Alberto Núñez Feijóo ha mezclado la digestión agradable del 28-M con la proyección ambiciosa que tiene para el 23-J. El caso es que no ha tenido más remedio porque nada más se despertaba de la resaca positiva del domingo, Pedro Sánchez convocó por decreto elecciones generales anticipadas, para sorpresa de todo el mundo, en una operación arriesgada de todo o nada del presidente español. El desafío cogió a todo el mundo con el pie cambiado, pero a Núñez Feijóo es a quien lo ha enganchado en una posición más poderosa y privilegiada. El Partido Popular, crecido desde que Pablo Casado se marchó defenestrado, encara el reto de las estatales con la convicción que conseguirá trasladar el "tsunami azul" del 28 de mayo para entrar a La Moncloa por la puerta grande. "Los resultados del 28-M nos han ahorrado 5 meses de sanchismo", aseguró el martes Feijóo delante de la cúpula del partido.
De cara al 23-J, Núñez Feijóo quiere instalar la culminación de un "cambio de ciclo político". En el PP está el convencimiento de que la tortilla se está girando a velocidad de crucero y que el lustro de "sanchismo" tiene los días contados. Por descontado, el PP pondrá el foco en el "caos" y la "división" que, a su entender, ha dejado Pedro Sánchez y, de entrada, apuesta "por otra manera de hacer política", haciendo referencia a la demonización de los pactos con independentistas vascos y catalanes. De hecho, denunciar las listas de Bildu y agitar el espantajo de ETA ha sido el eje central discursivo del PP durante la campaña del 28-M, la cual ha servido para movilizar al electorado conservador.
La marea azul del 28-M
Los resultados de las elecciones municipales y autonómicas todavía están frescos en la retina, pero vale la pena repasarlos. La ola del PP ha implicado una mayoría absolutísima en la Comunidad de Madrid de la mano de Isabel Díaz Ayuso, ha consolidado la Región de Murcia, pero lo más importante es que ha arrebatado territorios de peso al PSOE, algunos icónicos: el País Valencià, las Islas Baleares, Extremadura, Aragón y la Rioja -también con mayoría absoluta-. Y en Castilla la Mancha le ha ido por los pelos. En los municipios, entre los éxitos fehacientes, el PP se ha agenciado 7 de 8 de las capitales provinciales andaluzas, ha dado el vuelco en Valencia y Palma de Mallorca y se ha hecho con la mayoría absoluta en Madrid capital gracias a José Luis Martínez Almeida. En cifras absolutas, el PP ha crecido a los 7.054.887 votos (31,53% del total) en las locales y el PSOE ha bajado a los 6.291.812 (28,12% del total).
La expansión indiscutible del poder territorial y municipal del PP es la carta de presentación con la que Feijóo asume el examen de verano después de haber superado con muy buena nota la primera vuelta. Habiendo absorbido la mayoría de votos de Ciudadanos -que han renunciado concurrir a las estatales-, el gallego ha reunificado el centro-derecha español y, para engordar la bolsa de votos, tan solo habrá de lidiar con la competencia al alza de Vox en el carril de la extrema derecha. De hecho, las negociaciones para formar gobiernos autonómicos y municipales con la extrema derecha puede ser la piedra en el zapato en los próximos dos meses.
La incomodidad (o no) de los pactos con Vox
La victoria sin paliativos del 28-M también un sabor agrio. En territorios importantes como el País Valencià, las Islas Baleares o Aragón, el PP tendrá que acudir a los votos de Vox para cambiar el color del gobierno. Y aquí está el elemento clave porque las mayorías absolutas com las de Andalucía, Madrid y la Rioja, Feijóo tendrá que establecer un diálogo y una relación con Santiago Abascal, con quien ya comparte ejecutivo en Castilla y León desde hace más de un año. En una situación incómoda, la idea que quiere instalar la cúpula es forzar gobiernos en solitario llamando a la puerta del PSOE. Por eso, y tal como pasó en Castilla y León, el primer paso es pedir el apoyo imposible de los socialistas para la investidura, como ya ha hecho Feijóo, y, delante de la probable negativa, acudir a Vox como último remedio para la investidura y quien sabe si la formación de gobiernos. La capacidad de negociación del PP permitirá dilucidar si los de Abascal acaban poniendo el pie y compartiendo ejecutivos o se limita al apoyo externo.
