El 26 de octubre de 2017, un día antes de la DUI, la (inaplicada) declaración de independencia del Parlament, se podía leer en grandes titulares en la edición digital del diario El País: “Puigdemont descarta elecciones y deja vía libre a la aplicación del artículo 155”. Durante algunos días se especuló con la idea de que si el president catalán llamaba a las urnas, el Gobierno español no llevaría a cabo la amenaza de la intervención y suspensión constitucional del autogobierno. El debate existió, incluso, en el Ejecutivo del PP —dan fe de ello las hemerotecas—; pero, sobre todo, fue alimentado por el PSC, el PSOE, el PNV y una parte de la denominada tercera vía, incluídos consellers del Govern como Santi Vila, como (supuesta) solución in extremis a la crisis. Todos esos sectores se lanzaron a la yugular de Puigdemont cuando decidió seguir adelante, hacia la DUI, sin convocar elecciones —como le pedían ERC, parte del PDeCAT e independientes de JxSí—, al constatar que no había recibido garantías de Madrid de que se frenaría el 155 si lo hacía.
Hoy, dos años después, a Puigdemont le ha dado la razón ni más ni menos que Mariano Rajoy, es decir, el responsable último de una decisión que supuso la destitución del Govern, la disolución del Parlament y la convocatoria de elecciones catalanas por el Gobierno español, la intervención de la Generalitat y la suspensión de la autonomía. El expresidente y líder del PP revela en sus memorias, Una España mejor (Plaza y Janés), que el 155 no se habría parado en ningún caso. Lo que ya se conoce como “la confesión” de Rajoy ha revelado así la falsedad de uno de los axiomas —la supuesta irresponsabilidad de Puigdemont por no haber convocado elecciones— que han apuntalado el relato de demonización del president y quienes le siguieron al exilio.
La decisión, según Rajoy la “principal” y más “trascendente” de su vida política, era irreversible en esos momentos, y, de hecho, había ido tomando cuerpo, aceleradamente, desde mucho tiempo antes. El político gallego había descartado antes otras vías que le sugirieron, escribe, entre ellas la de mandar el ejército a Catalunya.
A continuación reproducimos extractos textuales del capítulo 9º y último del libro, “El artículo 155”, centrado en el momento culminante del conflicto, donde Rajoy, con un tono entre grave y cínico, revela los entresijos de su procés, en ocasiones con contradicciones manifiestas, así como la preparación del 155 sí o sí para frenar a Puigdemont.
Las dos reuniones Rajoy-Puigdemont en la Moncloa
“Como había previsto, tras la llegada de Puigdemont a la presidencia de la Generalitat en enero de 2016, las cosas fueron a peor. (...) Este era el marco en que nos movíamos cuando tuvo lugar mi primera reunión con Puigdemont en la Moncloa. Fue el día 20 de abril de 2016, un día lluvioso en Madrid (...) le reiteré con claridad que yo no iba a autorizar nunca un referéndum por la independencia de Catalunya”.
“El 11 de enero de ese mismo año 2017 volví a reunirme con él en el Palacio de la Moncloa (...) En un momento de nuestra conversación, que ya había alcanzado el grado de debate, llegué a preguntarle si de verdad pensaba que yo iba a autorizar el referéndum. Todavía hoy me produce perplejidad su respuesta: ‘No lo vas a autorizar, porque, además, no puedes’ (...) Ante tamaña desfachatez pensé cómo podía continuar intentando hacer entrar en razón a quien deliberadamente había decidido ignorar la realidad y la ley”.
Escalada de tensión tras las sesiones del Parlament del 6-7 de septiembre
“La escalada de tensión fue tan preocupante que algunos abogaron por aplicar ya entonces el artículo 155 de la Constitución”
Operación de la Guardia Civil en la conselleria de Economia el 20 de septiembre:
“Hubo episodios violentos, se vivieron momentos de enorme tensión (...) en aquella jornada quedó completamente desarticulada la organización del referéndum”
‘No hubo referéndum’ el 1-0
“Efectivamente, el 1 de octubre no hubo ninguna legislación electoral que amparase consulta alguna, ni junta electoral, ni mesas legalmente constituidas...”
