El enfrentamiento eterno entre Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal ya es a cara descubierta en el seno de la cruenta batalla para liderar el Partido Popular que culminará en el congreso de los días 20 y 21 de julio. Las dos exmanos derechas de Mariano Rajoy, una vicepresidenta en el gobierno y la otra secretaria general del PP, se enfrentarán por la presidencia y también, por el modelo de partido: mientras Santamaría supone el ala socialdemócrata de la formación conservadora, Cospedal representa el convencimiento en los valores culturales y la tradición de la derecha española.
El hecho es que las dos damas del PP reafirmaron este martes su confianza en la marca del Partido Popular, que los sondeos apuntan a la baja, así como el compromiso con España, además de reivindicar el legado de Rajoy. Sin embargo, sus apoyos y storytelling son de índole diferente.
Santamaría conoce de las simpatías que despierta entra la militancia, motivo por que les calificó del "orgullo del partido" y se dijo "una militante más", que ofrecía lo que desearían las bases: "Unidad, responsabilidad e integridad. Y lo hago con toda humildad y generosidad", dijo a las puertas del Congreso, lugar escogido para postularse, tras anunciar en su cuenta de Twitter que presentaría batalla ―avanzándose así a Cospedal―. Allí insistió en las "energías" que ponía en una decisión que había meditado durante muchos días. "Tengo más ilusión que el día en que me afilié", volvió.
El hecho es que el escenario escogido ―consecuencia de que el PP no habilite la sede para los precandidatos― simboliza uno de los puntales de su candidatura: el cariz más institucional y alejado de las luchas partidistas. A la sazón, reivindicó los años de gestión al frente del Ejecutivo, y aseguró que sabía cómo hacer "una buena oposición", lo que devolvería el PP al Gobierno, creyó. "En el PP siempre hemos acertado cuando nos hemos abierto a la sociedad, un proyecto abierto y en positivo, cooperando, integrándonos, todos nos tenemos que sentir integrados", expuso.
De forma opuesta, Cospedal encarna la viva esencia de la derecha desacomplejada y el aparato del partido, de quien se presentó protegida en una intervención en abierto ante la Junta Directiva Nacional de Castilla-La Mancha, en Toledo. "Sé muy bien qué tengo que hacer y os pido vuestro apoyo. Me presento porque quiero situar el orgullo de nuestra ideología en el frontispicio del proyecto político", expuso, en contraposición a lejanía ideológica que a menudo se le ha atribuido a Santamaría. En este sentido, la número uno de la formación aseguró que el objetivo era "ganar, ganar y ganar" todas las contiendas: municipales, autonómicas y generales.
En segundo término, Cospedal insistió en el que sería su principal aval: los años de gestión al frente del PP, respondiendo ante los escándalos de corrupción como el despido en "diferido" del extesorero Bárcenas. "He dado la cara y siempre la daré. Me la han partido unas cuantas veces como bien sabéis y seguro que lo volverán a hacer, pero siempre me he vuelto a levantar y lo volveré a hacer seguro, como antes, gracias al afecto y apoyo de centenares de compañeros y al PP", zanjó la exministra de Defensa, que destacó por pedir perdón a las víctimas del Yak-42.
El hecho es que su carácter de secretaria general la podría favorecer en la segunda vuelta de las votaciones, ya que los compromisarios son propios de los territorios. Sin embargo, para alejarse de la sospecha y la posibilidad de injerencia, Cospedal decidió renunciar a la secretaría nacional del partido una vez sea nombrada candidata para "garantizar la imparcialidad del proceso electoral y la igualdad entre todos los candidatos", ahora bien, también ha confirmado que no dejará la presidencia del PP en Castilla-La Mancha, porque es compatible con el proceso electoral.
Así las cosas, la contienda entre ambas se verá también influida por el sudoku que compone el resto de aspirantes y poderes fácticos del PP. Los rumores son constantes sobre que Cospedal se presentaría al constatar que el presidente de la Xunta Alberto Núñez Feijóo no lo haría ―quien renuncia a la carrera para mantener su "compromiso" con los gallegos―. Por ende, el propio Feijóo dijo que había hablado con una de las candidatas, no dijo cuál. Y tampoco explicó a quién daría apoyo. Pero Cospedal ya se apresuró a zanjar las críticas y afirmó que su proyecto no iba "contra nadie", espetó sutilmente sobre Santamaría, porque sería algo "mezquino".
Además, en contra de la candidatura de la exvicepresidenta juegan archienemigos como el exministro de Exteriores, José Manuel García-Margallo, y los rumores apuntan que ella habría sido la artífice de que dejara de ser ministro. Margallo mismo aseguró hace unos días que haría "todo lo que fuera posible" para que no llegara a portavoz del grupo parlamentario, ni dirigente de la formación. De hecho, el político valenciano es uno de los que se presenta, junto con el diputado y vicesecretario del PP, Pablo Casado, el diputado José Ramón García Hernández y el expresidente de Nuevas Generaciones de la Comunidad Valenciana, José Luis Bayo.
Por el lado de Casado, este supone el ala más liberal de la formación ―una tercera vía― y próxima al legado del expresidente José María Aznar y Esperanza Aguirre. De hecho, el propio Casado reivindicó haber trabajado con los dos presidentes anteriores, Aznar y Rajoy, cuando se postuló el primero, este lunes, en la puerta de Génova. Allí exhibió claras sus intenciones de liderar el PP. "Yo sí quiero ser el presidente", afirmó. Lo que no se descarta es la fusión de candidaturas, lo que podría servir para perjudicar o favorecer a una de las dos principales contendientes.