Galicia va a votar y España se lo mira con atención. Desde que cuatro días antes de Navidad el presidente de la Xunta, Alfonso Rueda, anunció el adelanto electoral, los partidos han focalizado todos los esfuerzos en esta cita, que inevitablment se ha acabado convirtiendo en un test de estrés de la legislatura en el Congreso de los Diputados. Los líderes estatales se han implicado a fondo en la campaña y, a medida que iban subiendo la apuesta, contribuían a ampliar el prisma e ir empequeñeciendo la óptica gallega de los comicios para imponer una dimensión estatal. Lo decía días antes de empezar la campaña electoral Bran Barral, profesor de la facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Universidade de Santiago de Compostela: "Nunca se había hablado tanto de una campaña gallega". Y los pronósticos se han cumplido. La onda expansiva de los dos terremotos del panorama político estatal ha llegado a Galicia, y Catalunya ha vuelto a ser protagonista. A eso hay que sumar el resbalón del PP sobre el indulto condicionado a Carles Puigdemont que ha tomado mucha fuerza y ha dado todos los ingredientes para cuestionar la estrategia del PP en estas elecciones. Lo que está en el aire es la Xunta de Galicia, pero se habla de Catalunya mientras el duelo lo disputan Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. Sea cuál sea el resultado, todas las miradas irán hacia ellos.
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Paseando por Galcía, se palpan los ánimos de renovación en el gobierno gallego. Y el cambio lo encarna el BNG. Poca gente habla del PSdeG, sino que la persona que se ha erigido en lideresa de la alternativa y que está seduciendo a ambos lados para estimular la participación y concentrar el voto en el nacionalismo gallego, Ana Pontón, es la esperanza de buena parte del electorado. Hace cuatro años ya consiguió volver a hacer el sorpasso a los socialistas, como ya había pasado en 1997, después de recuperar buena parte del voto que había perdido desde 2012 en beneficio de las plataformas de las izquierdas estatales a la izquierda del PSOE. Y ahora multiplica la ambición para convertirse en “a primeira presidenta do noso país”. Una cifra que habrá que mirar hoy con lupa será la de la participación: si hay una alta movilización o se detecta que en las grandes ciudades la ciudadanía está saliendo a la calle, las izquierdas se convencerán de que el cambio se puede producir. Pero para llegar a este momento cúspide, todavía falta toda la jornada electoral.
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El PP, con una campaña errática y titubeante, esquiva las acusaciones de nerviosismo
Quién tiene más a perder este 18 de febrero es, sin duda, el Partido Popular. Y no solo se la juega Alfonso Rueda, que confía mantenerse en la Xunta, sino que, casi al mismo nivel, también está en juego el futuro de Alberto Núñez Feijóo; por el simbolismo que representaría perder Galicia, que podría ser un mazazo de difícil recuperación para el actual presidente del partido, y por el hecho de que Rueda sea su discípulo y también se esté juzgando la gestión de Feijóo al frente del gobierno gallego. Feijóo se ha volcado en esta campaña electoral con una caravana paralela que lo ha llevado a hacer una veintena de actos. Sin embargo, esta será recordada como la campaña electoral del indulto a Puigdemont. Desde el PP, reconocen que hace una semana tuvieron que modificar el marco discursivo para no hablar tanto de Catalunya y centrar el mensaje en Galicia. De momento, están confiados: sus encuestas les dan 39 diputados.
El BNG anhela llegar a la presidencia de la Xunta seduciendo los vientos de cambio
El nacionalismo gallego nunca había estado tan cerca de ostentar tanto poder. Ana Pontón ha sido capaz de poner rostro al cansancio que acumulan buena parte de los gallegos con un discurso que escapa de los marcos del soberanismo para focalizarse en los servicios públicos y las reformas que requiere Galicia. No es casualidad que sea la líder mejor valorada y que tanto el BNG como Pontón sean vistos con muy buenos ojos por los votantes socialistas. Ahora bien, el gran hito de la campaña ha sido el reencuentro entre el BNG y su histórico dirigente, Xosé Manuel Beiras, que se escindió del partido en 2012, junto, entre otros, a Martiño Noriega. Anova, el partido que fundaron en aquel momento, ha dado un apoyo sin fisuras al BNG y Beiras ha auspiciado Pontón en Vigo y en Santiago los dos últimos días de campaña.
El PSdeG lo fía todo a Pedro Sánchez, pero se encamina hacia el peor resultado de su historia
Las encuestas no son favorables al PSdeG. En general, los sondeos apuntan a un descenso de los socialistas gallegos y a una pérdida de escaños, cosa que supondría empeorar el que ya es el peor resultado de su historia. Está claro que la condición para que el PSdeG haga una lectura positiva de los comicios depende más del éxito electoral del BNG y de las opciones de sumar con los nacionalistas gallegos, que del rendimiento de José Ramón Goméz Besteiro. Para intentar remontar los malos presagios demoscópicos, Pedro Sánchez, el gran grueso de los ministros y Ferraz se han implicado en esta campaña para tratar de propulsar la candidatura socialista. El objetivo es movilizar al electorado que les dio confianza el mes de julio.
