Era una noche fría de febrero y, en Valladolid, había quien olía la sangre. Castilla y León acababa de votar en las autonómicas y Santiago Abascal proclamó aquellas palabras que vaticinaban un cambio de paradigma en la política española: "¡Qué cara de vicepresidente se le está poniendo a Gallardo"!, en referencia a su candidato en aquella comunidad, Juan García-Gallardo. Y dicho y hecho porque, al cabo de unas semanas, la aritmética y la aspiración de poder empujaron al popular Alfonso Fernández Mañueco a formar gobierno con VOX, que sustituyó por Ciudadanos. Una vicepresidencia y tres consejerías para la ultraderecha. Era la primera vez que ostentaban cuotas de poder desde la Transición.
Es el panorama con el que se encontró, en Génova 13, el flamante líder Alberto Núñez Feijóo, que asintió y permitió el pacto en una de las primeras decisiones que tomó. Desde aquel 13 de febrero han pasado 7 meses y, para algunos, ha pasado un mundo. Desde entonces, Santiago Abascal ha perdido gas, el efecto Feijóo – Moreno Bonilla lo ha atropellado, su partido pierde fuelle en las encuestas después de la experiencia traumática andaluza y Macarena Olona la amenaza, crípticamente, con dividir la extrema derecha.
Vale la pena poner orden al embrollo. Este jueves el CIS pronosticaba el liderazgo del PSOE por delante del PP después de que, en la encuesta de julio, Feijóo le había arrebatado el primer lugar en la pole. Sin embargo, entre gráficos había un dato que llama la atención. VOX conseguiría el 10'3% de los votos y se convertiría en la cuarta fuerza española, por detrás de Unidas Podemos (12'8%). El caso es que la ultraderecha no bajaba tanto en los pronósticos desde octubre de 2019 (7'9%), cuando el CIS hizo la encuesta previa a las elecciones generales del 10N. En aquella ocasión, los de Abascal dieron el gran salto (15'2% - 52 diputados en el Congreso de los Diputados) después de la repetición electoral. Lo llamativo es que las mejores previsiones las ha obtenido este año, en el barómetro de mayo (16'6%) y en el de junio (16'5%), justo después de que se certificara la alianza castellanoleonesa.
La caída en picado tiene más de una pata. Alberto Núñez Feijóo ha imprimido otro ritmo en el Partido Popular, ha catapultado una formación que se hacía añicos a raíz de la crisis fratricida Casado - Ayuso y, gracias al andaluz Juanma Moreno Bonilla, la pinza galaicoandalusa está recuperando terreno entregado a la ultraderecha y se ha zampado a Ciudadanos. Las elecciones de junio de Andalucía lo constataron. El efecto Olona se quedó en un espejismo del marketing – aunque mejoró los resultados respecto del 2018 - y no sirvió para salvar los muebles ante la mayoría absoluta de Moreno Bonilla, que arrasó con un mensaje más agradable e identificado con Andalucía. Quien lo iba a decir, la derecha frenando el ascenso de la extrema derecha, ante la ausencia de la izquierda.
La bajada en las encuestas se ha acelerado después de los comicios en Andalucía. La candidata Macarena Olona se ha esfumado del Parlamento y amenaza con plantar clara a Abascal. La mujer más potente de VOX dejó la política por "motivos médicos", pero el tiempo está dejando intuir un mar de fondo que hace traquetear a VOX y deja sin palabras a la trinchera mediática ultra. Abascal no supo qué responder este jueves cuando Federico Jiménez Losantos le preguntó "por nuestra Macarena". La confusión ha ido a más, por si no fuera suficiente, porque Olona ha pedido, vía Twitter, una reunión a su líder "para preguntarle si caminamos juntos por un futuro mejor de Andalucía y del resto de España". En España los cuchillos se afilan, mientras que en Italia Giorgia Meloni prepara el asalto definitivo,