Actuación policial en el 1-O
“La Policía y la Guardia Civil cumplieron con su obligación y atendieron las instrucciones judiciales, a pesar de que se vieron acosados, hostigados e incluso agredidos (...) Actuaron con profesionalidad y de manera proporcionada, dada la situación que se encontraron, y el objetivo de sus actuaciones nunca fueron las personas, sino impedir los actos ilegales”.
“Quiero dejar muy claro que ese día no hubo ningún tipo de orden política a los responsables del despliegue”
Opciones para frenar a Puigdemont
“(...) las fuerzas de seguridad hicieron una labor más que meritoria en aquellos días. Ellos, junto con jueces y fiscales, fueron la avanzada en la respuesta del Estado, pero no la única”
“Nosotros llevábamos ya tiempo trabajando en el desarrollo de las distintas opciones legales para frenar a Puigdemont, pero especialmente en el diseño de la aplicación del articulo 155 de la Constitución (...)
Grupo de trabajo del 155
“Le encargué a la vicepresidenta [Soraya Sáenz de Santamaría] que diseñara el procedimiento de ejecución de aquel precepto constitucional (...) Teníamos que actuar cargados de razones políticas y jurídicas. Así se organizó un grupo de trabajo formado por altos funcionarios del Estado que fueron diseñando las distintas posibilidades de aplicación del artículo 155 (...)”
Validación posterior del 155 en los tribunales y veto a la reelección de Puigdemont
“Ni una sola de las decenas de disposiciones de aquel grupo de trabajo fue anulada o enmendada. Todas recibieron el respaldo de los tribunales. Gracias a ello, cuando llegó el momento de aplicarlo, el artículo 155 estaba impecablemente fundamentado y perfectamente desarrollado, como certificaría a posteriori el Tribunal Constitucional. Incluso lograron evitar meses después la afrenta democrática de ver elegido como president de la Generalitat a un prófugo de la justicia española gracias a que recurrieron la propuesta de investidura de Carles Puigdemont tras las elecciones de diciembre. Recurrieron incluso sin el aval del Consejo de Estado, y también ganaron”.
Tres hechos decisivos
Rajoy relata que, a principios de octubre, tras el referéndum del 1-O, se produjeron “tres hechos decisivos” en la crisis: el mensaje del Rey del día 3, el traslado de sedes empresariales y las movilizaciones contra el independentismo.
El mensaje del Rey
“Para el Gobierno, aquel mensaje, que como es habitual en estos casos, conocí antes, también resultó reconfortante. Estábamos pasando momentos de enorme dificultad en soledad (...) Sus palabras nos animaron y creo que lo mismo pudieron sentir todas las personas que estaban dando la batalla legal contra el secesionismo: me refiero a los policías, jueces, fiscales o funcionarios. Escucharon al Rey decir que ‘es responsabilidad de los legítimos poderes del Estado asegurar el orden constitucional’ y eso es lo que todos estábamos haciendo”.
Traslado de empresas
“Particularmente llamativo fue el caso de La Caixa. Una mañana me llamó Luis de Guindos para comentarme la situación y la petición que le habían hecho llegar los responsables de la entidad. Necesitaban agilizar el traslado de su sede y frenar así una peligrosa fuga de depósitos que podía llegar a afectar a su solvencia. Como era lógico y como era nuestra responsabilidad, atendimos su petición y aprobamos un decreto para facilitar su traslado. ¡Lo último que nos faltaba en aquel octubre del 17 era tener que hacer frente, además, a una situación de pánico bancario!”
Movilizaciones españolistas
“El tercer elemento decisivo de aquellos días fue el comienzo de movilizaciones en sentido contrario al habitual. Ya no eran los independentistas los que tomaban las calles, sino los catalanes que querían seguir siendo españoles. La Catalunya silenciosa (...) decidió dejarse ver”.
