"Se trabaja mucho mejor hablando que saliendo a la calle". Es lo que expresa, cuando falta poco para que se celebre en Madrid una manifestación del PP contra la amnistía, un miembro de la dirección del PSOE. Alberto Núñez Feijóo aparecerá este domingo encima de un escenario colocado por el alma más ultra de su partido. José María Aznar e Isabel Díaz Ayuso se encargaron la semana pasada de arrastrar al actual líder del partido hacia una manifestación que en ningún caso representa el espíritu de moderación que intenta reivindicar, sin éxito, Feijóo. ¿La excusa? Protestar contra un posible acuerdo entre Pedro Sánchez y Carles Puigdemont que implique amnistiar independentistas.

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¿La manifestación del PP de este domingo favorece al PSOE? ¿En tanto que puede convertirse en un Colón 2.0, puede legitimar y servir como trampolín a Sánchez para abrir la vía de diálogo Ferraz-Waterloo? Así lo ven los socialistas, que al mismo tiempo son cautos y no dicen ni mu sobre una posible amnistía. Consideran que, a ojos del electorado español, el PP quedará arrinconado y visto "como los ultras que son". Así lo señalaba este jueves en los pasillos del Congreso uno de los máximos dirigentes del PSOE, justo cuando se acabó de votar la reforma del reglamento que permite utilizar, a partir de ahora, el catalán con plena normalidad.

"Lo que no se entiende es que sean ellos los que ahora decían que querían hablar con Junts", apuntan fuentes del PSOE, que consideran que esta "trazabilidad" que reivindica Feijóo —por la cantidad de años que ha estado al frente de la Xunta de Galícia— la tiene Sánchez y no el líder de los populares. "Nosotros tenemos una trazabilidad de cinco años" intentando desinflamar el conflicto político entre Catalunya y España, afirman. Y avisan del daño que puede hacer a los populares "ver en un futuro imágenes del PP situándose en contra de la normalización del catalán en el Congreso o saliendo a la calle" en una manifestación como la del domingo. Se dirán "palabras muy grandes y algunas barbaridades", y "es curioso que repitan constantemente lo que nunca les ha ido bien", añaden.

La lectura que hacen en la Moncloa de esta manifestación del PP va en la misma línea, al menos con respecto a la "desesperación" de los populares por el resultado del 23-J. "Nosotros vamos a la nuestra; y cuando llegue el momento, a negociar para cuatro años más de convivencia", apuntan fuentes del Gobierno, que también señalan que la legitimidad para sentarse a transaccionar con Junts per Catalunya y Esquerra Republicana una investidura de Pedro Sánchez la han tenido desde la madrugada del 24 de julio.

En el PSOE, así, consideran que la manifestación del PP de este domingo no les hace ni cosquillas; más bien todo lo contrario. Ya lo demostró también este jueves el secretario de Organización del partido, Santos Cerdán, que en declaraciones a los medios en el Congreso de los Diputados señaló que será la militancia del partido a quien acabará "escogiendo" qué harán los socialistas en las próximas semanas. "Pasaremos a consultas cualquier formación de Gobierno", señaló el número tres del PSOE cuando se le preguntó sobre la misma cuestión de fondo que llevará al PP a las calles este domingo: el aquelarre de Felipe González y Alfonso Guerra contra una hipotética ley de amnistía.

De hecho, hay que recordar que el Gobierno no tardó nada en reaccionar con buena cara a la ya famosa conferencia de Carles Puigdemont en Bruselas a principios de mes. La portavoz Isabel Rodriguez indicó que el president de la Generalitat en el exilio había "abierto las vías de diálogo" al mostrar su predisposición a sentarse a negociar con el PSOE.

Imagen de archivo del president Carles Puigdemont, en Bruselas / Foto: EFE

El lenguaje quirúrgico de Pedro Sánchez sobre la amnistía

Sea como sea, eso no implica que en Ferraz den por hecha una ley de amnistía. En ningún caso. Es casi del todo imposible escuchar a un ministro o dirigente socialista pronunciar la palabra 'amnistía'. No fue hasta este miércoles que Pedro Sánchez no abrió —aunque fuera un poco— la puerta a exculpar independentistas. "Seré coherente con la política de normalización y estabilización política en Catalunya, y con eso ya digo mucho", manifestó desde Nueva York. Palabras quirúrgicas por parte del presidente del Gobierno, que las aliñó con la promesa de "decir lo que tenga que decir" una vez fracase la investidura de Feijóo.

 

Una semana para empezar a salir de dudas

Pero este lenguaje quirúrgico de Pedro Sánchez, así como la decisión de pronunciarse solo con cuentagotas sobre llegar a acuerdos con el independentismo genera una duda: ¿el presidente del Gobierno pretende negociar o solo gana tiempo? No es un disparate pensar que de los posibles planes que puede tener el presidente del Gobierno en su cabeza en el escenario posterior a la investidura fallida de Feijóo sea ir a unas nuevas elecciones.

El Centro de Investigaciones Sociológicas ha colocado sobre la mesa del presidente del Gobierno un barómetro que le puede hacer pensar que una repetición electoral puede jugar a favor suyo. Electomanía calcula, por ejemplo, que el PSOE ya no necesitaría a Junts per Catalunya en la aritmética parlamentaria del Congreso, basándose en los datos publicados por el CIS. Pero también hay que recordar que el mismo centro de estudios sociológicos hinchó en los pasados comicios las aspiraciones de Pedro Sánchez y al final el PSOE quedó como segunda fuerza más votada, por debajo del PP.

La segunda votación del debate de investidura de Feijóo se producirá el viernes. Una vez fracase —si todo se mantiene en orden y no hay transfuguismo socialista en favor del PP— se activará un reloj de dos meses; el límite de tiempo que tendrá Sánchez para cerrar o no un acuerdo con el independentismo. Se verá entonces cuál es la calidad de la conexión telefónica Ferraz-Waterloo. Si bien, la semana pasada, uno de los hombres de más confianza del presidente del Gobierno señalaba que las quinielas en la Moncloa sobre si se conseguirá un acuerdo de investidura están "al 50-50".