Duelo final entre Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado. O la vieja batalla que durante años se cocinó en el seno del primer gobierno de Mariano Rajoy entre el llamado "G-8", de los contrarios a la exvicepresidenta y los "sorayos", su núcleo afín. Y es que el XIX redimirá este fin de semana la cruda batalla por el poder en el Partido Popular, después de que la moción exitosa de Pedro Sánchez tumbara a Rajoy ahora hace más de cuarenta días, obligando así a la formación a repensar su futuro. La incertidumbre se mantendrá, si bien, hasta que los 3106 compromisarios depositen el voto en la urna sábado.
La cuestión es que ambas candidaturas aseguraban a mitad de semana tener ligados más del 60% de los avales. El director de campaña de Santamaría, José Luis Ayllón, se adjudicaba el jueves el 63% a una Soraya que se ve fuerte en Castilla y León, Andalucía, Valencia, Islas Canarias y País Vasco. Casado, de quien su equipo decía tener el 65% de los apoyos -y fuentes de la candidatura intentaban ilustrarlo con un Excel-, cree dominar en Madrid, Murcia, Catalunya, el 48% de Andalucía, Aragón, las Baleares y territorios de María Dolores de Cospedal -Castilla la Mancha, Galicia, y Aragón.
El hecho es que la guerra de caras visibles ha dejado para la exvicepresidenta un panorama de rechazo: el llamado frente anti-Soraya. Casado conseguía aglutinar en un mismo restaurante este jueves en Madrid a la exvicesecretaria general, la exministra Dolors Montserrat, Isabel García-Tejerina, Rafael Catalá, José Manuel Soria –que salió del Ejecutivo cuando el escándalo de los papeles de Panamà- Juan Ignacio Zoido, José Manuel García-Margallo –archi-enemigo de Santamaría. Fuentes de la candidatura de esta lo contrarrestaban con una fotografía comiendo pizza en Génova.
Así las cosas, el acuerdo reciente entre el vicesecretario de comunicación y Cospedal -que dio su apoyo explícito al candidato en un desayuno el lunes- no implica que los compromisarios de la segunda le voten en bloque. Según fuentes de la candidatura de Soraya, ha habido llamadas para garantizarles el traspaso de votos. La motivación, según las fuentes, sería cumplir la norma -que el PP pretende introducir en la elección de alcaldes y presidentes de comunidades- en virtud del cual la cual la lista más votada tiene que gobernar -y SSS se impuso por 1500 votos entre la militancia.
Más tímido ha sido el apoyo de dirigentes territoriales que en su momento también sonaban para la presidencia de la formación. Al presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo, presuntamente se le atribuía apoyo a Casado -por la proximidad con Cospedal. Así y todo, este evitó pronunciarse y aseguró que sondearía a los presidentes provinciales, algunos de los cuales se manifestaron a favor del exvicesecretario de comunicación -el bloque gallego podría votar conjuntamente. En segundo lugar, la expresidenta de la comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, también salió en favor suyo.
A su vez, Santamaría también ha contado con el apoyo de buena parte del ejecutivo de Rajoy: Ayllón -exjefe de gabinete del expresidente y antes secretario de Estado de Relaciones con las Cortes; los exministros Álvaro Nadal; Fátima Báñez; Cristóbal Montoro; Alfonso Alonso, Íñigo Méndez de Vigo; y el político andaluz, Javier Arenas. No se ha pronunciado a favor explícitamente, pero el coordinador general Fernando Martínez Maíllo también es considerado uno de sus afines, ya que se alineó con las tesis en contra de un debate (cara a cara) a dos –en oposición a la pretensión de Casado.
Asimismo, el propio Rajoy había intentado evitar la pugna, preocupado por la deriva fratricida, según fuentes de su entorno. De hecho, tal como informó el diario El Mundo, el expresidente intentó que Cospedal se adhiriera a una lista única con Santamaría, quizás, en el intento de que su legado no permaneciera en el olvido -ya que Casado tradicionalmente ha sido asociado al proyecto más liberal y nacionalista de José María Aznar. Oportunidad tendrá el aún presidente del PP de pronunciarse el viernes por la tarde, cuando intervendrá con un discurso -también lo hará la exsecretaria general, como es habitual.
Quien no estará es Aznar, quien se quejó de su ausencia en el I congreso. La respuesta fue rápida por parte del presidente del comité organizador, Luis de Grandes, quien le reprochó el "desdén" respecto del PP, tras renunciar a la presidencia de honor de la formación –a disgusto con la política de Rajoy al frente del Gobierno los últimos años, con críticas a la gestión de la corrupción, las subidas de impuestos, o la crisis catalana. De hecho, al expresidente del PP durante 14 años hace tiempo abogaba por la refundación del centroderecha, incluso, antes de la moción de censura.
La unidad, pr tanto, no será fácil de reconstruir. Santamaría ha abogado a lo largo de toda la campaña por una lista única, que Casado, aupado por la fuerza que la primera ronda le demostró, ha rechazado. Llegaron a celebrar una reunión breve en el Congreso esta semana, de donde no surgió el acuerdo. Ante ese escenario, El Independiente informaba de que Casado podría mantenerla, quizás de portavoz en el parlamento, o de candidata a la comunidad de Madrid o al ayuntamiento. Ella, a su vez, siempre ha abogado por las "fórmulas de integración".
Así las cosas, la guerra sucia no ha faltado en la pugna. La aparición del vídeo Cuéntame "cómo nos renovarás" contra Santamaría -donde se criticaba a sus apoyos Arenas, Montoro y Celia Villalobos- alimentó la tensión el fin de semana pasado y la candidata pidió al comité organizador que se investigara. Casado se desmarcó, y esta semana aparecía un nuevo vídeo suyo, donde se atacaba añ apoyo implícito o explícito de Esperanza Aguirre o Aznar. El candidato no pidió esta vez abrir una investigación, y fuentes del entorno de Soraya también se desentendieron.
Sin embargo, la disparidad y contraposición de proyectos ha brillado por su ausencia -lo que ha llevado a la reducción de ella como 'tecnócrata' y él 'extremista' ideológico; o bien, el marianismo contra el aznarismo; el fracaso por la corrupción o por la falta de proyecto. Diferente pasa con Catalunya, donde ambos han elevado el tono. La exvicepresidenta afirmó que el soberanismo "practicaba el apartheid"; mientras que el exvicesecretario insinuó la posibilidad de ilegalizar a los partidos independentistas, e incluso, la idea de recuperar el delito de referéndum y la sedición impropia. Todo o nada, también en el PP.