia belga a la extradición.

Por otra, aprueba su rechazo si se prueban deficiencias del sistema judicial español "que afecten a la tutela judicial de un grupo objetivamente identificable de personas". Aquí se deshace el argumento de las "deficiencias generalizadas y sistémicas" del abogado general de la UE que tanto entusiasmó al kommentariat español, y se avala el uso de informes como el del Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de la ONU —que consideró arbitraria la prisión de Junqueras, Sànchez y Cuixart— o el del Comité de Derechos Humanos de la ONU —que considera que el Estado español vulneró el derecho político de Rull, Turull, Romeva y Junqueras.

Esta mitad y más de la sentencia que ocultan los diarios de Madrid —quizás para no poner en evidencia la irregularidad del proceso judicial a los líderes independentistas, que los mismos diarios fueron los primeros en aplaudir— quizás loe obligará más adelante a justificar a sus lectores porque les vendieron la piell del oso antes de cazarlo. Hay que esperar que no tengan mal perder.

Los diarios de Barcelona han hecho un cierto esfuerzo por reflejar en los títulos de portada la complejidad de la sentencia, que no desautoriza a nadie del todo y reenvía el caso a la justicia del Reino de Bélgica, donde volverán a verse las caras el Estado español y los exiliados. Es decir, que aun hay partido, que el litigio está bien vivo, en expresión de El Punt Avui, que escoge concentrarse en las consecuencias de la sentencia más que en el contenido. Ara lo expone con más contundencia, al remarcar que el TJUE restringe la aplicación de las euroórdenes, cosa que contraría las pretensiones de Llarena, que pedía su ejecución casi automática y ciega.

La Vanguardia es un poco tramposa al decir de entrada que Puigdemont acabará en España, que es lo que desea —el diario no ha escondido nunca su malevolencia contra el presidente exiliado—, y después añade "pero con excepciones" —aquí solo falta el emoticono de la lágrima. Para más inri, en el subtítulo dice que el TJUE "pone límites" a los estados de la UE para "denegar una euroorden". Se podría decir también que el TJUE aclara en qué condiciones pueden denegarla, pero explicarlo así pincharía el globo del diario. El Periódico, en un tono parecido, dice que "Europa avala" al juez Llarena "pero pide garantías". ¿De quién se piden garantías? De quién no estás seguro de que cumplirá lo que dice. En fin, como ha tuiteado una abogada avispada, los belgas son los europeos que más conocen a los españoles. La partida es larga.

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