Entre la localidad alemana de Kehl y la sede del Parlamento Europeo en Estrasburgo, Francia, hay a penas ocho kilómetros de distancia, que se pueden hacer eternos por culpa de las obras que colapsan una parte del recorrido. Las dos ciudades viven separadas por una frontera imperceptible para la mayoría de ciudadanos que transitan diariamente de un lado a otro del Rin por el emblemático Puente de Europa, considerado símbolo de reconciliación y cooperación.
No obstante, para el president en el exilio, Carles Puigdemont, y para el conseller Toni Comín la línea que separa los dos estados se ha transformado esta mañana en un límite peligroso e infranqueable.
Mientras a ocho kilómetros de distancia el resto de los diputados de la Cámara ocupaban sus escaños en el nuevo Parlamento, Puigdemont y Comín valoraban en un discreto hotel de Kehl y acompañados por su círculo más próximo los riesgos de poner los pies en el otro lado de la frontera.
Alemania ya descartó entregar Puigdemont a España por el delito de rebelión cuando fue detenido en la localidad de Neumünster en Schleswig-Holstein. En cambio, Francia aún no se ha tenido que pronunciar judicialmente al respecto, aunque los abogados de Puigdemont no tienen ninguna duda de que se trata de uno de los territorios menos favorables a su causa.
No sólo eso, los abogados de los políticos exiliados aseguran que fueron informados ayer por autoridades francesas de una fuerte presencia de agentes españoles que podrían tener intención de actuar en territorio francés amparados en un convenio firmado en el 2002 entre Francia y España que podría facilitar tanto la detención inmediata como el traslado del president al Estado español sin necesidad de mediar euroorden.
Ante esta situación, el abogado Gonzalo Boye ha dejado clara a primera hora de la mañana de este martes la voluntad de "limitar al máximo los riesgos".
En el hotel de Kehl, donde habían llegado la noche anterior, Puigdemont y Comín han estado a lo largo de la mañana acompañados de la esposa del president, Marcela Topor, Boye, el vicepresidente primero del Parlament, Josep Costa, y el senador Jami Matamala, entre otros. Desde allí han podido seguir a través del móvil las intervenciones dentro del hemiciclo que denunciaban la ausencia de los tres eurodiputados catalanes en el pleno que en que se constituía el nuevo Parlamento.
Finalmente, a las once menos cuarto, mientras en las puertas de la Eurocámara ya se concentraban 10.000 personas en el acto organizado por el Consell de la República, Puigdemont, como ha podido constatar ElNacional.cat, se ha subido en un taxi con una parte de sus acompañantes, entre los cuales no estaba Comín, que iba detrás, en un segundo vehículo.
El taxi se ha dirigido a Estrasburgo, pero sin el president, que finalmente se ha quedado con Comín al otro lado del río, desde donde han grabado el vídeo que se ha podido ver en el escenario del acto.
A pesar de no cruzar el puente, según fuentes del entorno de Puigdemont, han podido detectar un grupo de agentes españoles vigilando sus movimientos, que han controlado y comunicado su llegada a la frontera.
Finalmente, y después de descartar también la posibilidad de organizar un encuentro, sin cruzar el límite entre los dos estados, con las personas que se han trasladado a Estrasburgo para participar en el acto, el president ha vuelto hacia Waterloo.