Hace más de 12 años que un presidente del gobierno español no pisa el Palau de la Generalitat. Pedro Sánchez lo visitó el 15 de marzo de 2016, pero entonces lo hizo como secretario general del PSOE y líder de la oposición. Aquel día Sánchez se reunió durante una hora con el president Carles Puigdemont en su despacho oficial y le ofreció "abrir una etapa de deshielo".
La última visita de un presidente español en el Palau había sido la de José Luis Rodríguez Zapatero en 2007, durante la presidencia de José Montilla. Fue un jueves 2 de agosto, una jornada de sol intenso, aunque lo más caliente del momento era el malestar de la sociedad catalana. La semana anterior Barcelona se había quedado a oscuras. Un apagón general se había añadido a las múltiples averías de Renfe y al caos en el aeropuerto que hacían supurar los alarmantes déficits en infraestructuras justo cuando la Generalitat todavía no había superado el sobresalto después del boquete del Carmel.
En medio de una crisis que atenazaba al tripartito, el aterrizaje de Zapatero a Barcelona se tuvo que comprimir en una visita rápida, porque a las cinco de la tarde tenía que volar hacia las Balears, donde le esperaba una reunión en el Palau de Marivent con el rey Juan Carlos. Al llegar, en el mismo aeropuerto, se reunió durante una hora con Montilla, el ministro Joan Clos y el alcalde Jordi Hereu. Acto seguido, las visitas protocolarias —evitando las zonas afectadas por las averías— y inauguración del Sincrotron, antes de dirigirse al Palau de la Generalitat, donde compartió una comida de 2 horas con el president Montilla. Se celebró en la Casa dels Canonges, residencia oficial del jefe del ejecutivo catalán, y allí el president se lamentó al presidente español, los dos socialistas, de los graves déficits de las infraestructuras en Catalunya.
El presidente español ya conocía el Palau porque ya había estado allí en dos ocasiones durante la presidencia de Pasqual Maragall. La última, el 27 de julio del 2006, dos meses antes de que Maragall abandonara el Govern entre fuertes tensiones con el PSOE, atizadas por el debate del Estatut y el malestar con el tripartito catalán. Aquel 27 de julio era jueves y la tensión con Zapatero era tan evidente que Maragall citó a algunos de sus consellers al recibimiento del visitante para intentar relajar el ambiente y evitar una entrada gélida.
La reunión entre los dos presidentes duró una hora y media y se celebró en el despacho oficial de Maragall. El entonces ministro de Industria, José Montilla, se incorporó la última media hora para evitar que las chispas acabaran provocando un incendio. De aquella visita quedó una dedicatoria de Zapatero en el libro del palacio: "Para Catalunya, con cariño, con lealtad, con admiración, en el año del Estatut, en el año de su autogobierno pleno, con cariño a todos los catalanes y especialmente a Pasqual Maragall". Fue toda una premonición. Dos meses más tarde, Maragall dejaba de ser presidente, vetado por el mismo Zapatero y el PSOE; por lo que respecta al Estatut, cuatro días después de aquella visita el PP lo recurrió ante el Constitucional, que al cabo de cuatro años sentenció un recorte que marcaría una inflexión histórica en la reivindicación catalana.
Aquella era la segunda entrevista de los dos presidentes en el Palau. Dos años antes, en el 2004, Zapatero ya había visitado a Maragall en la Generalitat con motivo de un viaje a Barcelona. No obstante, la primera incursión de Zapatero en el Palau de la Generalitat y la más atrevida fue el 20 de diciembre del 2003. Todavía no era presidente del Gobierno y en su condición de secretario general del PSOE asistió a la toma de posesión de Pasqual Maragall como president. Aquel día, el líder del PSOE no sólo asistió en el Saló Sant Jordi al acto de toma de posesión, sino que incluso salió al balcón de la Generalitat, lo cual provocó aspavientos en las filas de CiU, que interpretó con alarma que el president rendía un espacio emblemático al líder del PSOE.
Ningún otro presidente español ha pisado tantas veces el Palau de la Generalitat como Zapatero. Felipe González acudió una vez, con motivo del entierro del president Josep Tarradellas, el 12 de junio de 1988. Jordi Pujol era entonces el president de la Generalitat. González acompañó el féretro de Tarradellas desde el Palau, donde se había instalado la capilla ardiente, hasta la catedral. También estaba en aquella ocasión el expresidente Adolfo Suárez.
De hecho, Suárez ya había conocido el Palau. Precisamente durante la toma de posesión de Tarradellas. Suárez quedó aquel día encargado de colgarle al cuello el medallón de president. No lo consiguió, porque el cierre se resistió a la presión del mandatario español. Tampoco lo consiguió el entonces ministro del Interior, Martín Villa, que acudió en su auxilio. Las crónicas de la época aseguran que Tarradellas cortó el forcejeo con un "no importa!". Aquel día el balcón se mantuvo cerrado a cal y canto, aunque des del Saló Sant Jordi se oían gritos en la plaça Sant Jaume a favor del Estatut.
También Leopoldo Calvo Sotelo fue recibido como presidente en la sede del Govern por Pujol, en mayo de 1981. En cambio, ningún presidente español del PP se ha presentado hasta ahora en la plaça Sant Jaume para hacer una visita al president de la Generalitat.
Por lo que respecta al president Quim Torra, ha celebrado dos encuentros más con Sánchez. Uno en la Moncloa, el 9 de julio de 2018, donde los dos presidentes se esforzaron en mostrar la voluntad de diálogo, aunque no concretaron ningún resultado concreto. La segunda, el 20 de diciembre de aquel mismo año en el Palau de Pedralbes. Después de un largo prólogo para decidir si lo que celebraban en Pedralbes era una reunión o una cumbre de gobiernos y un clima de nervios del qual no se salvaron ni las ponsetias amarillas que adornaban la mesa, la cita acabó abriendo la puerta a la mesa de diálogo y a la figura del mediador. Finalmente, sin embargo, no consiguió concreción.
Con la reunión de este jueves, Torra aspira a activar la mesa de diálogo, incluida en el acuerdo entre PSOE y ERC para la investidura de Sánchez, y poner calendario. Desde la Moncloa, sin embargo, se rebajan las expectativas.