Veinticuatro horas después de reiterar que volverá a Catalunya y pondrá punto final en su largo exilio de más de siete años en Waterloo para asistir al pleno de investidura del nuevo president de la Generalitat, Carles Puigdemont ha recordado su experiencia en la prisión alemana de Neumünster, donde estuvo encarcelado durante 12 días (del 25 de marzo al 6 de abril del 2018) después de ser detenido en Schleswig-Holstein, en Alemania. Ahora se enfrenta a la amenaza de una nueva detención, esta vez por orden de la justicia española, que se niega a cumplir la ley de amnistía e insiste en encarcelarlo por el delito de malversación, el cual los jueces consideran que queda fuera de la ley de amnistía. En una publicación en la red X (antes Twitter), Puigdemont recuerda también: "En un estado de derecho, primero está la obligación democrática y después la devoción patriótica", dirigiéndose a los jueces que se niegan a aplicar la ley para conseguir lo que no han podido hacer los políticos, y pone como ejemplo la justicia alemana, que conoce por su propia experiencia. Puigdemont no tiene la inmunidad parlamentaria europea desde el 12 de junio, después de haber aceptado el acta de diputado en el Parlament catalán, y por lo tanto, la amenaza de detención continúa vigente. El magistrado del Tribunal Supremo Pablo Llarena declaró el pasado 1 de julio no amnistiable el delito de malversación que se le atribuye al líder de Junts, y mantiene la orden de detención.

Doce días en la prisión

"Hoy hace seis años que volví a Waterloo después de pasar cuatro meses confinado en Alemania, doce días de los cuales en la prisión de Neumünster", empieza diciendo Puigdemont. "La experiencia alemana fue útil para muchas cosas, no solo para derrotar la ofensiva del Estado buscando la extradición y conseguir una sentencia que hoy todavía hace atragantar a algunos jueces, políticos y periodistas españoles, sino para comprobar lo que es una justicia imparcial", afirma. Una justicia, recuerda el president en el exilio, que tiene que tener "respeto por los derechos, sin filtraciones y sin dilaciones innecesarias, y, naturalmente, sin ningún cálculo político, como la que se aplica en Alemania, en contraposición a lo que pasa en el estado español.

Para Puigdemont, Alemania es un ejemplo de "cómo funciona en términos de organización judicial un estado federal de verdad, no esta broma que es el sonsonete de 'el estado más descentralizado de Europa' que de vez en cuando tenemos que escuchar cuando les parece que pedimos demasiado".

Una justicia politizada

La justicia no siempre es justa, porque "ser imparcial no quiere decir ser infalible, y como en todos sitios, allí también se cometen errores", sostiene Puigdemont. Pero no es una justicia politizada, o que se deja influir por filias o fobias personales e ideológicas de los jueces. "Tranquiliza mucho saber que la decisión que te concierne no la tomará un juez que odia todo el que representas, sino alguien que aplicará la ley, sin interpretaciones enrevesadas para hacerte pagar, como sea, el castigo que se muere de ganas de aplicarte". Porque, vuelve a repetir Puigdemont, "en las democracias de verdad, la obligación democrática prevalece por encima de la devoción patriótica".