Todas las miradas apuntan este lunes al rey Felipe VI que, como moderador, arranca la ronda de contactos con los partidos con representación parlamentaria surgidos de las elecciones generales del 23 de julio, con la excepción de Junts, ERC, EH Bildu y el BNG, que lo volverán a plantar. Con las entrevistas y ante un panorama muy reñido, el jefe de Estado se tiene que hacer una idea del candidato que puede optar a una investidura y, como la Constitución española no aclara si tiene que proponer al candidato con más votos o el que tiene más apoyos garantizados, la ronda de esta semana sitúa a Felipe VI en el dilema de escoger entre Alberto Núñez Feijóo o Pedro Sánchez para una posible investidura.
El artículo 99.1 de la Carta Magna es el que apunta el procedimiento a seguir una vez constituidas las Cortes. Dice así: "Después de cada renovación del Congreso de los Diputados, el Rey, previa consulta con los representantes designados por los grupos políticos con representación parlamentaria, y a través de la Presidencia del Congreso, propondrá un candidato a la Presidencia del Gobierno". El redactado es lo bastante ambiguo como para no especificar qué criterio tiene que seguir el monarca para designar a un candidato. Eso sí, la Constitución determina que, una vez elegido un candidato, el reloj electoral se activará en caso de que fracase la primera sesión de investidura. En este supuesto, el Congreso tendrá dos meses para investir a un candidato y, si no se encuentra ninguno, el Rey disolverá las Cortes y convocará elecciones automáticamente. En cualquier caso, una vez Felipe elija uno, Francina Armengol será la encargada de buscar día y hora para la primera sesión.
Los números insuficientes en ambos lados
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo acudirán el martes a la Zarzuela. El popular le explicará al monarca que tiene en el bolsillo a 171-172 diputados, a cuatro o cinco de la mayoría absoluta, si damos por descontados los votos del PP (137), Vox (33), UPN (1) y Coalición Canaria (1). En este contexto hay que enmarcar la posición de la ultraderecha, que el jueves pasado abrieron una crisis con el PP después de votar a su candidato a la Mesa del Congreso. A pesar de la división, los de Santiago Abascal no han retirado el apoyo a la investidura de Feijóo. El presidente del Senado y vicesecretario del PP, Pedro Rollán, aseguró este sábado que el líder del PP "tiene la legitimidad, responsabilidad y obligación de intentar conseguir los apoyos suficientes" para ir a la investidura. Con estos movimientos, el PSOE opta por la cautela porque interpreta que los populares están "presionando" al monarca. Además, se ríen de las intenciones de Feijóo. El ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, calificó este domingo de "ridículo" el "empeño" del líder del PP de intentar ser candidato a la investidura. "Recordará a la moción de censura de Ramón Tamames", dijo Bolaños, en referencia a los 52 votos que consiguió.
Allí donde tiene razón Feijóo es que, a estas alturas de la película, tiene más votos asegurados —aunque insuficientes— que Pedro Sánchez. El presidente en funciones solo puede contar con el PSOE (121), Sumar (31) y EH Bildu (6). Eso construye un bloque de 158, lejos de los que promete el PP. Ahora bien, Sánchez es el único candidato que, viendo los 178 de Francina Armengol, tiene posibilidades reales de ser investido en primera o segunda ronda. Para conseguirlo, Sánchez todavía tendrá que sudar sangre para convencer al PNV, el BNG y, por encima de todo, los 14 diputados independentistas catalanes. En este punto, teniendo en cuenta que Junts, ERC, EH Bildu y el BNG no asistirán a la ronda de contactos, se hace difícil pensar que el rey se pueda hacer una idea de qué candidato tiene más apoyos atados.
El precedente convulso de 2016
La disyuntiva de Felipe VI no es secundaria teniendo en cuenta los precedentes. Desde 1977, el ganador de las elecciones estatales siempre se ha convertido en el presidente del gobierno, a través de una mayoría absoluta o gracias a una mayoría simple lo bastante sólida como para que no hubiera ninguna alternativa plausible. En estos momentos la segunda fuerza tiene opciones factibles de desbancar al primero. El único precedente similar se vivió en 2016, cuando la política española vivió un año convulso por la irrupción de Ciudadanos y Podemos, que fragmentaron el tablero político. Después de los comicios de diciembre de 2015, Mariano Rajoy declinó la propuesta de Felipe VI para ir a la investidura porque no tenía los votos necesarios para sacarla adelante. La Casa Real lo escogió por "el orden natural" de las urnas, sabiendo que el PP había sido la fuerza más votada aunque sin mayoría absoluta.
Fracasada la vía Rajoy, el jefe de Estado, después de una segunda ronda de consultas, escogió a Pedro Sánchez y el socialista perdió las dos votaciones en el Congreso para ser elegido presidente del gobierno. Unas semanas más tarde, el monarca convocó una tercera hornada de entrevistas y, al ver que nadie tenía la complicidad del Congreso, envió a los españoles a las urnas en junio de 2016.
En cualquier caso, existe una diferencia entre Rajoy y Feijóo. Así como el expresidente español optó por no ir a la investidura en una decisión insólita, ahora el líder del PP está convencido de ir a reclamar la confianza de la cámara baja, aun sabiendo que no tiene bastantes votos para salir victorioso. La estrategia del PP es activar el reloj electoral —2 meses— después de fracasar en la primera sesión de investidura, que se tiene que ganar por 176 votos. La operación serviría para poner presión y prisa a la negociación que el PSOE tendrá que articular con Junts y Esquerra Republicana.