Las portadas de este miércoles pueden leerse como un desafío entre la festividad de Sant Jordi — "el día más bonito del año", una jornada que también reivindica la cultura catalana—, y el premio Cervantes, el galardón más importante de la literatura en lengua española, otorgado por el Ministerio de Cultura a propuesta de la asociación de Academias de la Lengua Española y que entregan los reyes de España en la universidad de Alcalá de Henares, de donde era nativo Miguel de Cervantes. Siempre coinciden en la fecha —desde 1976, año de la primera entrega de la distinción ministerial—, porque el autor del Quijote murió un 23 de abril... Sant Jordi, día escogido en la década de los años treinta del siglo XX para festejar el libro.

La comparación entre una festividad y la otra explica tantas cosas. El premio del ministerio es una ceremonia cortesana fantástica, con su corte de patricios atildados y marquesas de veinticinco alfileres, que celebran la exaltación de uno de sus literatos, decidida por la élite de la cosa libresca en una sala cerrada, como el aula donde se celebra la entrega del galardón. La fiesta catalana es una celebración del libro, la lectura y el amor, ocurrida confusión ferial de autores de todo tipo —finolis, académicos, oportunistas, mercenarios...—, un bazar ruidoso donde se mezclan los egos de escritores, editores y traductores —los voluminosos y los retraídos—, y tropiezan ante los puestos los cuerpos y almas de menestrales y próceres, vulgares y acomodados, en un día laborable que colapsa calles principales en las principales ciudades y villas del país. Encima, se regalan rosas y libros. Es lo que salta a la vista al contrastar las fotografías de las portadas de los diarios de Barcelona y de Madrid de este miércoles. Es notable. Desempata la portada de El País que, sin vergüenza ni miedo al ridículo, la dedica a los premios periodísticos que otorga la editora del mismo diario. Ni para unos ni para otros: para mí.

El País, sin embargo, abre con una noticia que tendrá consecuencias: la confesión de Alberto González Amador, pareja de Isabel Díaz Ayuso, presidenta de la Comunidad de Madrid. El hombre aceptó “íntegramente” que había cometido fraude fiscal. El diario dispone del correo electrónico dirigido a la Fiscalía en que el abogado de González Amador acepta la conformidad penal y propone un castigo de ocho meses de prisión y el pago de 520.000 euros. Una consecuencia de la cosa es que convierte en humo el intento de regularización fiscal que Ayuso ha vendido hasta ahora como prueba de la inocencia de su pareja. Es gordo. A ver qué dicen Ayuso y su equipo. En este contexto, tiene gracia que ABC haya recortado de la fotografía de portada al presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, para resaltar a la presidenta madrileña. Ni El Mundo ni La Razón han osado tanto.

Este miércoles también es día para confirmar que algunos diarios van a morder de cualquier manera y con cualquier argumento. Hoy es a propósito del informe del Banco de España dedicado al mercado inmobiliario. Mientras La Vanguardia, El País, Ara o La Razón informan de los datos (que el año que viene faltarán 600.000 viviendas y solo se construyen 90.000 al año), El Mundo habla de "colapso de la vivienda" que "aboca a liberar suelo público y a bajar impuestos". Exagera el problema retóricamente —es casi el apocalipsis— y acto seguido presenta una solución única que, curiosamente, favorece a todos los sectores ligados a la inmobiliaria. La propaganda del tabloide ultra se basa en algunas recomendaciones del mismo Banco de España, pero no en todas: solo las que benefician en la industria de la vivienda. El diario es muy dueño de ponerse al lado que quiera, claro que sí. Al menos ahora todo el mundo sabe exactamente en qué dirección trabaja y al servicio de quién pone su portada. Y a eso llaman periodismo.

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