Las portadas madrileñas de hoy dejan una duda flotando en el aire: quién es el nuevo coco del Trío de la Bencina y, por extensión, de todo el aparato mediático de la derecha y la derechona españolas. Seguramente las portadas de mañana resolverán el debate, que ahora mismo enfrenta al rey emérito Juan Carlos I y al ministro de la Presidencia Félix Bolaños, descrito como una especie de Richelieu de Pedro Sánchez, el relevo de Iván Redondo, aquel asesor de Moncloa sobre el que la Brunete mediática descargaba sus iras. Hoy era el día en que Bolaños tenía que consagrarse como Coco Supremo, pero la exclusiva de El Mundo sobre Juan Carlos I lo ha echado todo a perder. Bueno, más o menos, porque —es un pronóstico atrevido— el título de Hombre del Saco se lo llevará Bolaños, a pesar de todo. Ya le acusan de imposibilitar el acuerdo para renovar el Poder Judicial (El País dice lo contrario y culpa a Pablo Casado, presidente del PP).

Vamos al rey. El Mundo ha podido leer el papeleo con que la Fiscalía del Tribunal Supremo pide a la justicia suiza información sobre todas las cuentas corrientes relacionadas con el emérito en aquel país. La Fiscalía explica que Juan Carlos I hizo su fortuna vía "comisiones y otras prestaciones parecidas en virtud de su intermediación en negocios empresariales internacionales", fortuna que el emérito ha escondido las últimas décadas en paraísos fiscales y que supone al menos cuatro delitos: blanqueo de capitales, fraude a la Hacienda pública, soborno y tráfico de influencias. La Fiscalía también señala que "parte de las cantidades recibidas [por Juan Carlos I] fueron transferidas a cuentas de los que eran titulares miembros de la familia real o personas vinculadas a ellos".

El sistema mediático de protección

Las implicaciones de este informe de la Fiscalía son de dejar patitieso, boquiabierto y desconcertado. Juan Carlos I hacía negocios mientras era jefe del Estado y aprovechándose de esa condición. Es difícil que lo supiera poca gente. Son "décadas" haciendo de comisionista. Algunos aparatos del Estado y de la sociedad civil, de la economía, de su entorno... han hecho la vista gorda y tanto ellos como la casa real seguramente sabrán decirnos cómo es que no sabían ni sospechaban nada. También se hace raro que Juan Carlos I siga huido —ahora sí, huido— si la Fiscalía tiene indicios de esos delitos. Él sigue en los Emiratos Árabes, protegido por agentes españoles y pagado por la misma Hacienda española a la que, según sospecha la Fiscalía, defraudó.

Al sistema mediático, antes tan eficiente en la protección de la Corona, le resultará complicado silbar y mirar al techo y pedir que no se confunda la monarquía con la persona de su titular. Mira por dónde, en eso consistía el Gran Relato fabricado por el aparato mediático español para dar sentido a la Transición™, la Monarquía Moderna™ y la Democracia Consolidada™. "No soy monárquico, soy juancarlista" es la expresión quintaesencial de aquella época. Y la monarquía es un régimen ligado a la persona, a la familia. ¿Qué pasa con Felipe VI? Porque si ahora se ve que Juan Carlos I hizo pocos monárquicos por convicción y los hizo por interés... ¿cuál es el interés de su heredero? El juancarlismo era la coartada del afán de poder y lucro de unos y la justificación intelectual a las renuncias ideológicas de otros. En muchos casos, todo al mismo tiempo. Harán falta mucha información y muchas portadas para aclararlo todo.

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