El caso Nóos fue un auténtico golpe de suerte. Un documento de ocho folios que el juez José Castro encontró entre mucho papeleo. Se puso a investigar y fue estirando del hilo, hasta donde pudo. Iban apareciendo nombres a todos los telediarios: Iñaki Urdangarín, la infanta Cristina de Borbón, el exsecretario personal de las infantas Carlos García Revenga... Pero en La Zarzuela quitaban importancia. "No hay para tanto", iba diciendo el rey Juan Carlos, según el relato de un extrabajador del palacio. Debió pensar que no era nada al lado de sus tejemanejes. De hecho, el magistrado del juzgado 3 de Palma admite que "es imposible pensar en el caso Nóos sin Juan Carlos I". Pero la Constitución no le permitió plasmarlo en una sentencia.
Estos son sólo algunos de los testigos recogidos en La armadura del rey (Roca Editorial, 2021), un libro a seis manos de los periodistas Albert Calatrava (TV3 y Catalunya Radio), Eider Hurtado (ETB) y Ana Pardo de Vera (Público). Una investigación periodística elaborada a partir de un centenar de entrevistas: altos cargos en ejercicio y retirados de La Zarzuela y La Moncloa, amigos del emérito, políticos de todos los colores, empresarios, periodistas... Es la comisión de investigación que no ha podido hacer el Congreso de los Diputados. Repasa los casi cuarenta años en el trono. También las incógnitas sobre el 23-F, entre tanta bibliografía adulatoria y generosa, o el papel de Corinna, que según el exdirector del CNI Félix Sanz Roldán "estuvo a punto de ser reina de España". La tesis: el rey hizo "lo que le daba la gana". La conclusión: porque durante cuatro décadas le dejaron hacer "lo que le daba la gana". No fueron unas pocas manzanas podridas; fue un modus vivendi. Todo el mundo estuvo implicado en este blindaje.
Su propia huida, de la que el libro proporciona detalles jugosos, es una buena radiografía de su mandato. Las negociaciones, muy complicadas y crispadas, entre padre e hijo las llevan prácticamente intermediarios, porque la relación se ha enfriado tanto que es prácticamente inexistente. Acepta finalmente la salida de España, pero marcando él las condiciones. Durante dos semanas, intentaron convencer a Juan Carlos de Borbón de que los Emiratos Árabes no era el mejor lugar donde huir, que mejor buscara otro país, que no se quedara a la escena del crimen. Sin embargo, apuntan a los autores, "el emérito va por libre y parece que está descontrolado, ya no se escucha casi nadie y hace literalmente lo que le da la gana". Acepta, sí, pero con revancha incluida. Lo resume con mucha precisión un antiguo asesor de la Casa Real: "Hay algo evidente: Juan Carlos detesta que le digan lo que tiene que hacer".
Todo el mundo estuvo implicado en este blindaje: desde el PSOE hasta los medios de comunicación
Lo mismo se podía aplicar a sus negocios y tejemanejes. Las comisiones no fueron flor de un día. Según documenta La armadura del rey, fue su modus vivendi ya desde el principio de su reinado. El primer yate Fortuna se lo regaló en 1976 al rey Fahd de Arabia Saudí. El segundo, lo pagaron 22 empresarios, sobre todo mallorquines, que desembolsaron 600.000 euros cada uno. Eso son sólo unos pocos ejemplos de lo que recibió en especies . También han sido décadas de comisiones multimillonarias y maletines llenos de billetes. Iba de cien millones en cien millones. Y venía de lejos. Ya en 1977 envió una carta a su "hermano", como se refería, el sha de Persia. La misiva se conoció años más tarde y le pedía diez millones de dólares para ayudar a la campaña de UCD, para "el fortalecimiento de la monarquía española". Adolfo Suárez se quejó con los periodistas de la época que no vio ni un céntimo de aquel dinero. Había dos entradas principales de regalos y dinero: los empresarios y las monarquías del Golfo|Golf.
Todo el mundo lo sabía y todo el mundo le dejó hacer. Le construyeron la armadura los partidos políticos, y especialmente el PSOE, mucho más importante en esta ecuación que el PP. Felipe González sigue siendo hoy uno de los pocos amigos íntimos de Juan Carlos I. Le construyeron la armadura los tribunales, hechos a medida del jefe del Estado gracias a la inviolabilidad y la irresponsabilidad constitucionales. Y se la construyó la prensa, de todas las líneas editoriales, que tenía la misión de salvar la institución y por lo tanto, según sus parámetros, la democracia. Había censura, con muchos movimientos de la Casa Real para desactivar el periodismo, pero también autocensura. Como revela el libro, eran habituales los encuentros en La Zarzuela con los directores de El País, ABC, la agencia EFE y La Vanguardia. Y otras maniobras, como maletines para comprar exclusivas para que no salgan a la luz, o la compra de medios críticos por parte de su amigo el banquero Mario Conde. La armadura del juancarlismo.
Como explican sus autores, el libro relata "las miserias humanas de un rey que hacía lo que le daba el hambre en un Estado cuya misión era protegerlo de la opinión pública y de la democracia". Lo pudo hacer gracias a una armadura, que todavía sigue con un nuevo patrón, el de Felipe VI. Los mismos actores le han construido un cortafuego para salvar la institución de la monarquía. Y una vez más el papel del PSOE sigue siendo uno de los grandes pilares. La historia es cíclica y se repite.
Iglesias: "Ya se lo harán"
Entre los entrevistados está Pablo Iglesias, que sigue disparando contra la monarquía española y avisa de que "la institución no se puede disociar de la figura de Juan Carlos". El vicepresidente segundo del Gobierno y líder de Podemos critica que muchos miraron hacia otro lado. Y sigue avistando el horizonte republicano: "A nosotros, que el rey Juan Carlos se fuera a Abu Dhabi nos concedió una pista de aterrizaje para nuestro discurso republicano que funciona muy bien. Ya se lo harán".
Desde el otro lado del Gobierno, el socialista, hacen un reproche y toque de atención a la Casa Real. Lo dice un ministro, conservando el anonimato: "Pedro Sánchez siente que sale a socorrer al rey más de lo que querría, el presidente piensa que el rey podría ayudar más". También avisan a Felipe VI de que "sólo puede sobrevivir si acepta la función de representante de todos" y abandona "el riesgo de convertirse en un rey de derechas".