El Tribunal Supremo condenó al rapero Valtònyc a tres años y medio de prisión por enaltecimiento del terrorismo y por injurias al rey Juan Carlos. La justicia belga ha dicho que no lo extradita, que ninguna motivación de la condena del alto tribunal español es delito en Bélgica, país que incluso modificó una ley en desuso sobre faltas a la monarquía a raíz de este caso. Es grande el contraste entre un país que quiere mejorar la calidad de su democracia, sus leyes e instituciones, y otro donde los tribunales más elevados aprovechan leyes políticamente obsoletas y socialmente caducas porque les conviene para castigar, reprimir y apretar comportamientos que molestan a su sensibilidad política, ni que sea sobre la espalda de derechos y libertades individuales reconocidos por todo el mundo democrático. Sería un buen caso para que los diarios levantaran las banderas que dicen defender. Pero no. Sólo El Punt Avui abre con la noticia y Ara le dedica un rinconcito en la portada.

El resto de diarios no le hacen ni caso. Unos están maravillados de la inversión de casi 5.000 millones que la autocracia catarí ha prometido a España. El lema de Qatar es "Donde los sueños cobran vida", especialmente los del jeque Hammad al-Thani, que se mantiene en el poder desde el golpe de estado que encabezó en 1972. En otros se los ve impresionados con las vistas desde el nuevo Mirador de Barcelona o la excelente salud del aeropuerto del Prat aka Josep Tarradellas. También el rey emérito gana rincones a las portadas porque le han prohibido dormir en el palacio de la Zarzuela cuando visite a su hijo en pocos días. El País, claro, continúa con los audios del excomisario Villarejo. En el capítulo de hoy se revela que el policía corrupto y su grupo fabricaron informes contra Jordi Pujol y Artur Mas y para arrojar mierda contra los partidos nacionalistas catalanes. De todo eso no publicará mucho El Mundo, entonces, como ahora, órgano principal de difusión de toda esa porquería fabricada en las cloacas de la policía patriótica de Jorge Fernández Díaz, entonces ministro del Interior de Mariano Rajoy.

Como siempre, las portadas son una foto fija de los asuntos que hacen latir el corazón de cada diario, de sus hipocresías y debilidades, de sus virtudes y fortalezas. Es una lástima que un patriotismo tan viciado y enfermo lEs impida hacerse ressó de las malas artes del Tribunal Supremo que la justicia belga va colgando en el tendedero. Quizás los diarios deberían ser este tendedero, donde los harapos que viste la justicia española se secan a la vista de todos. La cara es tan dura que incluso La Razón intenta disimular la exposición de las corrupciones del PP con la acusación al gobierno español de utilizar material de hace diez años ("del PP corrupto del pasado", dice) para embadurnar al nuevo PP de Alberto Núñez Feijóo. Es otra muestra de esta manera de pensar tan averiada, que considera a la derecha la única posible depositaria y gestora del Estado y se dedica a deslegitimar cualquier otra opción y a ensuciar su gestión.

Es parecido El Mundo respecto a las inversiones de Qatar. El tabloide ultra fabrica una acusación adolescente: las buenas relaciones con Qatar se producen mientras se mantiene la tensión con Argelia, principal suministrador de gas. Podía haber dicho "mientras el Madrid gana la Liga", "mientras hace un sol que abre las piedras" o "mientras continúa la guerra en Ucrania". Podrían decir que el precio de España para callar ante de las víctimas de la autocracia de Qatar es de 5.000 millones de euros en inversiones. A cambio de este puñado de dinero —es mucho dinero, eso seguro— España se come con patatas los principios que ha invocado para enviar armas y municiones (pocas) a Ucrania para que se defienda de la agresión rusa. Ya lo hizo con el Sáhara y durante el otoño del 2017. No viene de aquí.

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