En la carta a la militancia en la que anunciaba que no optaría a revalidar el cargo de secretaria general, Marta Rovira hacía una apuesta por una transición tranquila y una renovación de liderazgos al frente de Esquerra Republicana de cara al congreso del 30 de noviembre. A estas alturas, cuando todavía faltan prácticamente cinco meses, no se sabe si los liderazgos del partido cambiarán a finales de año o si, por el contrario, Oriol Junqueras conseguirá convencer a la militancia de que él es el indicado para seguir al frente del partido. Lo que seguro que no será es una transición tranquila: el partido se sumió en una crisis interna después de los resultados del 12-M, que fueron el tercer batacazo electoral consecutivo para ERC (pero no el último), que ha acabado convirtiéndose en una batalla pública a través de las redes sociales, medios de comunicación e incluso desde la sala de prensa del partido.

55 días frenéticos

De San Pancracio a San Fermín no ha habido ni una sola semana que haya sido tranquila y sin sobresaltos en la calle Calàbria, y tampoco para la militancia del partido, que en los últimos años se había acostumbrado a vivir en paz y armonía, en gran parte gracias a los buenos resultados obtenidos durante la década pasada —con victorias en elecciones europeas y españolas— y con la guinda del pastel que supuso la presidencia de la Generalitat en 2021. La única tregua fue durante las dos semanas de campaña para las elecciones europeas, aunque también se produjeron pequeños incendios como la apuesta de Tomàs Molina para Eurovisión.

Antes de esta bandera blanca, que finalizó con Junqueras dejando definitivamente el cargo, las tensiones internas se pusieron de manifiesto, pero a partir del 10 de junio, estas han ido en aumento y se dieron situaciones poco comprensibles como el congreso para decidir si se entraba o no al gobierno municipal de Barcelona organizado por la Federación de la ciudad, que finalmente no se celebró porque demasiados militantes querían asistir en el Orfeó Martinenc. Casi un mes más tarde de aquel no-congreso todavía no hay una fecha fijada y el acuerdo con el PSC ha quedado guardado en un cajón.

Así los últimos 55 días el partido ha tenido que asumir la pérdida de la presidencia de la Generalitat, la dimisión de Pere Aragonès, la carta de Oriol Junqueras anunciando que él tenía fuerzas para continuar, una ejecutiva tensa que se alargó durante horas, la convocatoria de un congreso nacional extraordinario, la ruptura del tándem Junqueras-Rovira después de 13 años de estabilidad, la carta de la secretaria general dejando claro que ella no seguiría en el cargo, las declaraciones de Junqueras adelantando que sus intenciones pasan por recuperar la presidencia del partido, una nueva campaña electoral, un nuevo batacazo electoral en las europeas, la no-presidencia de la Mesa del Parlament, la publicación de un manifiesto que dividía el partido entre los partidarios de la renovación y de relevar a Junqueras y los que defienden el papel del expresidente, o los primeros movimientos de este con los primeros encuentros con la militancia que empezaron en Sant Vicenç dels Horts.

La gota que colma el vaso

Pero la gota que ha colmado el vaso ha sido la revelación de la autoría real de los carteles difamatorios contra los hermanos Maragall, Pasqual y Ernest, como un intento desesperado de un militante del partido para intentar colocar al candidato republicano en la contienda de las elecciones municipales del 2023. Si había una parte de la militancia a quien esta guerra entre sectores —aunque Marta Rovira haya negado que existan—, partidarios de Junqueras y los que creen que el partido tendría que hacer fuego nuevo, los quedaba lejos, ver cómo un militante de su partido ideó este ataque de falsa bandera contra Ernest Maragall y su hermano, alcalde de Barcelona y presidente de la Generalitat de Catalunya, les hirió de cerca.

