La portada de ABC de este martes no esconde la xenofobia que la inspira. Titula por los planes del canciller alemán, el socialdemócrata Olaf Scholz, de aprobar la deportación exprés "a gran escala" de migrantes en situación irregular (sinpapeles y personas a quienes se ha denegado asilo político). En un subtítulo, añade: "Denuncian sarna y tuberculosis entre los hacinados en Canarias". La fotografía, a toda página, muestra a los migrantes subsaharianos llegados este lunes a las islas en cayuco. Es fácil unir los puntos y darse cuenta de la aversión contra los migrantes que rezuma todo el conjunto, la apelación a los instintos y las ideas más populistas: la soberanía española está en riesgo porque el gobierno ha perdido el control de las fronteras, los inmigrantes traen enfermedades y lacras, exprimen el sistema de bienestar, perjudican a los trabajadores locales... Por si acaso alguien no llega a estas conclusiones, el director del diario, Julián Quirós, las explicita en su billete de la página 2. Carga contra el fracaso de la política migratoria de la Unión Europea y dice, literalmente: "lo cierto es que necesitamos menos mano de obra (y menos bocas) de las que llegan en aluvión".
Mentira. España necesita mano de obra. Como casi toda la Europa rica. Lo ha publicado el mismo ABC muchas veces. El 18 de septiembre de este año, no hace mucho, el diario hablaba del informe de la patronal Cepyme (parte de la CEOE): "la falta de empleos sin cubrir se agrava... pese a los casi tres millones de parados". ¿Quizás el director no lee su diario? Ni el suyo... ni ningún otro. La escasez de trabajadores es un tópico informativo de hace más de un año. En mayo del 2023, El País decía: "Los empresarios advierten de falta de mano de obra “en todos los sectores”. El 5 de septiembre pasado, La Razón: "Las empresas paralizan inversiones por falta de mano de obra". Trece días después, 20 Minutos: "En 2023 hay 150.000 vacantes declaradas, puestos sin cubrir o que van a salir a oferta". En El Punt Avui, el 25 de septiembre: "El sector turístico dice que no encuentra personal y carga contra las ayudas". El mismo día, Jordi Goula, en VilaWeb, concluye: "La falta de mano de obra ya es un problema muy grave", con referencias del Banco de España y las patronales Cepyme, Confemetal y Cecot. Business Insider, unos días antes: "La paradoja española de las vacantes: 7 de cada 10 empresas no encuentran mano de obra en un país con 2,7 millones de parados". Este mes de octubre, se hacen eco de la cosa diarios como el extremeño Hoy —que Quirós conoce bien porque fue su director— o el referencial La Voz de Galicia. También nuestro OnEconomia, en una documentada columna de José María Zamarro. El mismo día 23 de octubre, Balbino Prieto lo explica en El Confidencial, aludiendo a la baja natalidad, el envejecimiento de la población, etcétera. La lista de piezas donde se documenta la falta de mano de obra en España es inacabable. Es extraño que el director de ABC no haya leído ninguna y alegue ignorancia. Más bien parece pereza o mala fe.
Además, la portada del tabloide monárquico omite el contexto de su noticia principal. El canciller Olaf Scholz ha manifestado un deseo creciente de hacerse cargo personalmente de la política de migración tras los batacazos electorales de su coalición de gobierno (socialistas, liberales y verdes) en los estados de Hesse y de Baviera, este mismo octubre. Los cristianodemócratas (CDU/CSU) ganaron ambas regiones y los ultras de Alternativa por Alemania (AfD) repuntaron. La preocupación por la migración es una de las causas de los malos resultados del tripartito y tanto la CDU/CSU como AfD han atacado Scholz sin descanso en este punto. El lunes 16 de octubre, antes de hacer las declaraciones sobre las "deportaciones masivas", Scholz notificó a la Comisión Europea que imponía controles temporales en las fronteras de Polonia, Chequia y Suiza. En fin. Este contexto importa porque no es el mismo que se da en España y omitirlo abona la mentira descarada y la xenofobia malsana de esa portada. Es el "fanatismo de la indiferencia" que denunciaba el Papa Francisco hace exactamente un mes en un contundente discurso en Marsella.