Mandar el Ejército a Catalunya o negociar
“Recibí muchísimas llamadas de gente alarmada que ofrecía todo tipo de sugerencias para atajar aquella escalada de despropósitos. Algunos me hablaban de mandar al ejército y otros, por el contrario, me instaban a sentarme a negociar con Puigdemont”
Acuerdo nacional con Sánchez y Rivera
“De esta manera, mientras los expertos iban cerrando los últimos detalles técnicos del desarrollo del 155, yo me apliqué a un objetivo que consideraba esencial: fraguar un gran acuerdo nacional para hacer frente al envite secesionista. Me reuní con Sánchez y Rivera más de una y más de dos veces en aquellas semanas, sin contar las innumerables conversaciones telefónicas. (...) Ni entonces tuve queja alguna de su comportamiento en aquel trance decisivo, ni la tengo ahora. Creo que actuaron de forma responsable en una situación muy grave”
Visita a Donald Trump
“Durante una visita a Estados Unidos pude explicar a su presidente, Donald Trump, lo fundamental de la situación. Le dije que era, más o menos, como si en su país el Gobernador de cualquier estado hubiera decidido convocar un referéndum para independizarse. Mostró un gesto de incredulidad y me dijo: “¡Pero eso es imposible!” “Exactamente -retomé yo- y en España también”.
Suspensión de la Declaración de Independencia
“El día 10 de octubre Puigdemont compareció ante el Parlamento de Catalunya y aseguró que asumía ‘el mandato del pueblo’ para que ‘Catalunya se convierta en un Estado independiente en forma de República’. A renglón seguido (...), propuso ‘suspender los efectos de la declaración de independencia’. (...) La única deducción lógica de aquella declaración era que si Puigdemont era partidario de suspender los efectos de la declaración de independencia, entonces esta ya se había declarado. No se puede suspender lo que no existe (...) A la mañana siguiente, activamos la aplicación del artículo 155 de la Constitución española [el requerimiento, con dos plazos, a Puigdemont “para que aclarase si se había declarado o no la independencia” y “en caso de ser así, se le instaba a restituir el orden constitucional alterado”]
El (escaso) margen de Puigdemont
“Siempre estuvo en las manos de Puigdemont evitar la aplicación efectiva del artículo 155 de la Constitución. Bastaba con haber contestado el requerimiento diciendo que no existía una declaración de independencia, o, en caso de admitir que la había declarado, solo tenía que manifestar su voluntad de restaurar la legalidad. Así de claro era. Sin embargo, no quiso hacer ni una cosa ni la otra”.
La enmienda rechazada al PSOE
“Ahora que el procedimiento [el 155] estaba en marcha parecía que a todo el mundo le había entrado el vértigo. (...) rechazamos con rotundidad otra enmienda planteada por el PSOE, que abogaba por suspender la aplicación del 155 en el caso de que Puigdemont convocara elecciones”
Ninguna razón para suspender el 155
“Ese fue el caballo de batalla de la jornada previa al debate en el Senado [que autorizó la aplicación del 155]: la convocatoria electoral a cambio de suspender el 155. Así, el día 26 de octubre el rumor generalizado era que el Presidente de la Generalitat iba a convocar elecciones. Hubo algarabía y alborozo general, con todas las radios y televisiones pendientes del anuncio y una inexplicable sensación de euforia, como si las elecciones pudieran borrar de un plumazol todo el cúmulo de ilegalidades y tropelías que se habían cometido durante los meses anteriores. Yo, sin embargo, no veía ninguna razón para dejar en suspenso una decisión que no era fruto de ningún arrebato, sino consecuencia de semanas de estudio y de muy sólidos argumentos jurídicos y políticos. Antes de llegar a aplicar aquel precepto constitucional nos habíamos cargado de razones y estas no desaparecerían por el hecho de que Puigdemont convocara elecciones; la independencia seguía declarada y el requerimiento sin responder”.
Última “pirueta” y apoyo de Iceta a Puigdemont
“Estaba enredado en esas cavilaciones cuando llegó el primero de muchos recados, con distinta formulación y distintos porteadores, pero con un único mensaje: ‘Puigdemont quiere una garantía por escrito de que no habrá represalias si convoca elecciones’. Pensé para mí: ‘Volvemos a las andadas’, y contesté a todos los enviados que no había ni negociación, ni garantía, ni acuerdo. En aquella última pirueta, Puigdemont contó con el apoyo de Miquel Iceta”.
Catalunya, gobernada por el Consejo de Ministros:
“Todos los viernes el Consejo de Ministros celebraba una doble sesión: en primer lugar, tratábamos de los asuntos que afectaban al conjunto de la nación, y después, tras un receso, de aquellos que correspondían al Gobierno de la Generalitat de Catalunya (...) Nadie echó de menos al Gobierno cesado”.