Alguna luz roja se encendió en la sala de máquinas de la Moncloa hace diez días. El no de ERC a la prórroga del estado de alarma fue un toque de atención para el gobierno de Pedro Sánchez, que vio flaquear la mayoría que lo hizo presidente, y peligrar así toda la legislatura. Aunque finalmente el PSOE la consiguió sacarla adelante con el apoyo de PNV y Ciudadanos en el último momento, Sánchez es consciente de que la geometría variable es frágil y ha decidido reactivar toda la artillería pesada para reconducir la situación. No se puede permitir una situación parecida en la votación del miércoles que viene.
Después de haber conseguido sacar adelante tres prórrogas sin negociar, y ya entrando en fase de desescalada, alguna cosa cambió. Varios grupos de la oposición, desde el PP hasta ERC, decidieron abandonar los cheques en blanco y hacer valer sus votos. Hacía días que avisaban y denunciaban un mal funcionamiento del estado de alarma. El mando único, a través de imposición y unilateralidad no gustaba a las comunidades, tampoco la improvisación mostrada por Sánchez durante toda la crisis, pero desde la Moncloa hacían oídos sordos.
Sánchez se había atrincherado en el hecho de que el estado de alarma era la "única manera de salvar vidas" y pedía a la oposición un apoyo gratis por "responsabilidad". Hasta que no vio peligrar realmente la prórroga, no cedió. Ante un PP que parecía muy enrocado, Sánchez levantó el teléfono y llamó al líder extramuros de los republicanos, Pere Aragonès, pero de nada sirvió. Los republicanos necesitaban, esta vez, más que buenas palabras y las concreciones no llegaron.
Con Ciudadanos y el PNV, Sánchez salvó la bola de partido. Pero han visto que todo era mucho más complejo, que la mayoría que hizo posible la moción de censura y la investidura se podría romper, con consecuencias irreparables. Ha llegado finalmente la rectificación, dos meses después.
Reactivación de toda la artillería: los negociadores de la investidura
Ante este panorama, la Moncloa ha decidido intentar rehacer los puentes con ERC. El primer intento lo hizo la vicepresidenta Carmen Calvo, pero, ante la imposibilidad de avanzar por esta vía en la anterior prórroga, esta vez se ha optado por reactivar el equipo negociador que hizo posible la investidura. A un lado, los socialistas Adriana Lastra, José Luis Ábalos y Salvador Illa; en el otro, los republicanos Gabriel Rufián, Marta Vilalta y Josep Maria Jové, en permanente coordinación con Aragonès y Junqueras. Las horas pasadas juntos por la negociación de la investidura y el éxito de aquella operación son una garantía de cara a un nuevo pacto.
Ya ha habido algún intercambio de documentos y al menos dos encuentros telemáticos esta semana. Los equipos quieren mantener la discreción en esta fase, pero no se descarta que haya algún nuevo contacto antes del lunes, cuando ERC reúne a su ejecutiva y podría debatir un cambio en el voto. A la espera de ver cómo se acaban de concretar los nuevos movimientos de Pedro Sánchez, los republicanos celebran que el PSOE se haya empezado a mover y que esté "predispuesto" a cambios, pero este viernes todavía avisaban de que el acuerdo estaba "muy verde" y que de momento se mantenían en el 'no'.
Los dirigentes independentistas insisten en que, para modificar su posición, se tienen que dar tres condiciones. La principal es acabar con el mando único y que se devuelvan las competencias, un aspecto que consideran "clave y vital" para cambiar el sentido del voto. También piden que se implementen algunas medidas sociales, como el permiso retribuido para garantizar la conciliación laboral y familiar, y que se permita a los ayuntamientos disponer del superávit para luchar contra el coronavirus.
Además, reclaman desbloquear la mesa de negociación sobre el conflicto catalán, paralizada por el coronavirus, y celebrar una reunión en las próximas semanas. Dejarlo para octubre no es una opción para los republicanos que, con la vista puesta en Catalunya y en unas posibles elecciones, necesitan poder jugar la carta de haber conseguido sentar al PSOE en una mesa de negociación y debatir sobre autodeterminación y amnistía, más allá del primer encuentro inicial. Todavía no son tajantes en este punto porque el objetivo principal es la gestión de la pandemia, pero sí que apuestan por ir "hablandolo" y por eso también han querido activar el tridente de la investidura que la hizo posible.
Moncloa, dispuesta a una codecisión más horizontal
Desde la Moncloa trasladan una voluntad real de modificar el decreto del estado de alarma. Son conscientes de que, hasta ahora, su aplicación ha generado mucho malestar entre gobiernos autonómicos de todos los colores, pero sobre todo a Catalunya y el País Vasco. En estos momentos el mando único ya es un instrumento amortizado, y que genera más conflicto que otra cosa. Por eso, a partir de la quinta y última prórroga, Sánchez promete una "desescalada institucional". Dejará como única autoridad competente el ministro de Sanidad, apartando a los ministros del Interior, Transportes y Defensa.
Están dispuestas a establecer mecanismos de codecisión mucho más horizontales, con más protagonismo de las autoridades locales. La fase 0,5 de Barcelona pretende ser la antesala, en los términos que pedía la Generalitat. En paralelo, el Gobierno ultima una reforma de la legislación en materia de salud pública para que, en caso de tener que volver a confinar la población por un rebrote, no sea necesario recurrir al estado de alarma, y sobre todo no afectar las competencias transferidas a las autonomías.
Los límites de la geometría variable
Durante las últimas semanas, la Moncloa ha dibujado un escenario diferente, favorecido por el cambio de estrategia del Ciutadans d'Inés Arrimadas: la geometría variable. Lo mismo que hizo en su momento el presidente Zapatero. Pero, en el caso de Sánchez, esta apuesta tiene mucho límites y riesgos. Empezando porque en este gobierno hay un segundo partido, Unidas Podemos, que se encuentra a las antípodas de Cs. Son dos partidos con orígenes y proyectos contrapuestos: los "antisistema" y la formación del sistema, los que nacieron del 15-M y los que lo hicieron del Ibex35. Las tensiones no tardarían en llegar. La incomodidad es máxima a ambos lados.
Tampoco ayuda un Ciudadanos que vive inmerso en sus propias contradicciones. Inés Arrimadas ha enterrado el legado político de Albert Rivera, con un giro de 180 grados en la estrategia mirando hacia el PSOE, pero la fotografía de Colón todavía los persigue. No en balde, si todavía gobierna en comunidades o ayuntamientos importantes es gracias al Partido Popular. Son las únicas cuotas de poder que conservan, a remolque de Casado y con la mano de la extrema derecha. El giro de guion de Arrimadas ya ha agudizado las tensiones en instituciones clave, como el gobierno de la Comunidad de Madrid.
Una legislatura de geometría variable, aún con cuatro años por delante, obligaría a Pedro Sánchez a negociar cada ley, decreto y medida. Estaría inmerso en la inestabilidad, el grande mal de la legislatura anterior. No es momento de montañas rusas con la mayor depresión económica de las últimas décadas.