Después de Bélgica, Hungría. Este próximo lunes, 1 de julio, se escenificará el relevo de la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea, que pasará de manos belgas a manos húngaras. Durante los últimos seis meses, ha sido Bruselas quien ha ocupado el cargo, pero para todo lo que resta de 2024 será el turno de Budapest. Ostentar la presidencia europea significa que aquel estado presidirá las sesiones a todos los niveles del Consejo, y por lo tanto tiene la potestad para decidir la orden y las prioridades de las carpetas que se abordarán en las diversas reuniones. También en el Consejo de Asuntos Generales, escenario en el cual se ha discutido hasta ahora la oficialidad del catalán en la UE. Así, una vez empiece la nueva presidencia húngara, ¿qué pasará con el debate para convertir el catalán en lengua oficial en Europa?
El país de Viktor Orbán, ¿enemigo o aliado?
Cuando Bélgica llegó a la presidencia del Consejo de la UE en enero, lo hizo acompañada de una dosis de optimismo. No menos porque, en el momento de hacerlo, el embajador belga en España, Geert Cockx, aseguró desde Barcelona que su país tenía la voluntad de sacar adelante esta carpeta, la cual no se había podido resolver bajo la anterior presidencia europea, que precisamente había sido española. Con un gobierno nacional más 'cómodo' (conformado por una amplia coalición conformada por liberales, socialistas y ecologistas, alejados de la influencia del Partido Popular) y con una evidente diversidad lingüística que se defiende en las instituciones y en la sociedad (el francés, el flamenco y el alemán son lenguas oficiales), parecía que este era el mejor escenario para facilitar la entrada del catalán en la UE. Pero la presidencia belga ya se ha agotado sin nuevos avances públicos desde marzo.
Con la ascensión de Hungría a la presidencia de la UE, sería fácil dejar aflorar el pesimismo. El primer ministro Viktor Orbán, conocido por tener postulados ultras, ya ha mostrado su proximidad a Vox y Santiago Abascal, mientras que el país cuenta con solo una lengua oficial, el húngaro. Además, la semana pasada el embajador ante la UE, Bálint Ódor, descartaba, por ahora, volver a situar la oficialidad del catalán en la agenda europea. Algunos expertos que han hecho un seguimiento esmerado de este debate también alimentan la preocupación. Jaume Bardolet, responsable de Incidencia Internacional en la ANC, reconoce que los próximos seis meses "no pintan demasiado bien, porque es muy difícil que sea una prioridad para los húngaros" poner el catalán en la agenda europea. Y desde Òmnium Cultural, la entidad presidida por Xavier Antich alerta de que "no es previsible mucho movimiento en sentido positivo" en los próximos tiempos porque "los principales frenos a la oficialidad son el Partido Popular Europeo y la ultraderecha", de la cual forma parte el gobierno húngaro. Esto podría hacer peligrar la oficialidad del catalán antes de 2025.
Pero caer en este pesimismo sería la opción fácil (y no acertada). A pesar de haber cerrado, hoy por hoy, la puerta a debatir la cuestión lingüística, Hungría no ha pasado el pestillo. "Si hay la necesidad de debatirla, la pondremos en la agenda", explicó el mismo Bálint Ódor. De hecho, Budapest ha mantenido varias conversaciones con la Generalitat y La Moncloa con el fin de preparar el escenario. En marzo, la consellera de Acción Exterior, Meritxell Serret, ya reconoció haber iniciado conversaciones informales para "construir confianzas y seguir avanzando" en la materia del catalán. Y este pasado lunes, el ministro de Exteriores, José Manuel Albares, escenificó el acercamiento reuniéndose con su homólogo húngaro, Péter Szijjártó para abordar esta cuestión, afirmando que habían acordado "trabajar juntos con este objetivo".