Igualmente, los diálogos con Vox amenazan con contaminar la campaña electoral de Núñez Feijóo para las elecciones generales. Y en este aspecto, para evitar una foto incómoda pero parece que inevitable, los tiempos serán cruciales. En las autonomías, Génova tiene en las manos dilatar los plazos al máximo y, por ejemplo, constituir las cámaras y, a posteriori, hacer descarrilar la primera ronda de investiduras en los parlamentos -que varía en función de las comunidades- y dejar la formación de gobiernos para después de los comicios estatales. En cambio, en los ayuntamientos, si no hay acuerdo alternativo entre partidos, acaba siendo investido el candidato de la lista más votada. Mucha atención al juego que dará el calendario.
En este sentido, Feijóo está pasando de puntillas por este estadio, se está librando de ello y está dejando la responsabilidad de los pactos a sus barones autonómicos. De hecho, el lunes por la mañana, con los resultados de las urnas todavía calientes, el líder del PP circunscribió la decisión final de pactar o no con la extrema derecha "al análisis más finos que harán los ayuntamientos y las comunidades". "Eso corresponde a los partidos a nivel autonómico y a sus juntas directivas", contestó. El presidente del PP descarga la responsabilidad a los territorios para evitar quedar salpicado.
La seducción catalana
En las elecciones del 23-J, los diputados en disputa en Catalunya pueden ser determinantes para la conformación de mayorías parlamentarias. Un buen resultado del PSC y un mal papel del PP puede salvar los muebles a Pedro Sánchez. Y por eso, Feijóo invertirá mucha energía hasta el punto que el primer viaje fuera de Madrid después del 28-M lo hizo miércoles a Barcelona, a las jornadas del Círculo de Economía. Armado de confianza y con la seguridad que absorberán a los diputados de Ciudadanos, el PP está convencido de que dejarán de tener "un papel testimonial". "Uno de mis objetivos es que el PP sea un partido de gobierno que conecte con la sociedad catalana", expresó Feijóo ante los empresarios catalanes, con quien se ha reunido unas cuantas veces desde que asumió las riendas del partido.
Las urnas del 28-M también han dejado en el PP un buen regusto de boca en Catalunya. En un contexto de baja participación, el PP ha subido hasta los 247.113 votos (+85.267) respeto del 2019 y se convierte, con Vox, en la única formación que aumenta la bolsa de votantes en términos absolutos. En esta línea, las últimas encuestas vaticinan que el PP recuperará espacio en Catalunya de forma generalizada en las citas electorales que vienen. De hecho, fuentes de la cúpula insistían a El Nacional que tienen que salir del pozo de forma inmediata. "No se pueden repetir los resultados de las elecciones catalanas del 2021. Un partido con vocación de ganar y gobernar como el nuestro no se puede permitir ser residual en una de las comunidades más importantes de España", afirmaban las mismas fuentes, vanagloriándose del discurso "integrador" y "respetuoso" con Catalunya.
Para conectar de nuevo con el electorado catalán, tendrán que superar el papel decepcionante de las elecciones generales del 2019. En la repetición de noviembre, el PP consiguió en Catalunya a dos diputados en el Congreso de los Diputados (Cayetana Álvarez de Toledo y María de los Llanos de Luna) y el 7,47% de los apoyos. Si bien es cierto que aquel día se benefició de la caída de Ciudadanos (de 5 en 2) porque en los comicios de abril, los populares obtuvieron solo uno. En la mayoría absoluta de Rajoy en 2011, el PP se llevó a 11 de las urnas catalanas.
La gran incógnita es saber quién será el cabeza de lista por Barcelona, que es el candidato que tiene más visibilidad respecto de Tarragona, Lleida y Girona. Hace 4 años, todavía con todas las secuelas de octubre del 2017 muy recientes, la escogida de Pablo Casado fue Cayetanda Álvarez de Toledo, que comulgó muy bien con el discurso de confrontación contra el independentismo. Portavoz del grupo parlamentario en el Congreso, Casado la apartó del cargo en agosto del 2020 para desconfiar la autoridad. Desde entonces, ha tenido un papel discreto en la actividad legislativa en la cámara y, de hecho, la diputada anunció al principio de mayo que le habían extirpado un cáncer de mama.