Antes errar por el espacio sideral que aceptar lo que han decidido los jueces alemanes... o casi. El PP y Cs han respondido con una exhibición airada del más rancio nacionalismo español ante la decisión del Audiencia territorial de Schleswig-Holstein de rechazar la extradición del presidente Carles Puigdemont por rebelión o sedición, hasta el punto de pedir al presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, que suspenda la aplicación del Tratado de Schengen en España.
Todo el castillo de ficciones y postverdades judiciales y políticas construidas por el bloque del 155 y el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena contra los presuntos "golpistas" catalanes se ha venido abajo este jueves de julio. Sólo queda en pie contra Puigdemont la acusación de malversación, que ya en su día descartaron tanto al ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, como el mismo presidente del Gobierno español y del PP y hoy registrador de la propiedad en ejercicio Mariano Rajoy.
El peor escenario ya fue previsto por una parte de la prensa madrileña más españolista cuando, el 5 de abril, se acumularon los batacazos de la justicia española en Europa: en Alemania, en Bélgica, en Suiza... donde Puigdemont y los consellers y otros exiliados tras la declaración de indepednencia del 27-O continuaban en libertad. La portada del diario ABC, antológica, señalaba con contundencia la línea discursiva visceralmente antieuropeísta que han seguido este jueves los portavoces del PP y Cs ante el -posiblemente definitivo- revolcón en el tribunal alemán.
El estado de ánimo del españolismo ha evolucionado desde la euforia ante la detención en Alemania de Puigdemont, el 25 de marzo pasado, a la furia desatada contra la RFA, un fenómeno sin precedentes en la democracia española. Albert Rivera, líder de Cs, recordaba satisfecho desde su cuenta de Twitter el 26 de marzo pasado que un país como Alemania trata "con igual o más dureza penal" que "la España autonómica" la "rebelión/alta traición".
Un país federal como Alemania trata con igual o más dureza penal la rebelión/ alta traición que la España autonómica. Destruir una democracia europea se paga caro. https://t.co/Hs1LsjyWgA
— Albert Rivera (@Albert_Rivera) 26 de marzo de 2018
En cambio, este miércoles, Rivera ha cambiado su fe en Alemania y las democracias europeas por una abierta decepción ante lo que considera una "paradoja". O sea, que, según él, los líderes independentistas que "dieron la cara ante la justicia" serán juzgados por todos los delitos de los que se les acusa mientras "los que huyen, como el señor Puigdemont," pueden tener premio. Por eso, ha abierto la puerta a "reconsiderar en un futuro" el mecanismo de la euroorden. La Orden de Detención Europea obliga a todos los países de la UE desde el 2004 a entregar a personas reclamadas por otro estado miembro pero impide juzgarlos por delitos diferentes de aquellos que admita el país donde se hallan.
Espacio de impunidad europeo
La decepción, todavía mesurada, de Rivera, era furia rojigualda pura y dura de viejo león herido en la boca del diputado de Cs Juan Carlos Girauta quien, interpretando fielmente la línea marcada por aquella portada de l'ABC ha tildado de "canallada" la decisión de la justicia alemana. Para él, la decisión supone un avance hacia un fantasmagórico "espacio de impunidad europeo".
En el 2015, en la antesala de las elecciones del 27-S, el entonces ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel García-Margallo, habló de una Catalunya que vagaría por los siglos del siglos por el espacio sideral si alcanzaba la independencia. La (presunta) expulsión de la Catalunya independiente de la UE era una de las grandes ideas-fuerza de la ofensiva contra el procés. Los independentistas eran señalados como un grupo de populistas y eurófobos que, además de romper España, pretendían dinamitar Europa y sus valores.
Ahora, empero, la decisión sobre Puigdemont ha llevado el PP hasta los tiempos del antieuropeísmo español más facha. España, según el portavoz de los populares en el Parlamento Europeo, Esteban González Pons, tendría que suspender la aplicación del tratado de Schengen "hasta que se aclare si la euroorden sirve para algo o no sirve para nada".
@gonzalezpons “Exijo a Sánchez que suspenda la aplicación del Acuerdo de Schengen en España, como han hecho tantas veces otros países de la UE, hasta que se aclare si la euroorden sirve para algo o no sirve para nada”. https://t.co/O3lKj6bXSi pic.twitter.com/rog9VbBsMW
— Partido Popular (@PPopular) 12 de juliol de 2018
Pablo Casado, candidato a la presidencia del PP en la "segunda vuelta" de las primarias del partido, el congreso de la sucesión de Rajoy, también se ha sumado a la cruzada con palabras de grueso calibre contra Alemania: "Si soy presidente del PP no toleraré este tipo de humillaciones", ha estallado desde su cuenta de Twitter. E incluso ha superado a González Pons hablando sin ambages de "suprimir el espacio Schengen" (sic) "si no hay garantías que a España se la respete". España se adhirió en 1995 a los Acuerdos de Schengen, claves en la superación de las fronteras interiores y la libre circulación de personas y mercancías.
Si soy presidente del PP no voy a tolerar este tipo de humillaciones. Con estas decisiones como la del tribunal alemán los independentistas se sienten refrendados por un entorno internacional. El espacio Schengen se podrá suprimir si no hay garantías de que a España se le respete pic.twitter.com/XgaXR1xoEB
— Pablo Casado Blanco (@pablocasado_) July 12, 2018
En cambio, la exvicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, la candidata más votada por la militancia del PP para suceder a Mariano Rajoy, ha preferido expresar su "respeto" por la justicia alemana y poner el acento en que Catalunya no ha sido reconocida como país independiente por el resto de Europa. Según ella, Puigdemont no está en el Gobierno ni lo preside y tendrá que rendir cuentas ante la justicia. Sí que ha afirmado que "tendrá que explicar porque él tendrá distinta condición que sus compañeros", pero no ha ido más allá.
La justicia europea se ha convertido en un insospechado adversario de los partidos que se han llenado la boca de exigir respeto a las leyes y los tribunales al independentismo catalán. Y Ángela Merkel es la nueva bestia negra del nacionalismo español. La temida mano que mece la cuna de Puigdemont.