Carga simbólica indiscutible en la toma de posesión del nuevo presidente del Parlament. El exconseller Josep Rull, encarcelado en 2017 por su participación en el 1-O y condenado por el Tribunal Supremo a diez años y seis meses de prisión por el delito de sedición, se ha colgado este lunes la medalla de presidente del Parlament después de ser escogido con los votos de Junts, ERC y la CUP para encabezar una Mesa de mayoría independentista. En su discurso, en el que no ha ahorrado los llamamientos al consenso y el diálogo, ha leído el artículo 57 del Estatut de Catalunya sobre la inviolabilidad de los diputados para proclamar, acto seguido y “con toda solemnidad”, que la Mesa del Parlament que desde hoy preside garantizará este principio. “Ningún diputado puede ser perseguido por expresar sus opiniones o por ejercer libremente su voto”, ha remachado.

Rull ha denunciado que este principio tan evidente no ha sido respetado los últimos años, como lo demuestra el hecho que la presidenta Carme Forcadell, que hoy seguía el pleno desde la tribuna de invitados, fue condenada a 12 años y medio de prisión por permitir un debate parlamentario.

El nuevo presidente ha recordado que su predecesora defendió que “en un parlamento se tiene que poder hablar de todo”, y siguiendo este mismo principio “granítico” se ha comprometido a “proteger los derechos de todos los diputados” a poder llevar a cabo el mandato de los ciudadanos “sin presión de ningún otro poder público ni la amenaza de poder ser privado de libertad”.

Gobernar sin interferencias

Rull, que ha evocado como en marzo del 2021 siguió desde la prisión la investidura de Laura Borràs, ha asegurado que “la esperanza, siempre, siempre es más poderosa que el miedo”, y ha recordado que todavía hoy hay tres escaños vacíos en el hemiciclo, de Carles Puigdemont, Lluís Puig y Ruben Wagensberg. Ha reprochado que en una democracia es el pueblo quien escoge al presidente de su país, y que eso se ha visto alterado desde octubre del 2017 en Catalunya. Ha denunciado que es una anomalía que el president de la Generalitat sea cesado por el decreto de otro presidente u otro gobierno, o que el poder judicial decida quién puede someterse a una investidura, como pasó con Puigdemont, Jordi Sànchez o Jordi Turull.

El nuevo presidente ha citado a Espriu, Mandela, o Pau Casals, para construir un discurso de concordia; ha subrayado la continuidad histórica de una nación milenaria como Catalunya recordando la carta que el presidente del Parlament Francesc Farreras hizo llegar en 1980 a Heribert Barrera, transmitiéndole el relevo de la presidencia después de haber conservado la institución en el exilio; ha evocado como el president Francesc Macià y el alcalde de Barcelona Jaume Aiguadé decidieron situar el Parlament en el lugar donde estaba el polvorín de la Ciutadella, que había construido Felipe V después de la guerra de Sucesión para reprimir al pueblo de Catalunya, y que lo hicieron para demostrar como “aquello que era un símbolo de fuerza, de guerra, como es un polvorín, acaba siendo un símbolo de palabra, que es un Parlamento donde la gente habla y es capaz de construir consensos”.

Rull ha apelado a la misión que los ciudadanos han encomendado a los diputados, y su transcendencia, como lo demuestra el hecho que tras la Guerra Civil se tapiaron las diez puertas que hay que atravesar para llegar al hemiciclo del Parlament. “Se amordazó la legalidad democrática del pueblo de Catalunya, conjurémonos para que eso no vuelva a pasar nunca más”, ha subrayado.

El nuevo presidente ha advertido que los escaños que ocupan los diputados pertenecen al pueblo de Catalunya y su actuación tiene que responder no a las luchas entre partidos, sino al bien común, para trabajar sin desfallecer por una nación que sin renunciar a su evolución, conserve las raíces, integre a los recién llegados y haga de las lenguas propias un factor de identidad.

El nuevo presidente ha recordado que la base del Parlament es el acuerdo, el pacto y el consenso, que a lo largo de la historia del Parlament de Catalunya se han aprobado leyes de una complejidad extraordinaria, algunas con acuerdos complejísimos, y que detrás de este objetivo hay un factor que es la voluntad de construir. “Les invito, a poder tener esta actitud rotundamente constructiva a la hora de legislar en beneficio de los intereses de la gente de este país. Consensos para derivar discrepancias. Esta es la base de un país”

Rull ha concluido la intervención garantizando su voluntad de buscar el máximo consenso. “Escuchar la pluralidad de voces que representa este Parlament, con la mano tendida, buscando el acuerdo siempre que sea posible. Con esta actitud insobornablemente constructiva y construyendo puentes de manera infatigable, presidiré este parlamento”, ha concluido.