Una oleada de militantes, especialmente los alineados con Junqueras, ya que los cargos políticos que estaban implicados según las informaciones del diario Ara, Marc Colomer y Sergi Sabrià, habían sido de los primeros en firmar el manifiesto de la discordia, expresó su rechazo por estas prácticas a través de las redes sociales, reclamando que se depuren responsabilidades. Los estatutos del partido recogen la expulsión de este en el caso de las infracciones graves, entre las cuales están las conductas que puedan suponer un "desprestigio muy grave para Esquerra Republicana". Ahora habrá que decidir si falsear unos carteles con el lema "Fuera el Alzhéimer de Barcelona" encaja en esta descripción. En todo caso, el partido ya ha abierto el proceso y durante esta semana los implicados tendrán que declarar. Tolo Moya, a quien el mismo Maragall apunta como responsable, lo hará el martes y asegura estar "muy tranquilo" y con ganas que se sepa toda la verdad.

Dos sectores que Rovira niega

Sergi Sabrià, que quedaba señalado en este escándalo, acabó dimitiendo el jueves, después de medio año como viceconseller del Govern. Se despidió desde la sede del partido, negando en rotundo cualquier implicación en los carteles, reduciendo su papel al de "bombero" para apagar un incendio provocado por otros, reconociendo, eso sí, la autoría de otros actos de contracampaña como los mariachis delante la sede de Junts. Pero no solo aprovechó este altavoz para declararse inocente de cualquier crimen —al menos en el asunto de los carteles— sino también cargó muy duramente contra un Oriol Junqueras, con quien no tiene relación: él mismo confiesa que no hablan "desde hace un tiempo", casi un año, en la fatídica noche electoral de las elecciones españolas. Lo acusa de poner a su persona por delante del partido y también de enfangar este debate interno que, a estas alturas, ya es una lucha a plena luz del día.

Sabrià compareció solo ante la cámara, pero detrás de la sala de prensa del partido había más gente escuchándolo que el día que se fue el mismo Pere Aragonès. Miembros del Govern del cual ha formado parte, de la Ejecutiva del partido, exdirigentes y también trabajadores de comunicación que se han puesto al lado del que un día fue su jefe como vicesecretario de los republicanos. Sabrià, una figura clave dentro de ERC a pesar de que en los últimos años se había alejado, según él mismo, para centrarse en su papel en el Govern, se ha marchado asegurando que quería ayudar así a rebajar la tensión interna dentro de la formación, aunque con sus declaraciones contra Junqueras hay quien duda de que su paso al lado como viceconseller del Govern en funciones pueda ayudar en este sentido. "Ahora ya tienen lo que querían", aseguraba en su dimisión.

Maragall, Vilalta y Vilagrà, entre otros, siguen el discurso de Sabrià / Foto: Carlos Baglietto

Si el manifiesto supuso un primer paso adelante para clarificar los bandos en público, los mensajes de apoyo que recibió Sabrià los confirman. Uno de los primeros fue del mismo Aragonès, que no estaba presente en la rueda de prensa, y después se fueron añadiendo más nombres. Las más contundentes fueron la vicepresidenta en funciones, Laura Vilagrà, y Teresa Jordà, portavoz en Madrid, donde convive con uno de los grandes defensores de Junqueras, Gabriel Rufián, aunque el de Santa Coloma ha evitado hacer declaraciones al respecto. "Honesto hay que serlo, no solo parecerlo", escribió minutos más tarde de la dimisión de Sabrià en las redes.

Desconcierto y hartazgo

A finales de junio, el partido aprobó el reglamento para el Congreso Nacional del 30 de noviembre, donde una militancia que ha expresado su desconcierto y sobre todo, su hartazgo, a través también de mensajes en las redes por la guerra abierta en el partido y, especialmente, por el asunto de los carteles. Todavía faltan casi cinco meses para su celebración y si el ritmo de reyertas públicas no afloja, todavía hay tiempo para decenas de enfrentamientos entre los dos sectores.

En estos meses, el partido tiene el reto de decidir en medio de todo sobre una investidura de Salvador Illa y ya han fijado finales de mes como fecha límite para llegar a un acuerdo. Si se consigue un pacto, la militancia también lo tendrá que validar. En estas primeras semanas de verano, la secretaria general, Marta Rovira, ha estado participando activamente en reuniones con la militancia para cogerle el pulso de cara a un acuerdo con los socialistas. El último gran encuentro tendrá lugar el lunes 15 de julio en Barcelona. Entonces ya se habrá activado la cuenta atrás para llegar a un pacto con los socialistas, según los plazos que la misma Rovira ha anunciado.