El fondo era el mensaje. Una rojigualda de dimensiones colosales ondeaba en una pantalla de plasma mientras el presidente Mariano Rajoy subía al atril, ya coronado por cuarta vez como líder del Partido Popular durante su 18º cónclave. En la puerta, la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría avisaba a los periodistas: "Estad atentos". Rajoy decía el sábado que se reservaba unas palabras para el discurso de clausura. Por primera vez en la historia de la formación un dirigente del PP advertía en la máxima reunión del partido sobre la independencia de Catalunya.
"Que nadie se venga a engaño. No sería una poda agradable hecha por un amable jardinero. Sería una amputación terrible y dolorosa que no hay ningún cirujano que pueda salvar" decía el gallego a los catalanes "de buena fe" y "engañados", a los que sus dirigentes no les habrían explicado las consecuencias de la separación. Rajoy ha utilizado el discurso del miedo para avisar de que la marcha de Catalunya llevaría a la salida del euro, de la Unión Europea, y significaría la "imposibilidad" de sostener los servicios públicos y el sistema de pensiones.
Estas palabras se pueden leer como la entrada en la campaña por el 'no' de Rajoy, porque sobrepasan los enunciados que había pronunciado el día antes. Insistía en que no habría tal convocatoria, ni "tendría éxito" porque no lo permitirían. "No aceptaremos imposiciones, ni monólogos, ni sortear la ley, ni contratos de adhesión", añadía este domingo. El presidente del PP ha reafirmado el texto de la ponencia Económica y Territorial, donde se hace expresa referencia a no permitir referéndums de autodeterminación.
El único diálogo posible con el president Carles Puigdemont es sobre inversiones, infraestructuras y una reforma de la Constitución dudosa, porque Rajoy mismo negó que fuera posible en una entrevista hace más de un mes. El propio partido la ha acotado en la ponencia territorial de este fin de semana. "Se puede reformar si lo quieren todos los españoles. No lo recomiendo, pero se puede", ha avisado, después de que los populares hayan acordado que la Constitución sólo se modificaría si hay un acuerdo de todas las fuerzas políticas similar al de 1978 y, en ningún caso, contraria a la unidad.
La reivindicación del diálogo ha vuelto a la mesa, con reproches a la ausencia de la Generalitat en la conferencia de presidentes autonómicos, y a negociar un nuevo modelo de financiación. "Nunca se tiene que dejar la silla vacía. La obligación de un gobernante es ir donde se discute sobre aquello que afecta a sus ciudadanos. Es abdicar de responsabilidades como político", se ha quejado Rajoy. El vicepresident catalán, Oriol Junqueras, hace días remitió una carta a su homólogo estatal, Cristobal Montoro, pidiendo un trato bilateral, pero Moncloa insiste en el Café para todos.
No ha emergido la Operación Precinto, como hace dos semanas. El presidente ha repetido los límites legales del diálogo que la Moncloa ha marcado desde que empezó el proceso. "No negociaremos ni comerciaremos con la soberanía nacional. Ningún responsable político puede reclamar o exigir al Gobierno que incumpla la Constitución", avisa a Puigdemont sobre la oferta de pactar la consulta y sus condiciones. Sí hubo una advertencia velada a recuperar las instituciones catalanas, pero más dirigida a la sociedad civil, como fuentes de vicepresidencia explicaron a este diario.
El toque sentimental ha hecho aparición en escena cuando el gallego ha recordado los "lazos afectivos" con los catalanes, o "la historia común". "Juntos estamos mejor. Todo eso del proceso secesionista es un disparate. Es mi posición y la de la inmensa mayoría de los españoles", ha concluido, después de asegurar que el separatismo "había acabado dramáticamente" con la cohesión interna de la sociedad catalana. Ahí ha lanzado un saludo a Societat Civil Catalana, entidad presente en el acto y que Rajoy cree represententativa de dichos ciudadanos.
El presente ha encontrado un nexo con el pasado en la incomodidad: el líder indiscutible de los populares ha agradecido la labor del expresidente José María Aznar, gran ausente en el encuentro, y ha recordado la memoria de la difunta exalcaldesa de Valencia, Rita Barberá. Y al PSOE, una advertencia: "El diálogo no es igual a desmantelamiento, ni tampoco es vender favores al Gobierno, sino buscar satisfacer las nesidades de los españoles", para garantizar la gobernabilidad. La España del PP era el mensaje.