La ventaja de disponer de diarios bien alineados con el partido, tan serviciales y celosos, es que sesiones como la del jueves en el Senado son amplificadas de una manera desproporcionada a sus méritos y se hace un relato que no tiene que ver con los hechos, sino con el simulacro que este jueves se ha performado en la cámara alta de las Cortes españolas. Es lo que hacen las portadas del Trío de la Bencina de este viernes al pintar la sesión de la Comisión General de las Comunidades Autónomas (se llama así de verdad) como un alzamiento, con minúscula, de los presidentes de las autonomías españolas contra la amnistía a los represaliados, encausados, multados, embargados, condenados, encarcelados y exiliados independentistas. En esas portadas, los jefes autonómicos del PP parecen Daoiz y Velarde, el Empecinado, Agustina de Aragón y el cura Merino —héroes españoles de la guerra de la Independencia (en Catalunya, la Guerra del Francés)— y la sesión del Senado una reedición del Dos de Mayo. Ahora entraría la broma sobre que más de un presidente/a ha dormido la noche antes, o la siguiente, soñando ser uno de los protagonistas del cuadro que ilustra este Quioscos & Pantallas, donde Goya representó el ataque de los insurgentes madrileños a los mamelucos, los mercenarios egipcios del ejército napoleónico. Como es una broma fácil, pues no se hace. Pero el lenguaje de los tres diarios es épico y solemne. Hablan de órdago, indignidad, clamor, muro, traición...
Eso sí, hoy día, las glorias españolas no tienen ningún Goya que las pinte. Alguien capaz de hacer, con la ayuda del tiempo, una obra de arte de una obra de propaganda. Todo se ha degradado. Ahora, de la propaganda se ocupan medios de comunicación como los diarios del Trío de la Bencina —y la mayoría de teles y radios españolas— que pintan la realidad de la manera más conveniente al propósito de sus patrones, sin el arte de Goya con el cuadro de referencia o Los fusilamientos del 3 de mayo en la montaña del Príncipe Pío, pintura quizás todavía más famosa. Diarios y Goya tienen alguna semejanza. En 1814, último año de la guerra de la Independencia, Goya pide al regente Luis de Borbón que la real hacienda le pague las telas, los aparejos y pinturas para "perpetuar por medio del pincel las más notables y heroicas escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de Europa", un trabajo por el que tenía ardientes deseos, según explica Lourdes Cirlot en el volumen de Museos del Mundo dedicado al Prado de Madrid, donde está el cuadro. Goya se lo cobró —y estos diarios también.
Hay algunas diferencias, sin embargo, entre esos diarios tan obsequiosos y Goya. Una es que el pintor venía de hacer los grabados satíricocríticos de los Caprichos y de Los desastres de la guerra, de la misma manera que, al final de su vida, crearía las Pinturas negras, obras no muy complacientes con la España de su tiempo. Mantenía la coherencia, ni que fuera en privado —y pagó un precio: la primera edición de Los desastres de la guerra no apareció hasta 1863, treinta y cinco años después de su muerte. También tuvo que marcharse a Burdeos, medio exiliado. Otra diferencia es que Goya no había asistido a las escenas que pinta. Hizo sus indagaciones y las representó según los relatos que oyó sobre los acontecimientos y su afán (ardientes deseos) de rendir homenaje a la resistencia española. Los diarios del Trío de la Bencina sí asistieron a la sesión del Senado, pero han preferido seguir sus ardientes deseos de desacreditar a Pedro Sánchez. Seguramente el diario que más acierta es La Vanguardia, único que no ha dado bola al fingimiento y arrincona la sesión del Senado en una columna —aunque dedique el editorial al tema.