El final de era Rajoy se acerca, ante el inminente triunfo de la moción de censura del secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, este viernes al mediodía con los 180 de escaños de PNV, Podemos, el independentismo catalán (ERC y PDeCAT) y EH Bildu. Por primera vez en la historia de España un presidente será expulsado del Ejecutivo a manos de la oposición, gobernará un candidato que no ha salido directo de las urnas, no ocupa un escaño en el Congreso y tampoco constituye la fuerza más votada. Si bien, el gallego se opone a dimitir, al considerar que un diputado alternativo del Partido Popular no obtendría votos suficientes, y ante la esperanza de que el PSOE se asome al caos de la ingobernabilidad con 84 escaños.
"Los números son los que son" decían fuentes del ejecutivo en los pasillos del Congreso, hacia el final de la jornada. Eso desmentía los rumores sobre que había margen aún para pactar una candidata, fuera la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, o la presidenta del Congreso, Ana Pastor. Pasa porque la investidura del propio Rajoy prosperó ahora hace dos años con Cs, los partidos canarios y la abstención del PSOE, que fue forzada por la crisis interna en filas socialistas, algo que esta vez no se repetiría, ante la victoria conseguida por Sánchez.
La cuestión es que la resignación se apoderaba del gabinete ministerial hacia la noche, con un Rajoy ausente a lo largo del debate de la tarde. "Es el PSOE quien presenta candidato" se excusaban fuentes de su entorno, ante la pregunta sobre dónde estaba el dirigente popular. El Gobierno ya se mostraba al margen sobre cuáles serían los siguientes pasos del líder socialista –si mantendría el mismo organigrama, o no, o cuándo tomaría posesión. El nerviosismo, en cambio, había sido el clima imperante por la mañana, con caras de funeral de algunos secretarios de Estado y una entrada y salida del hemiciclo de portavoces del PP.
La desolación, si bien, tenía nombre: era el resultado de la decisión del PNV de dejar caer a Rajoy, por las "mociones de censura sucesivas, como muñecas rusas" que pretendían impulsar Cs y Podemos para forzar a la postre elecciones, según defendía el portavoz Aitor Esteban, encargado de comunicar la decisión de la dirección jeltzale, el Euzkadi Buru Batzar, desde el atril. Los vascos se arriesgaban así a que el PP ponga trabas a la tramitación de los presupuestos del Estado de 2018, que todavía tienen que pasar por el Senado, donde el partido de Rajoy tiene mayoría absoluta para tumbarlos.
El hecho es que las cuentas estatales son el premio de consolación del ejecutivo popular. Primero, por la contradicción que le supondrá a Ferraz mantener los 540 millones de euros acordados por el PP con los nacionalistas vascos, y segundo, porque Podemos también se tendrá que "tragar con patatas" las cuentas, escenario que en Moncloa celebran como "glorioso". En este sentido, auguran que el "clima de elecciones" podría empujar a Pablo Iglesias a pinchar a los socialistas para modificarlos. Y de hecho, el propio Iglesias ha exigido al nuevo futuro presidente "que no se deje humillar" al respecto.
La crisis soberanista también emerge como factor de inestabilidad, ya que el sí de ERC y PDeCAT se decía para expulsar Rajoy, no para la gobernabilidad del PSOE, con la herida del 1-O todavía caliente y bajo la promesa de diálogo por parte del socialista. "Nos preocupa su dialéctica territorial" decían fuentes gubernamentales, ya que Sánchez no había respondido a las preguntas de Rajoy sobre garantizar la intervención de la Generalitat de 2015, a causa del FLA, que no decae con el 155. Además, desde el PP esperan el cumplimiento del acuerdo de la reunión mantenida el pasado día 15 de mayo entre ambos líderes, en que se emplazaron a impedir instituciones paralelas al exterior, por parte del Govern.
En consecuencia, Cs se descolocaba por la negativa de Rajoy a dimitir, algo que ya casi le imploraban ante la amenaza de que el president Quim Torra y Carles Puigdemont "cojan el rumbo de España". La formación naranja se encontrará este viernes con la disyuntiva de votar en contra de la moción de censura en Rajoy –ya que su voluntad es la convocatoria de elecciones inmediatas, ahora que los sondeos le son favorables. Eso dibujaría un escenario curioso, ya que Cs es uno de los principales críticos con la corrupción, y en este caso, se quedará del lado del sí al PP.
De esta manera, prosperará la cuarta moción de censura de la democracia española, todas fracasadas, menos la presente. La primera fue en el año 1980, del socialista Felipe González contra el presidente Adolfo Suárez. La segunda, del candidato de Alianza Popular, Antonio Hernández Mancha, a González, el año 1987. La última, la de Iglesias contra Rajoy el pasado año 2017.