A pesar de las buenas voluntades iniciales y los llamamientos a la "normalidad" e "institucionalidad democrática", Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo acudirán este miércoles por la mañana al Congreso de los Diputados con pocas esperanzas de sacar algo de provecho de la reunión que abre el baile de la investidura prevista para el 26 y 27 de septiembre. Todo hace pensar que el encuentro se convertirá en un intercambio de reproches y un fuego de virutas que no ayudará a resolver, ni mucho menos, el camino complicado que tiene Feijóo para lograr los votos que le permitan salir escogido. En todo caso, sin apoyos, el político gallego aspira a construir el relato adecuado que le permita justificar su probable fracaso con la repetición electoral como mejor de sus finales. A su vez, Pedro Sánchez quiere observar, con una mano, cómo Feijóo se hunde en sede parlamentaria mientras, con la otra, va tejiendo alianzas con las cuales quiere repetir mandato en la Moncloa. Y los partidos independentistas catalanes juegan un papel clave.

A quien le ha tocado tomar la iniciativa ha sido a Feijóo, que explora su imagen de presidenciable desde el 23-J. Aquella noche tórrida de verano las urnas le otorgaron una victoria insuficiente y frustrante y, a pesar de todo, se ha empeñado en intentar ir a la investidura. Los números son tozudos, por ahora aglutina 172 votos (PP, Vox, UPN y CC), pero su tenacidad hará que asista a una probable investidura fallida, con los riesgos que eso conlleva. Después de perder el control del Congreso en beneficio de la mayoría progresista, el líder de los conservadores se arriesga al hecho de tener que gestionar otra derrota a finales de mes. Para justificarse, Feijóo, designado por el rey Felipe VI por una "costumbre", ha puesto en marcha una ronda de contactos con partidos —excepto EH Bildu—, presidentes autonómicos —Pere Aragonès ya le ha dado calabazas— y el mismo Pedro Sánchez, con quien el PP quiere "recuperar la institucionalidad y las formas" que, a su entender, se han perdido en los últimos años.

En Génova existe la certeza de que la investidura es "extremadamente complicada", según ha dicho esta semana el portavoz de la cúpula, Borja Sémper. Pero mientras no se constate, Francina Armengol ha dado un mes de margen para que Feijóo explote el perfil de un candidato que habla con la derecha y con la izquierda y que es capaz de reunirse con su contrincante político y con independentistas catalanes. Ahora bien, el gallego asiste a la escenificación vendido por sus alianzas: que en la ecuación para la investidura entre Vox genera anticuerpos y un efecto rechazo a los que nadie se quiere prestar.

A Pedro Sánchez, el PP quiere ofrecerle un "pacto de estabilidad y grandes reformas de Estado" para encarar la legislatura, pero en el PSOE no olvidan la campaña electoral del 23-J, en la cual Feijóo hizo bandera de querer "derogar el sanchismo". En este sentido, los intentos del PP para seducir a los socialistas descontentos con la actitud de Sánchez con relación a ERC y Junts han sido interpretados por el entorno del presidente en funciones como un "llamamiento al transfuguismo". El fantasma del 'tamayazo' y la votación de la reforma laboral todavía resuenan en la arena de la política española.

La incomodidad de negociar con Junts y el enfado de Alejandro Fernández

El nombre de Junts per Catalunya genera cierto pavor en Madrid. El núcleo duro del presidente español baja la cabeza y mira hacia otro lado cuando se le pregunta si hay contactos con Waterloo o cuando se pronuncia la palabra 'amnistía'. A todo el mundo le da mucha pereza tener que salir en una foto con Carles Puigdemont o alguien de su entorno. En La Moncloa son conscientes de que Junts per Catalunya tiene ahora mismo la sartén por el mango y fuentes de la sala de máquinas de la presidencia española consideran que la formación independentista debe estar "encantada" de recibir llamadas por parte de Feijóo.

Habrá que ver hasta dónde llegan estos intentos de Alberto Núñez Feijóo de sentarse en la misma mesa que Junts per Catalunya. En los últimos días, ha reconocido que no tiene los apoyos necesarios para que la cámara española lo convierta en el próximo presidente del Gobierno, cosa que le ha llevado a dejar de insultar al partido de Carles Puigdemont y a asegurar que con todo el mundo se puede llegar a acuerdos siempre que estén dentro de los marcos de la Constitución. Si el PP consigue sentarse con Junts y se confirma la imposibilidad de llegar a un acuerdo, después podrá acusar a Pedro Sánchez de haber cedido a los chantajes de los independentistas si acaba llegando a un acuerdo.

Imagen de archivo de Alberto Núñez Feijóo y Alejandro Fernández / Foto: Sergi Alcàzar

La necesidad imperiosa del PP para rascar votos de donde sea ha hecho poner a Junts en la ecuación, ni que sea de forma utópica. Lo cierto es que el silencio religioso que mantienen los de Carles Puigdemont —a diferencia de los portazos sonoros del PNV— hace mantener viva la llama de la esperanza. El encuentro Sánchez-Feijóo será el único con la presencia del candidato a la investidura y, en el resto de entrevistas, el PP envía al grupo parlamentario para evitar la foto con Junts. De hecho, esta seducción a Junts, que no se ha concretado con ninguna propuesta, ha provocado el primer conflicto territorial de la era Feijóo.

El presidente del PP catalán, Alejandro Fernández, se ha enfadado por el acercamiento a Junts. "Junts sí que es mi rival", advirtió Fernández el fin de semana pasado en las redes sociales. Una queja que intentaron relativizar recordándole que el PP no es "una secta". "Escuchar a Junts no es ni ceder, ni venderte, ni darles la razón", lanzó Sémper para acallar las críticas, en la línea de negar cualquier espacio a reclamaciones soberanistas: ni amnistía ni referéndum.

Sánchez acepta la reunión y deja que Feijóo se abrase

Sánchez no ha tardado nada en confirmar su encuentro con Feijóo. No se ha resistido mucho. Y todo responde a la estrategia del presidente del Gobierno: acompañar a Feijóo hasta el final del precipicio, dejar que la investidura del líder popular fracase y, sin hacer mucho ruido, reivindicarse como el único capaz de articular una mayoría en el Congreso. Se trata de una forma de hacerle entender al electorado español que, con Feijóo descartado, no hay otra manera que pactar con Esquerra Republicana y Junts per Catalunya: acuerdos con independentistas o nuevas elecciones.

Imagen de archivo de Pedro Sánchez saliendo del Congreso de los Diputados / Foto: Europa Press

El PP reivindica que, ante este lío, lo más sencillo sería un acuerdo entre Sánchez y Feijóo para que el PSOE se abstuviera en una investidura del líder popular, y pudiera así gobernar en solitario. Pero los socialistas tienen un contraargumento: el PP no ha respetado esta norma de dejar gobernar la lista más votada, y muchos gobiernos autonómicos y municipales han acabado después del 28-M en manos populares, a pesar del PSOE haber ganado las respectivas elecciones.

Así, fuentes del Gobierno aseguran que Pedro Sánchez asistirá a la reunión con Alberto Núñez Feijóo de este miércoles con voluntad de escucha, y señalan que tiene que ser el líder del PP quien lleve consigo un "orden del día". Sí que destacan la "falta de respeto" a otros grupos parlamentarios de tratar Sánchez de forma diferente al resto de líderes políticos.