En efecto, fuentes negociadoras informan a ElNacional.cat de que las conversaciones con Budapest para situar el catalán como prioridad avanzan a buen ritmo. "Hungría hace tiempo que la tenemos a favor", afirman estas mismas voces, que añaden que el encuentro con el ministro Albares ha acabado de demostrar el entendimiento tras varios meses de trabajo. Y es que, a pesar de la desazón que puede generar de entrada el país de Viktor Orbán, un análisis más esmerado muestra también motivos para ser optimista. En una conversación con este diario, Marga Payola, coordinadora de Internacional de la Plataforma per la Llengua, explica que Hungría es firmante de la Carta Europea de las Lenguas Regionales o Minoritarias, y protege los derechos lingüísticos de 13 minorías nacionales que habitan dentro de sus fronteras (entre ellas, la armenia, la polaca o la serbia). Además, también financia la protección de las minorías húngaras que se encuentran repartidas por algunos países europeos (Rumania, por ejemplo, acoge a más de un millón de hablantes, y conserva decenas de escuelas que educan a los jóvenes en esta lengua). "Cada país tiene sus realidades", argumenta Payola.
El foco, sobre España (y el PP)
La clave no es Hungría, sino España. La presidencia húngara no situará la oficialidad del catalán en la agenda europea si el ejecutivo de Pedro Sánchez no la fuerza a hacerlo. Todas las fuentes consultadas coinciden en este punto, utilizando el mismo concepto: presión. Òmnium hace un llamamiento a "aprovechar todas las oportunidades que se presenten para redoblar la presión"; la ANC sitúa como elemento clave la "presión que pueda hacer el Gobierno"; y Plataforma per la Llengua concluye que "todo dependerá de la presión que haga España". Y es que durante los últimos meses, la parte española ha hecho avanzar esta demanda de forma lenta, como mínimo de cara al público. La última vez que la cuestión del catalán se situó en el orden del día del Consejo de Asuntos Generales fue en marzo. Desde entonces, nada, y la presidencia belga se ha agotado sin más novedades. "El Gobierno ha sido bastante negligente", alega Jaume Bardolet, reprochando su falta de urgencia.
Pero se ha hecho trabajo. Las fuentes presentes en las negociaciones explican a ElNacional.cat que se ha preparado mucha documentación a lo largo de los últimos meses, como argumentarios, informes jurídicos o borradores de posibles acuerdos. Uno de los puntos clave que ha devuelto este esfuerzo ha sido situar el artículo 4.2 del Tratado europeo en el centro del debate para hacer oficial el catalán, el cual dice que "la UE respetará las identidades nacionales de los estados miembros". Por eso, en marzo el Gobierno ya compartió un documento con los veintisiete en que se defendía la importancia de la "diversidad lingüística" en España, y cómo las lenguas cooficiales son claves en la "identidad nacional" española. "Eso tendría que ser suficiente", defienden las fuentes negociadoras. "No tiene sentido que le digan a un estado que no, porque sería insólito". Y, por si no fuera suficiente con eso, el Gobierno también se ha comprometido a asumir todo el coste que implicaría la oficialidad del catalán y establecer un criterio de exclusividad para que no suponga un efecto dominó que comporte la entrada de otras lenguas europeas minorizadas, para ganar así más países a favor.
Hoy por hoy, el principal enemigo no es Hungría, sino el PP. También en marzo, el Gobierno ya culpó la formación de Alberto Núñez Feijóo de influenciar a sus aliados en Europa para crear así "resistencias políticas". No es sorprendente que los cuatro estados que hasta ahora se han pronunciado públicamente en contra de hacer oficial el catalán en la UE (Suecia, Finlandia, Letonia y Lituania) son gobernados por formaciones integradas en el Partido Popular Europeo. El reto principal, pues, será que estos abandonen sus reticencias y posicionen a favor. "Hay delegaciones extranjeras mediatizadas por el PP, y costará darle la vuelta", reconocen las mismas fuentes negociadoras.
Y el mejor escenario para hacerlo está ahora abierto. El resultado de las elecciones europeas ha suscitado negociaciones entre el Partido Popular Europeo y el Partido de los Socialistas Europeos (en el cual se integra el PSOE). Por eso Marga Payola apuesta por aprovechar esta oportunidad y situar la oficialidad del catalán como "moneda de cambio" en estos intercambios de cargos y prioridades políticas. También las fuentes negociadoras apuestan por incidir en estas negociaciones para "introducir el tema en los acuerdos programáticos". Y, si no, siempre resta la posibilidad de intensificar las conversaciones bilaterales entre España y los países reticentes. En todo caso, una cosa está clara: la oficialidad del catalán no entrará en la agenda del Consejo de Asuntos Generales hasta que no esté completamente acordado con aquellos estados que ahora ponen objeciones, y pueda garantizarse su aprobación cuando se vote. Y eso puede tardar unas semanas o muchos meses.