Pedro Sánchez ha probado suerte con la convocatoria de unas elecciones anticipadas y serán los electores los que el 23 de julio evidenciarán si se ha equivocado o si, como otras veces ha demostrado, tiene una mano mágica. El desastre del PSOE el 28-M ha vertido a Sánchez a deshacer su hoja de ruta y convocar unas elecciones casi medio año antes de lo que estaban previstas. Se lo juega todo a una carta y a una campaña que tendrá que acabar de concretar en las próximas semanas. Durante los últimos días, sin embargo, ya ha empezado a dibujar las líneas maestras: asustar al electorado con el discurso del miedo haciendo comparaciones entre el trumpismo y el PP y Vox, y replantearse su relación con el independentismo.

Los primeros esbozos de esta estrategia empezaban a aparecer el martes, el día siguiente de la convocatoria de elecciones anticipadas. La portavoz del PSOE y ministra de Educación, Pilar Alegría, utilizaba el concepto "ola ultraconservadora" para referirse a la victoria abrumadora del PP el 28-M. Minutos más tarde, la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, hacía lo mismo haciendo uso del término "ola populista reaccionaria". Y finalmente fue Pedro Sánchez quien este miércoles acabó de pulir el discurso del miedo y del 'si tú no vas, ellos vuelven'. Auguró que el PP y Vox preparan un asalto al Congreso inspirado en el del Capitolio que perpetraron los seguidores de Donald Trump.

La estrategia de mirarse diferente al independentismo ya ha empezado también a hacerse notar, en este caso en el País Vasco. Se trata, directamente, de marcar distancia con Bildu y no dar así más munición al PP, que el 28-M hizo sangre con la inclusión de exmiembros de ETA en las listas del partido de la izquierda abertzale. Los socialistas han decidido ahora no dar apoyo a la formación de Arnaldo Otegi para que lidere el ayuntamiento de Pamplona. Un movimiento bastante delicado, ya que los socialistas necesitan a Bildu si quieren investir a María Chivite como presidenta de Navarra.

El 28-M del PSOE: una derrota originada por la fragmentación de la izquierda

A pesar de que el partido más perjudicado del 28-M es el PSOE —por su pérdida de gobiernos de comunidades autónomas y de ayuntamientos— no es quien más ha fracasado en las elecciones. El gran triunfo de la derecha se debe a los pésimos resultados de Podemos y el resto de formaciones que se sitúan a la izquierda de los socialistas. Para poner un ejemplo, entre PP y PSOE ha habido una diferencia de menos de un millón de votos. El problema es la tercera fuerza, que ha sido, incontestablemente, Vox.

Con todo, el PSOE ha perdido la importante ciudad de Sevilla, que era imprescindible para que el partido resistiera en Andalucía, un feudo históricamente socialista que ahora está en manos del PP por mayoría absoluta. Han perdido también Extremadura, Aragón, el País Valencià, las Baleares, La Rioja...

Pero el laboratorio de Sánchez confía en que si Podemos y Yolanda Díaz llegan a un acuerdo en menos de diez días y la izquierda alternativa se presenta unida a las elecciones del 23-J, hay opciones de ganar. Los cálculos son los siguientes: en una extrapolación de los resultados de las municipales a las generales, PP y Vox no llegan a la mayoría absoluta. Solo a Coalición Canaria o a UPN no les provocaría dolores de barriga tener que investir a Alberto Núñez Feijóo si este contara con el apoyo de Vox. Y sería todavía más remoto que contara con el apoyo de Foro Asturias o de Teruel Existe.

 

El liderazgo de Sánchez después del 28-M

El giro de timón de Pedro Sánchez no se ha dado a la ligera. Hay otros motivos que llevan a su equipo a pensar que esta ha sido una buena decisión. Aparte de espabilar a Yolanda Díaz para que llegue a un acuerdo con Podemos, la convocatoria de elecciones ha evitado un debate interno dentro de su partido sobre si tiene que ser él quien se presente a las elecciones generales. De la misma manera, se ahorra tener que pasar malos tragos en el Congreso de los Diputados, sesiones de control con la presión asfixiándolo y dificultades para aprobar leyes.

Uno de los motivos por los que su liderazgo podría haber sido cuestionado es que se ha demostrado del todo fallida la estrategia de basar la campaña del 28-M en los anuncios y en convertir el Consejo de Ministros en un mitin electoral. Por otra parte, sin embargo, la convocatoria anticipada de elecciones hace que Pedro Sánchez no pueda aprovechar en campaña su liderazgo por la presidencia rotatoria del Consejo de la Unión Europea. En la ecuación que tuvo que resolver este domingo de madrugada le ha dado poco valor a esta variable.

Cartel colgado por el PP denunciando las alianzas de Pedro Sánchez durante la última legislatura, con una pintada al lado haciendo ironía sobre el nacionalismo español / Foto: Europa Press

Los ases en la manga de Sánchez

Hay un elemento más que juega a favor de Sánchez: El PP de Alberto Núñez Feijóo sufrirá un cierto desgaste durante los próximos meses por los pactos a los que tendrá que llegar con Vox a los diferentes ayuntamientos y a las diferentes comunidades autónomas donde pactar con la extrema derecha es imprescindible para gobernar. Los apretones de manos entre el PP y Vox pueden hacer daño a los ojos de los votantes más moderados de la derecha.

En Catalunya, Sánchez puede pescar un buen puñado de votantes independentistas que opten por el voto útil a los socialistas, ante la amenaza del PP y de Vox. Y, fuera de Catalunya, tiene la garantía que distanciarse del independentismo funcionará. "Si los independentistas buscan que el resto no tengamos lo mismo, yo siempre levantaré la voz; y si, además, en algún momento han utilizado una pistola... yo con los asesinos de ETA, ni a la vuelta de la esquina". Esta frase, pronunciada durante la campaña del 28-M es del presidente de Castilla-La Mancha, Emiliano García-Page. Y, mira por dónde, es el único candidato del PSOE que ha conseguido la mayoría absoluta este pasado 28-M en las autonómicas.

Pedro Sánchez con un cuadro de su predecesor en la presidencia del Gobierno, Mariano Rajoy, detrás suyo / Foto: EFE

La evolución del PSOE desde el liderazgo de Sánchez

Hace casi una década —desde el 2014— que Pedro Sánchez es el secretario general del PSOE. Solo hizo una pausa de poco más de medio año entre octubre del 2016 y mayo del 2017 a consecuencia de una revuelta interna. Su etapa al frente de los socialistas ha estado marcada por la entrada de Podemos, Ciudadanos y Vox en el tablero político. Es decir, que es el primer líder de su partido que se enfrenta a un escenario en el cual no hay bipartidismo.

 

Eso ha tenido consecuencias en los resultados electorales del PSOE en las elecciones generales. Si se repasa la trayectoria del partido, Sánchez ha recogido muchos menos apoyos que los que han conseguido a sus predecesores. No obstante, el presidente socialista ha podido ligar corto a Podemos y nunca ha sufrido ningún sorpasso. Es más, ha conseguido reducir la fuerza de su aliado más próximo.

Con la desaparición de Ciudadanos, sin embargo, Sánchez ya no tiene excusa para no mirar a su izquierda. Y ahora, mira por dónde, engordar el proyecto de Yolanda Díaz puede ser para él una buena estrategia: le interesa que Sumar sea indiscutiblemente tercera fuerza en todo el territorio, para así contrarrestar a Vox y reducir las posibilidades de que el PP pueda pactar con alguien y poder llegar a La Moncloa.