Cuesta entender que solo el Ara lleve en portada la sentencia en que el Tribunal Constitucional (TC) considera que de la Constitución "no deriva la necesaria determinación por el Estado de una proporción del uso del castellano en el sistema educativo". Es decir, la Constitución no ampara la imposición de una cuota lingüística en la escuela, el famoso 25% del Tribunal Superior de Justícia de Catalunya (TSJC) avalado después por el Tribunal Supremo. La sentencia no se moja más. Ahora todo depende de si el TC aplica esa misma interpretación de la ley española de educación a la ley y al decreto ley que el Govern y el Parlament aprobaron para proteger a la escuela catalana de injerencias judiciales en los programas educativos. Si el TC vuelve a actuar en esa línea a la hora de resolver el recurso del TSJC contra la ley y el decreto catalanes, la enseñanza quedará salvada del activismo judicial del que se aprovecha un puñado de familias militantes para imponer al resto su criterio particular sobre la lengua en la escuela. Los responsables educativos —padres, maestros, directores, administración— podrán volver a ejercer su tarea sin verse condicionados por los jueces en funciones de Departament d'Educació.

La sentencia de este martes es, pues, muy relevante. Por eso se hace extraño que los diarios editados en Barcelona no digan ni mu en portada, tras haber dedicado tanto de espacio a la guerra lingüística promovida por una minoría contra la voluntad de la inmensa mayoría de padres y maestros y, claro, contra la voluntad del Parlament y el Govern surgidos de las urnas. Queda camino para correr, porque la sentencia incluye algún pronunciamiento ambiguo. Uno de ellos indica al Estado que debe encontrar "un patrón de equilibrio o igualdad entre las lenguas" y un derecho efectivo a utilizarlas, criterio del que también podrían valerse las familias militantes de la campaña contra la escuela catalana para pedir la equiparación de las dos lenguas en el tiempo de uso o en número de asignaturas. En fin, los diarios de Barcelona que este miércoles no hablan de la cosa en portada parecen una película sin final, por mucho que lo expliquen en páginas interiores.

Sorprende también que ABC, el tabloide monárquico, no diga nada en primera página de la última aventura de Juan Carlos I, la escapada a Londres para cenar en un club privado y asistir a la semifinal de Champions entre el Chelsea y el Real Madrid. El resto de diarios de Madrid publican alguna cosa con un deje de inquietud. El País incluso explica que el emérito viajará a Sanxenxo, Galicia, para entrenar en el barco Bribón (qué karma tiene este nombre, ¿no?) porque quiere participar en el campeonato mundial de veleros. A ver, El País, que hablamos de un señor de 85 años con serias dificultades para moverse, como se ve en la fotografía de portada del mismo diario —también en la de El Mundo— donde sale con bastón y auxiliado por dos ayudantes. ¿Este hombre tullido, en qué competición va a participar, almas de cántaro? Quizás el diario progre hace un ejercicio de post-ironía contemporánea. Si es así, se han dejado escapar la mejor: Juan Carlos de Borbón, presente en el estadio de Stamford Bridge, ha resuelto la pregunta que estos días angustia a los salotti buoni —y no tan buoni— de Madrid: ¿cuál es el equipo del régimen?

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