El Partido Popular dibuja una estrategia de desgaste del proceso soberanista, a través de su vinculación con el populismo. La idea se basa en pontificar que el independentismo creció por la crisis económica y que conforme esta se supera, el "suflé" ha empezado a pinchar, siendo ya una pantalla pasajera. La ofensiva es sutil y puede responder a la incertidumbre de la Moncloa sobre qué escenario se abrirá si la Generalitat se niega a abandonar el "o referéndum, o referéndum", por la Conferencia de Presidentes Autonómicos, o por una negociación en inversiones.
"Vargas Llosa decía que nacionalismo y populismo son el peor de los totalitarismos" denunciaban este lunes fuentes de la dirección del PP consultadas por El Nacional. Estas recuperan el argumento sobre que el expresidente Artur Mas habría canalizado los recortes a través del movimiento independentista con el fin de apaciguar las protestas de las "mareas amarilla, blanca..." de los colectivos de la educación, o la sanidad. La cuestión es que Mas siempre denunció que el Estado no aportó dinero los años de la crisis, y por eso, desde que las finanzas españolas han mejorado, el Ejecutivo central exige negociar para aplacar el proceso, sin aceptar que la medida podría no ser ya suficiente.
Encima de la mesa hay la posibilidad de que el relato del ejecutivo español se extienda por los medios de comunicación. Denunciaba en tuiter el líder de ERC en el Congreso, Joan Tardà, que se había empezado una ofensiva mediática para asegurar que el diálogo de la Moncloa estaba apaciguando el proceso. En un contexto en que dos referéndums han sacudido Europa –el de la reforma constitucional en Italia y el del Brexit en el Reino Unido–, se podría intentar cuestionar a los ciudadanos sobre que las aspiraciones del Estado propio no son legítimas, sino una reivindicación pasajera.
Así lo señaló la vicepresidenta y ministra de Administraciones Territoriales, Soraya Sáenz de Santamaría, en la cadena COPE. ¿"Tiene datos el Gobierno ya sobre si en Catalunya pasará lo que en el País Vasco?" [receso del apoyo independentista] pide el periodista Carlos Herrera. "En el CIS se observan estas tendencias. No se puede estar continuamente ofreciendo lo mismo que se ofreció hace unos años. No pueden aislarse y no creer que lo que pasa en el mundo no tiene nada que ver con uno y el independentismo está cayendo en muchos postulados populistas", contestó Santamaría.
Ante ese escenario, la receta a aplicar por parte de PP es apelar al apoyo del PSOE para superar con "lealtad y sentido de Estado" el conflicto territorial.
Así las cosas, la receta a aplicar con el independentismo puede ser la misma que con Podemos: de esperar al desgaste, que la ciudadanía no vea utilidad y deje de apoyarles. "Funcionan de la misma forma" creen fuentes populares, en virtud de la hipótesis populista. La cuestión es que, como explicaba este diario, PP y PSOE habrían empezado una gran coalición por la puerta de atrás. Eso permite al PP estabilidad, y al PSOE, llevarse los méritos de concesiones como la subida del salario mínimo, y no Podemos, quien instigó la iniciativa en el Congreso.
Ante ese escenario, la idea del PP en adelante será apelar al apoyo del PSOE para superar con "lealtad y sentido de Estado" el conflicto territorial. Las alusiones de Santamaría a la ayuda de los socialistas han sido diversas, tanto en sesión de control, como en comisión, y también en la radio. La vicepresidenta llegó a asegurar que era responsabilidad de los dos grandes partidos la pujanza del soberanismo y la búsqueda de solución. "Fue un error que PP y PSOE no llegaran a un acuerdo sobre el Estatuto" dijo, evitando cargar la culpa al inmovilismo de Rajoy.
El tratamiento del proceso pasa ya por afirmar que Rajoy estaba "poco preocupado" durante la reunión del comité de dirección popular de este lunes. Sin embargo, no existe plan alternativo sobre qué hará la Moncloa si Puigdemont no se abre negociar, pues descartan la bilateralidad, según fuentes del Gobierno. Este ha visto golpeada la Operación Diálogo con la convocatoria de la Cumbre por el Referéndum el 23 de diciembre. Y si la zanahoria y el relato populista no funcionan, Santamaría aventura un último escenario: hay instrumentos –sin concretar– para detener el referéndum.