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Democracia Ourensana y las posibilidades que un partido local entre al parlamento gallego
En todo este mapa electoral, hay un actor que ha ido haciendo ruido y que podría tener la clave de la praza do Obradoiro a partir de mañana: Democracia Ourensana (DO). Es un partido local que solo se presenta en la provincia de Ourense y que actualmente ostenta la alcaldía de Ourense, a manos de su líder, Gonzalo Pérez Jácome. Llegó en 2019 gracias a una alianza con el PP y en 2023 mejoró los resultados, creció 6.000 votos y tres concejales y se convirtió en la primera fuerza, a 5.000 votos del PP. En las elecciones autonómicas de 2016, se quedó a menos de 3.000 sufragios de conseguir representación y ahora, con los 18.000 votos del 28M, tendría más que de sobra para entrar en el parlamento gallego. Sin embargo, Fernando Martínez, profesor de Ciencias Políticas de la Universidade de Vigo, pone cautela sobre esta extrapolación y muestra dudas sobre si DO puede conseguirlo "en unas elecciones que no son locales, con una barrera del 5% y sin que se presente el alcalde".
Democracia Ourensana se define como una formación que no es "ni de derechas, ni de izquierdas, sino de Ourense" y su líder ha dejado claro que es capaz de "pactar con el demonio para conseguir el cielo para Ourense". Además, Jácome compartió un vídeo anteayer con un fragmento de la película Jerry Maguire y una idea clara: "Énseñame la pasta". En la misma línea cinéfila, Jácome también ha tuneado un fragmento de la película Gladiator. Incluso se animó a cantar y versionó la canción "In the navy" de Village People. Antón Losada, profesor de Ciencias Políticas de la Universidade de Santiago de Compostela, apunta que Democracia Ourensana, que le recuerda bastante Donald Trump, es "un movimiento que se articula en torno a un liderazgo muy carismático y mediático con un discurso de populismo de manual: nosotros delante de ellos, que son las élites".
Las pocas opciones de Sumar y el camino casi imposible de Podemos y Vox
Por otra parte, hay tres partidos de ámbito estatal que también aspiran a entrar en el Parlamento de Galicia, pero que lo tienen bastante más complicado. Su telón de Aquiles es la barrera electoral del 5%: tienen que conseguir el 5% de los votos en una provincia para poder entrar en el reparto de escaños. Allí donde tienen más posibilidades es en la Coruña y Pontevedra.
De las tres formaciones que parece que están condenadas a ser extraparlamentarias, Sumar es la que las encuestas dan más puntos para obtener algún escaño. El último CIS situaba la candidatura de Marta Lois en la horquilla de entre cero y dos diputados. Con respecto a Vox, con Álvaro Díaz-Mella de cabeza de lista, aquel sondeo abría la puerta que pudiera obtener entre ninguno y un representante. Por su parte, Podemos presenta a Isabel Faraldo como número uno, pero ninguna encuesta abre la puerta que los morados puedan superar el 5% imprescindible.
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El papel del voto exterior: el 18% del censo vive en el extranjero
Este 18 de febrero están llamados a votar a 2.693.633 gallegos. Ahora bien, no todos pueden acudir a los colegios electorales, ya que hay 476.544 que están inscritos en el Censo Electoral de Residentes Ausentes (CERA) y votan desde el extranjero. Eso abre la puerta a que el resultado que dilucide el escrutinio de esta noche no sea definitivo y que pueda haber alguna modificación con el recuento definitivo. Serían leves variaciones, pero en un escenario justo, un pequeño cambio puede acabar decantando la balanza. De hecho, aunque la presidencia de la Xunta no ha variado nunca después del voto extranjero, no sería la primera vez que un escaño cambia de manos días después de las elecciones.
Sin ir más lejos, en 2020 el PP sumó un nuevo escaño en detrimento del PSOE a Pontevedra y llegó a los 42 diputados que tiene ahora. Sin embargo, el refuerzo del voto extranjero no siempre va en la misma dirección: en 2009, Feijóo perdió un escaño por Ourense que ganó al PSOE y, de esta manera, los populares se quedaron a los 38 diputados, justo en el umbral de la mayoría absoluta. En 2005, el PP se quedó a un escaño de poder gobernar, ya que la suma del PSdeG y el BNG fue la que llegó a los 38 diputados. En aquel momento, la mayoría alternativa también estaba en terreno pantanoso a la espera del voto exterior de Pontevedra, que podía cambiar el resultado. A pesar de eso, la diferencia entre el PP y el PSdeG fue mínima (15.361 a 13.518 votos) y el marcador no se modificó. En función de como de comprimidos estén los resultados este 18F y de qué partido se juegue el último escaño en cada provincia, la semana que viene se podría repetir un escenario de estas características.
Observando la historia y mirando el futuro, los gallegos y las gallegas acuden hoy a las urnas. Entre otras cosas, está en juego la fortaleza de la sanidad pública, la política industrial, la complicidad con el Gobierno, la presencia de Galicia en el debate territorial y el estado de salud del gallego. Y al girar la mirada hacia Madrid, Ferraz y Génova pugnan por resultar vencedores de un duelo que ha quedado demostrado que también tiene eco en Madrid.