Se tiene que ir con cuidado. Este es la idea principal que hay entre los ministros del Gobierno relacionados con materias de seguridad, después del cese (o sustitución, según Margarita Robles) y con el trato que están dando al servicio de inteligencia, ya que "se nos puede girar en contra". Así lo revela el diario La Razón, que informa de que en La Moncloa ha empezado a crecer la alarma por la posibilidad de que la crisis del espionaje, tanto el CatalanGate como el ataque a los móviles de Pedro Sánchez, Margarita Robles y también Fernando Grande-Marlaska, haya provocado un cierto malestar entre los trabajadores del centro. Según este medio, se sienten "maltratados y víctimas de una operación política" y creen que todo el embrollo debilita su eficacia. Era la misma Robles, cuando defendía a la directora Esteban, la que hablaba en estos términos y pedía dejar de criticar el centro por respeto a sus trabajadores.

La Razón cita a un ministro que advierte que "la seguridad nacional está en sus manos y el gobierno también. Bastaría que empezaran a filtrar los motivos por los cuales se espió los líderes independentistas" hecho que sería un gran escándalo, pero al mismo tiempo ve complicado que pase, ya que, al fin y al cabo, "son unos patriotas" y no cree que hagan nada que perjudique el conjunto del Estado. En este sentido, entra toda la información de que disponen, destaca ahora el conocimiento sobre como se gestionó la comparecencia de Paz Esteban en la comisión de Secretos Oficiales y en la que confirmó que el organismo había espiado con autorización judicial a hasta 18 independentistas, entre los cuales Pere Aragonès, como posible coordinador de los CDR. Así, les consta hasta qué punto Sánchez controló hasta el detalle el contenido de su declaración y sabía qué información ofrecería a los diputados. Ante este hecho, los trabajadores del CNI les pareció extraño cuando en La Moncloa se sorprendieron por el hecho que Esteban hubiera dado el nombre del president, cuando ya lo sabían.

Un cuerpo quemado

Este es el panorama con que se ha encontrado Esperanza Casteleiro, el relevo de la ya exdirectora, hija de un militar y mano derecha de la ministra Robles: unos trabajadores quemados por toda la situación y por haber estado, de nuevo, en el centro de la polémica en otro escándalo de espionaje. Además, a pesar de ser unos "patriotas", sienten que el Gobierno ha mentido y les ha dado a ellos toda la responsabilidad por unos hechos que no son, según ellos, de su competencia. "La explicación del Gobierno es totalmente inverosímil. No se sostiene desde un punto de vista ni técnico ni protocolario si las cosas se han hecho bien desde La Moncloa", defienden desde el CNI. Eso es así, dicen ellos, porque los responsables del control de los dispositivos de los ministros, y, por lo tanto, quienes hay detrás de los errores de seguridad, no están en el CNI sino en el mismo Palacio  de La Moncloa. Así, aunque sin decir nombres, señalan al otro ministro a quien tanto el CatalanGate como el espionaje en Sánchez, Robles y Marlaska le ha estallado en la cara: Félix Bolaños.

Una medida insuficiente para el independentismo

La destitución de Esteban no ha caído bien ni entre sus trabajadores, pero tampoco entre el independentismo que lo ve como una medida estética y un cabeza de turco que no aclara un problema mucho más profundo. Así lo ha asegurado, por ejemplo,el  president de la Generalitat, Pere Aragonès, al Parlament durante la sesión de control al Govern donde ha insistido en reclamar al ejecutivo de Pedro Sánchez transparencia, responsabilidades y garantizaba que esta situación no se volverá a repetir. "Hasta que eso no pase, nadie puede dar ninguna crisis ni por matizada ni por resuelta", ha advertido en respuesta a la pregunta del presidente del grupo de Junts Albert Batet.