El independentismo ha cambiado de pantalla. La Diada de este año se celebra en plena efervescencia política provocada por el papel imprescindible de los diputados soberanistas para sacar adelante la investidura del próximo presidente del Gobierno. El 11 de Setembre se ha visto precedido por la conferencia que el president en el exilio, Carles Puigdemont, pronunció el martes en Bélgica, donde dictó al PSOE (o al PP) las condiciones previas que deberá cumplir si se quiere sentar a negociar con Junts. Entre otras, una ley de amnistía. La víspera de la conferencia, el lunes, la vicepresidenta del Gobierno y líder de Sumar, Yolanda Díaz, había viajado a Bruselas para reunirse con Puigdemont. Era el primer encuentro público de un miembro del Gobierno con el líder independentista exiliado y, por lo tanto, una foto cargada de simbolismo que en Madrid saturó muchas retinas.
Las elecciones generales del 23 de julio han otorgado al independentismo un sorprendente balón de oxígeno, justo en el momento en el que el ciclo electoral ha exhibido con toda su contundencia hasta qué punto se ha hundido el voto soberanista: desde el 2021 el PSC de Salvador Illa se ha hecho con la victoria, sucesivamente, en las elecciones catalanas, las municipales y las generales en Catalunya.
Divisiones previas
Los últimos años, la celebración del 11 de Setembre no habían hecho más que evidenciar el declive que sufría este movimiento, profundamente enfrentado sobre la estrategia a seguir ante el Estado. La Diada del año pasado —que se celebró un mes antes de que saltara definitivamente por los aires el acuerdo de gobierno de ERC y Junts en la Generalitat— exhibió la tensión entre los partidos, pero, además, extendió también entre las entidades la grieta de una división cada vez más profunda, atizada por el tensionamiento de posiciones en la Asamblea con el secretariado de Dolors Feliu. Por primera vez, aquel 2022, el president de la Generalitat no asistió a la convocatoria de la ANC. El año anterior, los representantes políticos habían sido abucheados por los asistentes y el manifiesto de la Asamblea llamando a dejar atrás a los partidos sirvió de argumento a Pere Aragonès para ahorrarse un nuevo chubasco.
A pesar de la movilización se mantuvo en la calle, el enfrentamiento entre el independentismo parecía tocar fondo, pero aún faltaba la conmemoración de los cinco años del 1-O, tres semanas más tarde, y la pitada contra la presidenta del Parlament Carme Forcadell. Fue la estocada final de una dinámica profundamente autodestructiva.
Nuevo escenario
No obstante, la situación en que se produce la conmemoración de la Diada de este lunes, ha marcado un giro en que, dado que el apoyo de Esquerra a Pedro Sánchez se da por hecho, es Junts, a través de Puigdemont, quien se ha convertido en el objetivo de todos los focos. El líder independentista ha exigido una ley de amnistía, que se remonte a las responsabilidades por la consulta del 9-N del 2014, como condición previa para sentarse a negociar la investidura. Reclama también el reconocimiento de la legitimidad democrática del independentismo y un mecanismo de verificación y control de las conversaciones con el Estado, que recupera la exigencia de una mediador internacional que Junts ya reclamaba en el 2019. Puigdemont dejó claro que el único límite en las conversaciones han de ser los tratados internacionales que hacen referencia a derechos humanos y libertades fundamentales.
El protagonismo de la formación de Puigdemont en la política estatal ha acentuado el pulso con ERC, que intenta desactivar la imagen que sus votos están ya decididos a favor de la investidura de Pedro Sánchez. Esquerra busca marcar perfil. Este lunes, Pere Aragonès, sí acudirá a la convocatoria de la Asamblea. Carles Puigdemont intervendrá por la mañana en el acto en el Fossar de les Moreres.
Coordinación
Además, después de que Junts no tuvo ningún éxito en sus llamamientos al partido de Oriol Junqueras para buscar la coordinación en Madrid, ahora es ERC quien reclama consensuar estrategias. Demasiado tarde. Puigdemont dejó claro a Aragonès, en una reunión que mantuvieron el mes de agosto en Prada de Conflent aprovechando el encuentro de presidentes en el homenaje a Pau Casals en la Universitat Catalana d'Estiu, que las estrategias son demasiado divergentes.
Y no obstante, la conferencia de Puigdemont en Bruselas dio pie, por primera vez después de mucho tiempo, a un encuentro público que reunió a los tres partidos —ERC, Junts y CUP— y las cuatro entidades —Òmnium, ANC, Consell per la República y AMI—. En aquella reunión solo Dolors Feliu intentó distanciarse y durante la conferencia posterior incluso evitó sentarse en la primera fila como el resto de invitados.
Los problemas y las dificultades del movimiento continúan casi intactos. Las diferencias y recelos entre los partidos y las entidades siguen en pie y las propuestas estratégicas siguen siendo divergentes. Y no obstante, el independentismo ve en el giro de 180 grados que ha experimentado el escenario, una oportunidad. La cita de este lunes tendrá que mostrar el efecto que todo ello ha tenido en la calle.